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Reportaje:

El laberinto nuclear

Jes¨²s Rodr¨ªguez

Es m¨¢s complicado entrar en una central nuclear que en La Moncloa. Y no es un recurso literario. Es mucho m¨¢s dif¨ªcil. Especialmente tras el 11-S. Una nuclear recuerda a una c¨¢rcel de alta seguridad. Alambradas coronadas de cuchillas; vallas de alta tensi¨®n; guardias con 38 al cinto; perros inquietos; controles de armas; arcos que detectan explosivos. Las c¨¢maras giran descaradas a tu paso. Los procedimientos se complican cuando se pretende penetrar en el edificio del reactor. La catedral de hormig¨®n donde late un coraz¨®n cargado de uranio cuya reacci¨®n produce calor que origina vapor que mueve una turbina que genera electricidad. Aqu¨ª la seguridad es extrema. Hay que cruzar un par de jaulas de acero que se abren con las huellas dactilares. Equiparse de mono, guantes, botas y gafas. Y un dos¨ªmetro personal que medir¨¢ las radiaciones que soportemos en el interior. Luego, largos pasillos en tonos crema tapizados de cables y tuber¨ªas. Todo dise?ado para soportar un se¨ªsmo. No hay un alma. No huele a nada. De fondo, el machac¨®n murmullo de la ventilaci¨®n.

Cada pastilla de ¨®xido de uranio del tama?o de una aspirina proporciona tanta energ¨ªa como 700 kilos de carb¨®n
El "lobby' at¨®mico afirma que el mundo necesita 400 nuevos reactores nucleares en los pr¨®ximos 20 a?os
Los expertos cifran en 6.700 toneladas los residuos de alta actividad que se producir¨¢n en espa?a hasta 2030
La renovaci¨®n o el cierre por el Gobierno de la centralde Garo?a marcar¨¢ el futuro
Ana Palacio, ex ministra de exteriores de Aznar, ocupa ahora la vicepresidencia de la primera empresa nuclear del mundo
El caj¨®n del reactor de la central de vandell¨°s I, desmantelada en 2003, deber¨¢ permanecer sellado 25 a?os
La central Olkiluoto iba a ser el s¨ªmbolo del renacer nuclear, pero ha costado 2.000 millones m¨¢s de lo previsto

Nuestro destino es una compuerta mezcla de caja fuerte de banco y esclusa de submarino. La cruzamos con prevenci¨®n; se cierra tras nosotros con un susurro. Quedamos atrapados en un corredor sellado por otra compuerta blindada. La siguiente esclusa se abre con parsimonia. Avanzamos. Estamos sobre el reactor. Bajo nuestros pies ocurre algo que supera la ciencia-ficci¨®n. La reacci¨®n de fisi¨®n nuclear en cadena. Algo eterno y poderoso. Cada pastilla de ¨®xido de uranio del tama?o de una aspirina proporciona la misma energ¨ªa que 700 kilos de carb¨®n. Y lo primero que te viene a la cabeza es Hiroshima y Chern¨®bil. Sus miles de muertos. Y el macabro imaginario asociado a la energ¨ªa at¨®mica. En ese instante, un ingeniero nos recuerda que s¨®lo esta central, Cofrentes, en la provincia de Valencia, proporciona el 3,5% de la energ¨ªa el¨¦ctrica que se consume en Espa?a. Evita la emisi¨®n de nueve millones de toneladas de CO2 (responsable principal del cambio clim¨¢tico) a la atm¨®sfera. Y que es imposible que haya un accidente. Que los operadores de la central se entrenan durante a?os en simuladores. La central se autorregula. Los sistemas de emergencia est¨¢n cuadruplicados. Los residuos, concentrados bajo estricto control. Adem¨¢s, el Consejo de Seguridad Nuclear tiene destacados en cada central dos inspectores residentes que fiscalizan el proceso. Y entonces uno comienza a dudar. ?Sucia, cara y peligrosa, o segura, limpia y barata? ?El pasado o el futuro de la humanidad? ??ngel o demonio? Es la duda nuclear. M¨¢s bien, el eterno laberinto nuclear.

