Santa Blanca Portillo sube a los cielos
El Hamlet de Tomaz Pandur me daba m¨¢s miedo que un pedrisco, y un pedrisco posmoderno, que son los peores. ?Anda que no hab¨ªa hecho yo pocas bromas a costa del teatro de Pandur! Me la envaino gustoso: es un espectaculazo casi oper¨ªstico que deber¨ªa girar por medio mundo, como gir¨® en su momento, dejando muy alto nuestro pabell¨®n, la Yerma de Nuria Espert y V¨ªctor Garc¨ªa. La compa?¨ªa es muy desigual y hay unas cuantas escenas encantadas de haberse conocido, pero prima la generosidad, la entrega y el talento, empezando por la soberbia traducci¨®n de Jos¨¦ Ram¨®n Fern¨¢ndez: limpia, precisa, iluminadora, de las mejores que he escuchado. Cuatro horas que no pesan, material para tres cr¨ªticas. Enorme y merecido ¨¦xito: da gusto, en pleno puente de San Jos¨¦, ver colgado el cartel de "agotadas las localidades" en el Matadero. P¨²blico atrapado, seducido, entusiasta, con escasas disensiones. En el centro, siempre, en lo alto, en el mism¨ªsimo cielo, la enorme Blanca Portillo, sirviendo una de las mejores y m¨¢s completas interpretaciones del Gran Dan¨¦s que he visto en mi vida. Si en La hija del aire montada por Lavelli ya era la pera limonera, aqu¨ª hace el triple mortal con tirabuz¨®n, luego les cuento. De momento s¨ªganme, que les ense?o el espacio, dise?ado por el equipo Numen, y cuidado con pisar los charcos. Porque hay charcos por todos lados: estamos en Dinamarca, pa¨ªs m¨¢s bajo que nunca, y la corte de Elsinor es una isla a punto de hundirse en un mar de espejos, con pasarelas a guisa de istmos, y del cielo penden enormes cortinajes (?teatro! ?teatro!) que se mueven como olas y crean nuevas islas, y se abren a secretas rec¨¢maras de la mente a la manera de Lynch: impresionante atm¨®sfera, so?ada y plasmada con mano maestra. La banda sonora, gentileza del grupo Silence, tambi¨¦n es de ¨®rdago: gotas mercuriales, reverberaciones, vientos de tormenta, y una partitura con demasiados ecos (Eno, Nyman, Arvo Part, por supuesto Badalamenti, incluso, ay, con deslices a lo Richard Clayderman). Yo creo que no hace falta tanto subrayado pian¨ªstico, pero en conjunto tiene potencia l¨ªrica y arrebato. De igual modo, en la corte coexisten lo mejor y lo peor. Hamlet y Ofelia viven con sus colegas (Ros, Guil, Horacio y Marcelo) en un mundo aparte, un perpetuo cuarto de juegos, sensual y adolescente, mitad Cocteau mitad Wedekind, si no fuera porque cada tanto a los mozos les d¨¦ por los pase¨ªtos en bicicleta, contemplados por el marinerito de Querelle, en unos tableaux que de puro estetizantes chapotean en la cursiler¨ªa. Ros y Guil, con bombines Magritte, se desdoblan en cuatro (Aitor Luna, Eduardo Mayo, Dami¨¤ Plensa, Santi Mar¨ªn: mejores en la danza y la acrobacia y la malignidad que en el verso); F¨¦lix G¨®mez es un Horacio con acentos conmovedores aunque faltado de texto, y Laertes es una decepci¨®n: Quim Guti¨¦rrez, que arranc¨® a lo grande en el Lliure (el chapero de Unas polaroids expl¨ªcitas y luego Romeo), muestra aqu¨ª un gran poder¨ªo f¨ªsico pero est¨¢ sorprendentemente desbravado en escenas clave como el entierro de Ofelia. Tampoco me convence el Polonio de Manuel Mor¨®n, al que han marcado una l¨ªnea de