El env¨¦s de la aventura

Un grupo de cig¨¹e?as picotea el suelo en medio de un paisaje verde con caser¨ªos dispersos por las monta?as, poco antes de llegar a Zalduondo, un pueblo alav¨¦s de poco m¨¢s de un centenar de habitantes, en el que Bernardo Atxaga pasa parte del a?o. Basta girar la llave de la cancela para acceder al jard¨ªn de la que anta?o fue una mansi¨®n hist¨®rica en la ruta del Camino de Santiago franc¨¦s. En el interior, los cuadros de Zumeta se conjugan con una ballena de papel colgada del techo de la cocina y otras se?ales inequ¨ªvocas que muestran que en ese caser¨®n mandan los ni?os, en este caso dos peque?as, cuyas tareas extraescolares han obligado a sus padres a vivir, mientras dura el curso, en Vitoria. Esta ma?ana, en la que el sol y la nieve compiten por quedarse, Atxaga est¨¢ acompa?ado por su editor en euskera, Peyo Elzaburo. Hasta ahora, en la literatura del autor de Obabakoak se hablaba de mundos fant¨¢sticos en los que pod¨ªa ocurrir que alguien enfermara porque un lagarto se le hab¨ªa metido dentro del cuerpo. Muchas de esas historias forman parte de un mundo imaginario que estaba relacionado con los relatos que escuch¨® de ni?o cuando acompa?aba a su padre a cobrar el recibo de la luz por los pueblos o los a?os que pas¨® en la escuela, pero ahora ha dado carpetazo a ese universo literario. Su nueva novela, Siete casas en Francia (Alfaguara), narra la vida y miserias de la guarnici¨®n militar de Yangambi, en los a?os en que el Congo era propiedad privada del rey Leopoldo II de B¨¦lgica.

Esta vez, el escritor vasco ha querido reflejar el env¨¦s de las novelas de aventuras. Siete casas en Francia no cuenta la t¨ªpica historia del explorador cansado inmerso en los paisajes que recuerdan los planos de arrebatadora belleza, popularizados en Memorias de ?frica. En la novela de Atxaga se cita a Stanley -en la ¨¦poca en que ya hab¨ªa encontrado el paradero de su hom¨®logo y hab¨ªa popularizado la frase ?doctor Livingstone, supongo?-, a los Rothschild, al maharaj¨¢ de Kapurthala y a una bailarina a la que el rey belga quer¨ªa seducir, pero ellos no protagonizan el relato. La novela cuenta "parte de ese mundo horroroso que queda oculto tras la cobertura ideol¨®gica y po¨¦tica que narra ese tipo de literatura". Atxaga asegura conocer muchas cosas sobre ?frica, incluso hab¨ªa escrito antes Lecci¨®n sobre el avestruz, pero, en este caso, la geograf¨ªa era, en cierto modo, un accidente. Le preocupaba, especialmente, el lenguaje, o lo que es lo mismo la manera de narrar unos hechos sobrecogedores, protagonizados por un pu?ado de oficiales blancos acostumbrados a hacer y deshacer sobre la vida de los nativos. El capit¨¢n de la guarnici¨®n, Lalande Biran, un acreditado poeta, que se ha enriquecido a costa de esquilmar caoba y marfil, recibe cartas peri¨®dicas de su esposa en las que le exige m¨¢s dinero para construir nuevas casas en Francia. Perdidamente enamorado de su se?ora, el militar acostumbra a violar a una joven nativa semanalmente. La muchacha debe ser virgen para evitar el peligro de contagio de la s¨ªfilis. El libro contiene ecos de los 14 meses que el autor pas¨® en un cuartel mientras cumpl¨ªa el servicio militar hasta su experiencia reciente sobre los funerales de soldados fallecidos en Irak a los que ha asistido durante un periplo por el Lejano Oeste. Varias de las historias que recoge la novela tienen tambi¨¦n relaci¨®n con el comportamiento de algunos de los militares con los que el escritor se ha cruzado en su camino, pero en la novela viven personajes, no se trata, dice, de "ideolog¨ªa hecha carne".