La reflexi¨®n dura poco. No hay tiempo. Estamos en la cima del reactor. En lo alto del edificio de contenci¨®n. Hormig¨®n y acero trenzado para que los gases radiactivos no escapen en caso de accidente. La ¨²ltima barrera. Chern¨®bil carec¨ªa de ella. "Chern¨®bil era peligrosa y lo sab¨ªamos; no ten¨ªan inspectores independientes, sino comisarios pol¨ªticos; no importaba la seguridad, sino el precio del kilovatio. Las centrales sovi¨¦ticas eran una bomba. Pero aquel accidente es imposible en Espa?a", explica el ingeniero, optimista.

-?Cree que las espa?olas son seguras?

-No lo creo, lo s¨¦. Si no, no estar¨ªa en una.

Bajo la c¨²pula del edificio se llega a una silenciosa piscina forrada de acero. Su agua es transparente como el cristal. El fondo despide un resplandor azulado. Hay que mantenerse a un par de metros del borde. Da escalofr¨ªos asomarse. A 13 metros de profundidad se dibujan las perfectas celdillas met¨¢licas donde se aloja el combustible usado; los residuos nucleares. El agua sirve de refrigeraci¨®n y blindaje contra sus radiaciones. Aqu¨ª est¨¢n almacenados 25 a?os de desechos de alta actividad y larga vida. Peligrosos durante miles de a?os. Nadie sabe qu¨¦ hacer con estas 600 toneladas de uranio. Ni con las 3.000 que reposan en otras siete centrales nucleares espa?olas. El tiempo corre. Y no termina de arrancar el Almac¨¦n Temporal Centralizado (ATC), el futuro gran cementerio nuclear espa?ol, cuya construcci¨®n autoriz¨® el Parlamento. Mientras, en la central de Trillo (Guadalajara), los residuos han desbordado la piscina. Y ocupan unos contenedores cil¨ªndricos forrados de acero, plomo y hormig¨®n. Los expertos cifran en 6.700 toneladas los residuos de alta actividad que se producir¨¢n en Espa?a hasta 2030. Es el lado inquietante del negocio nuclear. Su peor legado.

En Francia, la gran potencia at¨®mica europea, las empresas estatales reciclan ese combustible como parte de su lucrativo negocio nuclear y para autoabastecerse. Una cuesti¨®n estrat¨¦gica en un pa¨ªs en donde el 80% de la electricidad es de origen nuclear. Y que posee un importante arsenal at¨®mico. En Estados Unidos (cuyos modelo y tecnolog¨ªa predominan en las centrales espa?olas) rechazan esa pr¨¢ctica. El presidente Jimmy Carter (1977-1981) acu?¨® la doctrina de que el combustible procedente de la industria nuclear civil podr¨ªa ser reciclado para fabricar bombas at¨®micas. Era mejor evitar esa tentaci¨®n. Hoy podr¨ªa ser el caso de Ir¨¢n. Para evitar ese trasvase de combustible del uso civil al militar, todos los reactores del mundo est¨¢n sellados con unos complejos precintos de la Agencia Internacional de la Energ¨ªa At¨®mica (AIEA). Y, seg¨²n presenciamos en Cofrentes y Vandell¨°s II, vigilados por unas c¨¢maras de color azul de esa instituci¨®n de las Naciones Unidas. Se trata de que nadie manipule el combustible nuclear usado. Y que siga durmiendo en piscinas como ¨¦sta de Cofrentes. Hasta que alguien descubra qu¨¦ hacer con ¨¦l.

-?Qu¨¦ pasa si me caigo a la piscina?

-?Sabe nadar? ?S¨ª? No pasar¨ªa nada. Lo malo ser¨ªa que ingiriera agua. Ah¨ª tendr¨ªamos un problema. No se acerque mucho.

Que no cunda el p¨¢nico. Para los t¨¦cnicos que nos acompa?an, entrar en el edificio del reactor es lo m¨¢s natural. Quieren transmitir esa impresi¨®n. Al final de la visita hay que pasar por unos controles que detectan la posible contaminaci¨®n nuclear. Tienen el aspecto de modernas cabinas telef¨®nicas. Te apoyas sobre sus pulidas paredes de frente y a continuaci¨®n de espaldas. El sarc¨®fago pronuncia una cuenta atr¨¢s. Y emite su veredicto: ?Limpio! Suspiro de alivio. ?Cu¨¢nta radiaci¨®n hemos recibido durante una hora en el edificio del reactor? Un t¨¦cnico observa la cifra que refleja nuestro dos¨ªmetro y sentencia con orgullo: "Como si hubieran hecho un viaje corto en avi¨®n o permanecido dos horas delante de la televisi¨®n". Lo dicho; lo m¨¢s normal.