t¨ªtere grit¨®n y siniestro, con escasos matices y una sola excepci¨®n: el interrogatorio a Hamlet. Hugo Silva es un Claudio con potencia y dicci¨®n pero muy berreado, y condenado a ser el malo de la pel¨ªcula, con los subtextos por montera, tir¨¢ndose a Ofelia como quien se zampa un donut o asfixiando a su sobrino con un cinto. Atenci¨®n, sin embargo, a este actor: dar¨¢ que hablar. Pandur controla y resuelve muy bien las escenas en las que sus int¨¦rpretes actores corren el riesgo de perder el resuello y las cadencias del texto: Portillo en su primer mon¨®logo, golpeando un saco de boxeo con toda su rabia, o Claudio y Laertes tramando su plan asesino durante un combate de lucha libre. M¨¢s ideas notables: el precioso encuentro con el Espectro en un bar que ni el de El Resplandor. Asier Etxeand¨ªa es un fantasma persuasivo y suave, sin truculencias, que alimenta a Hamlet cucharada a cucharada y luego est¨¢ siempre a su lado, escuchando, gui¨¢ndole. L¨¢stima que este pedazo de actor, que tan bien dice, diga tan poco: lo compensa a lo grande en el intermedio, cuando La ratonera se convierte en un on¨ªrico cabaret berlin¨¦s, con Etxeand¨ªa cantando por Tom Waits y los cortesanos danzando a caballo entre Weil y Fosse. Y hablemos ya de Blanca Portillo: es dif¨ªcil extraer un gran momento porque est¨¢ sublime sin interrupci¨®n, pero lo intentar¨¦. Van a ver y escuchar un "ser o no ser" maravillosamente dicho y sentido, con extrema claridad y hondura, y literalmente a pelo: nunca un desnudo integral ha estado tan justificado, y rematado con la preciosa imagen de Narciso contempl¨¢ndose en el agua. O su repudio de Ofelia, una estupenda Nur Al Levi, con un dolor natural y convincente. Sutil enfoque de la escena: ver¨¢n c¨®mo modula la imprecaci¨®n de "?vete a un convento!" con tres sentidos distintos; primero, susurrado: huye de este mundo. Luego, desesperado: huye de m¨ª. Y el tercero gritado, actuado para la galer¨ªa de la corte y sus esp¨ªas: escuchad mi locura. O el careo con Gertrudis, tambi¨¦n notable Susi S¨¢nchez, con una elegancia tr¨¦mula, desconcertada, sacudida por las imprecaciones de su hijo (tambi¨¦n le falta texto, como a Horacio). No se pueden dar mejor todas las oscilaciones de la mente y el coraz¨®n de Hamlet: la furia vindicativa, la ca¨ªda tras la muerte de Polonio, la constataci¨®n alucinada de la omnipresencia del Espectro. Blanca Portillo es una atleta de los sentimientos y una atleta tal cual: preparar este personaje habr¨¢ sido como entrenar para una marat¨®n, con sesiones de esgrima incluidas. Lo dicho: vuelen a aplaudirla porque su Hamlet ya est¨¢ haciendo historia. Otra recomendaci¨®n: tampoco se pierdan La corte del Fara¨®n en la Abad¨ªa, una divertid¨ªsima locura de Albert¨ª/Cunill¨¦ a partir de la zarzuela del maestro Lle¨®, con una compa?¨ªa (gato incluido) en estado de gracia. Cantar no es que canten mucho, la verdad, pero son el mejor ant¨ªdoto para la Cuaresma: hasta el 5 de abril. -
Van a ver y escuchar un "ser o no ser" maravillosamente dicho y sentido, con extrema claridad y hondura
Hamlet. Naves del Espa?ol en el Matadero. Paseo de la Chopera, 14. Madrid. Hasta el 12 de abril.
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