Una narraci¨®n de este tipo no supon¨ªa necesariamente a la hora de ejecutarla un conocimiento ¨ªntimo del horror. Atxaga (Asteasu, Guip¨²zcoa, 1951. www.atxaga.org/) cree que la experiencia de lo terrible es universal y que todos tenemos una idea de esa maligna matem¨¢tica que hace que las v¨ªas de acceso a lo peor o a lo horrible sean infinitas: "Hay mil formas de hacer vulnerable a la persona". Por eso el autor de El hombre solo ha huido de describir situaciones inhumanas de forma que proyectaran crueldad. Todo lo que se cuenta en la novela, a veces lo peor, es s¨®lo una menci¨®n. Cuando va a ocurrir algo la historia pasa a otro personaje, despu¨¦s ese personaje conoce el desenlace pero sin narrar el hecho porque ser¨ªa como "regodearse sin piedad".

Esta vez, el reto para el escritor en lengua vasca m¨¢s premiado de todos los tiempos pasaba por la manera de narrar la historia. "Quer¨ªa hablar de los problemas, de las cuestiones graves de forma, que fuera audible. Escribir sobre la brutalidad en el sentido de lamento y dolor no es el camino. Opt¨¦ por un tono entre fr¨ªvolo, absurdo y siniestro", argumenta. "Los asuntos m¨¢s horrorosos del planeta se cuentan en forma de cr¨®nica, de denuncia o de queja; los pol¨ªticos tienen su propio idioma y Amnist¨ªa Internacional tambi¨¦n, pero esa manera de expresarse ya est¨¢ asumida. Nos hemos acostumbrado a escuchar las noticias m¨¢s espeluznantes como un ruido de fondo y a m¨ª me interesaba hablar sobre el horror de forma que se pueda o¨ªr, por eso escog¨ª la comicidad siniestra. Por explicarlo con un s¨ªmil musical, hab¨ªa que quitar violines y dejar un texto no ecualizado en el que el lector vaya a por el libro como una novela de aventuras y de repente se pare y diga qu¨¦ estoy leyendo, hacer que sea ¨²til conocer lo que pas¨® all¨ª". Con esa idea en la cabeza, Atxaga subray¨® frases que, al tiempo que anuncian algo, ocultan otra realidad. Para explicarlo recurre al ejemplo de un informativo de cualquier cadena de televisi¨®n en el que el locutor anuncia relajado que "las personas sin recursos tambi¨¦n han celebrado este a?o la Navidad en los albergues". Su plan pasaba por despojar de ideolog¨ªa frases de ese calibre y "volver al fondo del asunto".

Una vez que tuvo claro el contexto en el que deb¨ªan moverse los personajes de Siete casas en Francia se preocup¨® por buscar un marco adecuado para albergar los hechos que quer¨ªa narrar. Dud¨® entre California y los chinos en los a?os en que se construy¨® el ferrocarril, "una aut¨¦ntica atrocidad", pero despu¨¦s opt¨® por el Congo belga en los a?os en que era propiedad de Leopoldo II. "Quiz¨¢s la mejor met¨¢fora del horror despu¨¦s de Auschwitz se encuentre ah¨ª". Quer¨ªa reflejar el terror hist¨®rico y del comportamiento humano de la manera m¨¢s seca, que todo fuera alusivo. "Imagino al lector contrastando todo lo que ha le¨ªdo con algo que ha visto en el mundo. En un pasaje de la novela se habla de que 'hab¨ªa llegado el momento de realizar la segunda limpieza en Yangambi', pero cuando escribo esa frase conozco, por mi propia experiencia, que se trata de algo que he visto hacer en muchos sitios; la ¨²ltima vez en Cartagena de Indias cuando asist¨ª al Congreso de la Lengua. Me extra?¨® mucho ver a tan poca gente por la calle, hasta que hablo con un taxista y me cuenta que los que all¨ª faltan los han sacado de la ciudad para que est¨¦ limpia ante los visitantes. Todo esto de sacar a los pocos fotog¨¦nicos me parece una caracter¨ªstica de nuestro mundo, y yo construyo esa escena a partir de ahora, sabiendo o imaginando que el lector va a tener siempre ese reflejo, o cuando hago el chiste de ?por qu¨¦ no te callas? Muchos van a pensar en lo que dijo el Rey de Espa?a a Ch¨¢vez".