El mundo nuclear se alimenta de consignas. A favor y en contra. Durante m¨¢s de dos d¨¦cadas, el lobby (grupo de presi¨®n) antinuclear ha ganado la partida al pronuclear. "Los ecologistas comenzaron la guerra antes que nosotros. Han jugado con el miedo de la sociedad a lo desconocido. Han manipulado los incidentes. Han hecho mejor su trabajo", se queja un ejecutivo de la central Vandell¨°s, en la costa de Tarragona. El poderoso movimiento ecologista de Catalu?a (y tambi¨¦n del Pa¨ªs Vasco) naci¨® y se fue articulando en la d¨¦cada de los setenta en torno a las movilizaciones antinucleares. En Euskadi coincidieron con los a?os de plomo de ETA contra la central de Lem¨®niz. Ganar¨ªan la partida. A partir de 1984, la industria quedar¨ªa congelada en Espa?a. Y en esos a?os, en Suecia, Italia, Austria, Holanda y Alemania. En abril de 1986 estallaba Chern¨®bil. Freno y marcha atr¨¢s. En algunos pa¨ªses, como Italia, la industria desaparecer¨ªa. En otros sobrevivir¨ªa sin hacer ruido, como en Espa?a, donde a¨²n proporciona cerca del 20% de la energ¨ªa el¨¦ctrica. En Estados Unidos no habr¨ªa ni un solo pedido de centrales desde finales de los setenta. En Wall Street, ning¨²n inversor se ha atrevido durante dos d¨¦cadas a meter un d¨®lar en un sector con tan mala imagen e incierto futuro. A¨²n lo dudan.

En esta d¨¦cada, el escenario ha cambiado: el lobby nuclear ha hecho sus deberes. Y se comienza a manejar con arrogancia. Su argumento es que la energ¨ªa at¨®mica no contamina. Garantiza el suministro el¨¦ctrico y reduce nuestra dependencia del petr¨®leo, el carb¨®n y el gas y del chantaje de los Estados inestables que producen esos combustibles. Por contra, el uranio es m¨¢s barato y se concentra en Estados civilizados como Canad¨¢ o Australia. La consigna es que la energ¨ªa nuclear es imprescindible. La opini¨®n p¨²blica ha comenzado a cambiar su tradicional rechazo hacia lo nuclear. "Ya hay casi tantos europeos a favor como en contra de la energ¨ªa nuclear", escrib¨ªa Luis Doncel en El Pa¨ªs en febrero de este a?o. En esa l¨ªnea, los propagandistas nucleares dicen que son necesarios 400 nuevos reactores hasta 2030. De ellos, una decena se deber¨ªa construir en Espa?a, donde, seg¨²n Teresa Dom¨ªnguez, presidenta del Foro Nuclear (que agrupa los intereses del sector), "el mix perfecto de producci¨®n de electricidad deber¨ªa ser un tercio nuclear, otro tercio con combustibles f¨®siles y el tercero con renovables. Necesitamos diez nuevas centrales. Y como es imposible tenerlas listas antes de 2030, no se puede clausurar ninguna de las actuales. Empezando por Santa Mar¨ªa de Garo?a (Burgos), en la que antes del 5 de julio el Gobierno tiene que decidir si renueva su licencia de explotaci¨®n por un periodo de diez a?os o la cierra. Lo que ser¨ªa un atropello".