Muy ceremonioso, acogedor con los invitados y narrador dif¨ªcil de detener, Atxaga abre par¨¦ntesis sin parar cuando habla. Situar la novela en el Congo belga a principios del siglo pasado fue algo que tuvo claro a partir de una casualidad. Sucedi¨® mientras le¨ªa Escritos pol¨ªticos, de Mark Twain, un t¨ªtulo que compr¨® en La Habana cuando acudi¨® a la feria del libro. En el avi¨®n de vuelta descubri¨® el "sonido estremecedor" de esas p¨¢ginas. Apenas una frase al inicio del texto: "La guarida del peor criminal que ha dado la historia est¨¢ en Bruselas", le enganch¨®.

Los que conocen al autor de Esos cielos saben del cari?o que Atxaga le toma a los libros y el trabajo que le cuesta soltarlos. S¨®lo de Siete casas en Francia ha realizado m¨¢s de 1.400 correcciones. La novela ya se ha publicado en vasco -Zazpi etxe Franzian (Pamiela)- y la pr¨®xima semana se edita en castellano, catal¨¢n y gallego. Atxaga ya trabaja en la segunda parte de la que ser¨¢ una geograf¨ªa imaginaria, pero en realidad la siguiente novela fue escrita antes de Siete casas en Francia. "Empec¨¦ a trabajar en una novela que se llamaba Charlotte y los monos, narrada en el tono rosa de las novelas rom¨¢nticas, pero cuando llevaba unas cien p¨¢ginas, en el momento en que la protagonista iba a visitar a su abuelo, surgi¨® el personaje de Chrysostome y me fui a otra novela". Chrysostome, un tipo duro que s¨®lo piensa en disparar y lleva colgado del cuello un cord¨®n azul con una imagen de la virgen, protagoniza en silencio Siete casas en Francia. Parco en palabras y soldado modelo, Chrysostome acaba por volverse vulnerable cuando se ve rodeado de envidiosos.

Esta tarde de finales del invierno, Atxaga comparte picoteo y vino con los invitados. Olvidada en una repisa de la cocina queda la placa de matr¨ªcula para el coche que la familia Atxaga utiliz¨® durante su estancia en Estados Unidos en la que se lee la palabra Obaba. Apenas un recuerdo m¨¢s de un viaje de cerca de un a?o en Reno, becado por la Universidad de Nevada, y que ha supuesto un corte rotundo en su vida. "Fuera todo lo que te encuentras es diferente. El sol de Nevada no se parece a ning¨²n sol que haya por estos alrededores, el paisaje es, por una parte, desierto y, por otro, sierra; todo eso ayuda al cambio". Y es que, a veces, no hay nada mejor que poner distancia. Buena parte de Obabakoak la escribi¨® en Escocia y El hombre solo surgi¨® cerca de Montpellier. Atxaga hace suyo un poema de Kavafis sobre c¨®mo inconscientemente acabamos por construir c¨¢rceles a nuestro alrededor. "La vida de todos los d¨ªas se convierte en una prisi¨®n, prisionero de tus opiniones, tus humores, la sociedad, las noticias en los peri¨®dicos... Siempre que viajo lo hago para romper. Aislado no hay posibilidad de despiste, est¨¢s t¨², el texto y tus fantasmas".