En los ¨²ltimos a?os ha surgido una nueva y orgullosa generaci¨®n de ecologistas nucleares en torno a un negocio de un bill¨®n de euros. Cada semana llega al mercado un nuevo libro abogando por lo at¨®mico. La publicidad de la industria muestra verdes praderas, arroyos cristalinos y linces en libertad. China y la India han encargado 40 reactores. Rusia tiene ocho en construcci¨®n. En Estados Unidos se han firmado una docena de proyectos durante la Administraci¨®n de Bush. Los pa¨ªses ¨¢rabes quieren centrales. Y los latinoamericanos. Suecia se las replantea. El Reino Unido apuesta por ellas, pero, advierte, sin el dinero del Estado. Berlusconi habla de fulminar la decisi¨®n que tom¨® Italia en refer¨¦ndum en noviembre de 1987 de acabar con la industria at¨®mica. Y afirma que construir¨¢ cuatro centrales con los franceses. Incluso Felipe Gonz¨¢lez, el presidente que en 1984 firm¨® la moratoria nuclear, en su actual posici¨®n de responsable del Grupo de Reflexi¨®n sobre el futuro de la Uni¨®n Europea, ha afirmado: "Es un error dram¨¢tico que no se quiera debatir la energ¨ªa nuclear; a favor o en contra, pero lo esencial es tener un debate. La UE no puede estar aislada ni excluirse del debate de la energ¨ªa nuclear, sobre todo cuando cada vez habr¨¢ m¨¢s pa¨ªses que recurran a este tipo de fuente energ¨¦tica. Se me interpretar¨¢ que la defiendo, aunque creo que es m¨¢s razonable que otros usos, pero ¨¦se no es el problema; el problema no es el uso, sino que se discuta". Los tiempos han cambiado. La decisi¨®n est¨¢ sobre la mesa. En el Ministerio de Industria nadie parece saber nada sobre la prolongaci¨®n de la vida de la vetusta central de Santa Mar¨ªa de Garo?a. Ni sabe ni contesta.

La playa de la Almadraba, en Hospitalet de l'Infant, est¨¢ desierta. Se cierne sobre ella la c¨²pula de la central de Vandell¨°s. Una lancha de la Guardia Civil vigila que ninguna embarcaci¨®n cruce la zona de exclusi¨®n mar¨ªtima en torno a sus instalaciones. Aqu¨ª nos ha citado Eloi Nolla. Un veterano activista de Ecologistas en Acci¨®n. Ha participado en todas las batallas antinucleares de los ¨²ltimos 35 a?os. "Y han sido muchas. El franquismo nos puso aqu¨ª cuatro reactores, los dos de Asc¨® y los de Vandell¨°s, pero conseguimos parar otros tantos. No ten¨ªamos mucha informaci¨®n, pero Alemania fue nuestro ejemplo. All¨ª los verdes se opusieron desde el principio y no eran terroristas de extrema izquierda, sino burgueses de clase media que quer¨ªan calidad de vida. En Alemania hay un calendario para el fin de las nucleares. Y es lo que queremos en Espa?a: un calendario. Si el Gobierno lo fija, podr¨ªamos hablar de todo. Hasta de construir el Almac¨¦n Temporal Centralizado. Todo para que no se hipoteque el futuro del planeta".

-?Est¨¢n convencidos de que las centrales son malas?

-Lo vimos en Chern¨®bil. Matan. Hubo m¨¢s de 4.000 personas que murieron. En Tarragona no podemos hablar del impacto sobre la salud, porque no hay estudios epidemiol¨®gicos. Pero una nuclear no crea tranquilidad; es un retroceso para la econom¨ªa y se carga el turismo. Y no hay que dejar de lado la contaminaci¨®n t¨¦rmica y radiactiva del agua que refrigera el reactor y vuelve al mar. En Asc¨® y Vandell¨°s siempre hay alg¨²n incidente grave; cuando no es un incendio, es un escape de part¨ªculas contaminadas como el a?o pasado. Y no podemos olvidarnos del accidente de Vandell¨°s?I, en octubre de 1989, que pudo ser nuestro Chern¨®bil. A punto estuvo de haber un escape de agua y gases contaminados hacia el exterior. No ten¨ªa edificio de contenci¨®n. Se activaron los protocolos de emergencia 50 kil¨®metros alrededor de la central. Hubo una rebeli¨®n popular y en mayo de 1990 el Gobierno la cerr¨® definitivamente. Fue una victoria. Era la primera central que se desmantelaba en Espa?a. Ten¨ªa 17 a?os. Y una licencia hasta 2003. Y la cerraron.

A un par de kil¨®metros de esta playa, una extra?a construcci¨®n en mitad de un secarral esconde el enorme hex¨¢gono de hormig¨®n de 57 metros de altura que alberg¨® el reactor de Vandell¨°s I. La central fue desmantelada entre 1998 y 2003. Su combustible, descargado y enviado a Francia en los llamados trenes de la muerte. Todas las instalaciones demolidas y 1.763 toneladas de materiales contaminados remitidas al cementerio de residuos de baja y media actividad de la Empresa Nacional de Residuos Radiactivos en El Cabril (C¨®rdoba). Pero no ha acabado todo a¨²n. El caj¨®n del reactor deber¨¢ permanecer herm¨¦ticamente sellado en un proceso de latencia que durar¨¢ 25 a?os. Y desde una ventana emplomada perforada en un muro de 70 cent¨ªmetros de espesor es posible contemplar las 1.100 toneladas de grafito contaminado almacenadas junto al esqueleto del reactor. Conservar¨¢n su radiaci¨®n 5.000 a?os. Nadie sabe qu¨¦ hacer con ellas.

Es la herencia de Vandell¨°s I. Comenz¨® a operar en 1972 y fue el orgullo del desarrollismo. En el que estaban embarcados los prohombres del r¨¦gimen. A comienzos de los setenta, la energ¨ªa nuclear era un ejemplo de progreso. Batas blancas y prestigio internacional. Propaganda para el r¨¦gimen. Espa?a crec¨ªa. Necesitaba energ¨ªa el¨¦ctrica. Y el Estado promov¨ªa y avalaba la construcci¨®n de las centrales. Las que siguen en pie fueron concebidas en los estertores del r¨¦gimen de Franco. Todo como la seda. Hasta la crisis del petr¨®leo de 1973.

Cuando se realiza un reportaje sobre la energ¨ªa nuclear la cuesti¨®n es encontrar a alguien de centro; que no pertenezca a un bando ni a otro. Lo m¨¢s aproximado puede ser Marcel Coderch, un ingeniero formado en el Instituto Tecnol¨®gico de Massachusetts que hoy ocupa la vicepresidencia de la Comisi¨®n del Mercado de las Telecomunicaciones. "Vivimos una continua ceremonia de la confusi¨®n. Y aqu¨ª lo importante es saber por qu¨¦ se dejaron de construir las nucleares y si han cambiado esas condiciones. Y lo que nadie cuenta es que los motivos por los que se abandonaron fueron econ¨®micos. Hasta 1973, la tasa de crecimiento de consumo el¨¦ctrico en Occidente estaba en torno al 7% anual y ¨¦se era el reto que hab¨ªa que acometer. Se necesitaban nucleares. Y llega la crisis del petr¨®leo, la recesi¨®n, y se pasa de ese crecimiento del 7% a cifras negativas. Las centrales existentes ya superaban esa capacidad. No hab¨ªa que construir m¨¢s. Adem¨¢s, con una inflaci¨®n desatada, los tipos de inter¨¦s se colocaron en el 17%. Una nuclear necesita mucha inversi¨®n, puede costar 5.000 millones de euros, y si los tipos son altos y no est¨¢ detr¨¢s el Estado, el kilovatio deja de ser competitivo. Se cancelaron muchos programas. En Estados Unidos no se han encargado en d¨¦cadas".

-Y en Espa?a?

-Fue peor. Aqu¨ª los tipos de inter¨¦s altos se agravaron con un tipo de cambio con el d¨®lar que nos desfavorec¨ªa. El Estado avalaba los cr¨¦ditos y se iban a construir el doble de centrales. Pero ya no hac¨ªan falta. Cuando el PSOE llega al poder en 1982 se encuentra ese panorama. Las el¨¦ctricas, al borde de la bancarrota. Y ocho centrales iniciadas. Ah¨ª se larva la moratoria nuclear. Que tiene un cariz econ¨®mico que el PSOE viste de pol¨ªtico, porque hab¨ªa que indemnizar a las el¨¦ctricas con 700.000 millones de pesetas por las seis nucleares cuya construcci¨®n se iba a parar. Y lo ten¨ªan que pagar los ciudadanos en el recibo de la luz. Era mejor para el Gobierno pasar por ecologista que por defensor de las el¨¦ctricas. Se visti¨® una decisi¨®n econ¨®mica con un tinte ecol¨®gico.

-?Y ahora?