La mayor parte de las p¨¢ginas de Siete casas en Francia fueron escritas a miles de kil¨®metros de su casa, lo que en s¨ª mismo ya supone un corte profundo con lo que se deja atr¨¢s y, especialmente, cuando llegas a un sitio tan extraordinario como es el Oeste americano: "En ese escenario se rodaron muchas pel¨ªculas cuyo paisaje queda en nuestra mente. All¨ª, como dec¨ªa Ronald Reagan, empez¨® la canci¨®n de Estados Unidos, la ideolog¨ªa de la naci¨®n entera se hace en el Oeste americano", cuenta. "Fuera, te atrapan las cosas m¨¢s sencillas; desde ni?o has o¨ªdo hablar de los indios y eso queda en tu interior, pero cuando est¨¢s en Pir¨¢mide Lake, un lago azul en medio del desierto donde no se escucha nada, y ves a dos personas pescando y te acercas y se presentan como indios paiute, pues resulta todo un acontecimiento". Se nota que la estancia en Estados Unidos ha sido enriquecedora. All¨ª ha encontrado "la paz de los monasterios" para el estudio y escribir. ?l trabajaba mirando a una pared y su mujer, la escritora Asun Garikano, a la pared contraria. Ella preparaba una antolog¨ªa sobre la emigraci¨®n vasca, con textos escritos por autores americanos en los que han mencionado a los emigrantes. En la Universidad de Reno funciona una c¨¢tedra para estudios del euskera, dado que en la zona vive una comunidad vasca que no ha querido perder del todo sus ra¨ªces. Se trata de la tercera generaci¨®n de familias llegadas el siglo pasado, gente nacida en Estados Unidos pero que, como todos los emigrantes, todav¨ªa conserva una relaci¨®n con su tierra y su lengua.

En Estados Unidos escribi¨® un blog y ya tiene material para un nuevo libro que podr¨ªa titularse Los d¨ªas de Nevada y en el que incluir¨ªa recuerdos como el del d¨ªa que fueron a ver a Hillary Clinton -la admira mucho- y c¨®mo el desmayo de una oyente cambi¨® el rumbo del discurso. "Si es verdad que s¨®lo el instante es eterno, ¨¦se es el instante que te queda para toda la vida". En esas p¨¢ginas no faltar¨¢, tampoco, el primer encuentro con Obama, cuando todav¨ªa quedaba lejos la campa?a... "Tenemos mucho que aprender de Estados Unidos y de su democracia, all¨ª los pol¨ªticos dependen tanto de la gente que hacen todo lo posible por ganarse los votos; por Reno pas¨® Obama tres veces y una McCain, eso es inimaginable aqu¨ª".

Pero lo literario y la realidad a menudo caminan por la misma senda. Mientras Atxaga escrib¨ªa sobre las injusticias que se produc¨ªan en la guarnici¨®n militar del Congo, a 50 metros de su casa hubo una violaci¨®n con secuestro y asesinato, lo que acab¨® por provocar una especie de estado de excepci¨®n en la ciudad, con helic¨®pteros sobrevolando la zona, registros y peri¨®dicos que publicaban listas con nombres de violadores.

?Y ahora de vuelta cu¨¢l es su sensaci¨®n? "Me he descolgado del pelot¨®n. Creo que pronto voy a dejar la carretera en la que se celebra esta competici¨®n y me voy a ir a otra diferente. Ha sido una liberaci¨®n alejarse de la realidad vasca. Como escritor ya he contado todo lo que deb¨ªa de la parte m¨¢s terrible de nuestra historia. Ahora soy uno m¨¢s, un ciudadano de a pie que ha apoyado en las elecciones a Ezker Batua, pero mi otro yo, que es el de escritor, ya piensa en otras cosas, como aquel libro de Robert Graves, Adi¨®s a todo eso".