-La incertidumbre es total. Hay un interrogante mundial. Y mucha declaraci¨®n de intenciones, muchos apretones de manos, pero ning¨²n contrato en firme en Occidente. Se est¨¢n construyendo en China y la India y Rusia, pero ya sabemos c¨®mo funcionan all¨ª las cosas. Aqu¨ª no hay que precipitarse en un sentido ni el otro. El renacimiento nuclear puede ser la alternativa, pero no hay que precipitarse. Ser¨¢ largo y lento. Puede que en 2016 haya cuatro o cinco proyectos en EE UU, y si se cumplen en plazo y presupuesto, quiz¨¢ se reactive. En Espa?a hay que tener un plan B. Un escenario fijado en torno a 2020 para ver si se pueden sustituir las nucleares por renovables. Y si van a ser rentables. Y si tiene que estar el Estado detr¨¢s. Pero no precipitarse en cerrar ni precipitarse en encargar otras 10.

Durante las largas vacas flacas del negocio nuclear, s¨®lo dos pa¨ªses, Jap¨®n y Francia, apostaron por seguir adelante. Fue una apuesta estrat¨¦gica. De consumo interno. Hoy, Jap¨®n tiene 55 reactores en servicio y dos en construcci¨®n, y nuestros vecinos, 59 y uno m¨¢s en construcci¨®n. Francia cubre mediante empresas p¨²blicas, especialmente Areva, un consorcio con 76.000 empleados en 110 pa¨ªses, todo el abanico del negocio nuclear: desde la fabricaci¨®n del combustible hasta el dise?o, edificaci¨®n y mantenimiento de los reactores y las centrales, y el reproceso del combustible usado. Ana Palacio, vicepresidenta de Areva, describe (con su particular sentido del humor) su empresa: "Somos igual que Nespresso: hacemos el caf¨¦; lo metemos en la capsulita; fabricamos la cafetera; recargamos las c¨¢psulas gastadas y reciclamos los posos de caf¨¦". Palacio, que fue ministra de Exteriores con Aznar y vicepresidenta del Banco Mundial con Wolfowitz, recal¨® en la p¨²blica francesa hace un a?o. Su cometido son las relaciones internacionales. Abrir puertas. Convencer a los poderosos de que la opci¨®n del futuro es la nuclear. Algo que ya hizo su hermana, Loyola de Palacio, en su puesto de comisaria europea de la Energ¨ªa (1999-2004), abogando por la energ¨ªa at¨®mica. Ella sigue su estela. Aunque le suponga renegar de los negacionistas de la derecha neocon que cuestionan el cambio clim¨¢tico. Sabe que el mejor argumento a favor del negocio nuclear es que no agrava el calentamiento global. Y hay que cuidarlo.

"Lo importante es que haya un debate en los tres ¨¢mbitos que preocupan a la gente: la seguridad, la proliferaci¨®n de armas nucleares y los residuos", explica Palacio. "Y nosotros tenemos respuestas satisfactorias para cada una. Decimos que la energ¨ªa nuclear es segura y no contamina; es una forma de energ¨ªa aut¨®ctona; en la que precio del uranio tiene una incidencia muy peque?a en el precio de la energ¨ªa; con seguridad de suministro; constante y predecible de precio. Y, adem¨¢s, reciclamos el combustible. Y cabe en una cancha de f¨²tbol. La energ¨ªa es el hilo conductor de la globalizaci¨®n; y si se pretende que la globalizaci¨®n sea un ¨¦xito, tiene que haber electricidad para todos y, adem¨¢s, ser viable para el planeta. La energ¨ªa nuclear no es la soluci¨®n al cambio clim¨¢tico, pero no hay soluci¨®n contra el cambio clim¨¢tico que no cuente con la energ¨ªa nuclear".

Areva, que pretende hacerse en las dos pr¨®ximas d¨¦cadas con un tercio del mercado de centrales nucleares en todo el mundo (en torno a 60 reactores hasta 2020), est¨¢ basando su estrategia comercial en el nuevo reactor EPR, que construye para la finlandesa Olkiluoto. Esta central, la primera que se inicia en Occidente en d¨¦cadas, iba a ser su escaparate y banco de pruebas. Un s¨ªmbolo del renacimiento nuclear. Sin embargo, los problemas se est¨¢n acumulando en Olkiluoto. El precio de la central se ha disparado al doble de lo presupuestado. Y ya se prev¨¦ un retraso de tres a?os. Un desastre para su imagen. Seg¨²n un ingeniero nuclear, "con la incertidumbre que se vive en nuestro sector, las empresas tienen que dar precios cerrados para ser competitivas. Ofrecen un precio atractivo al cliente aunque pierdan dinero. Areva pidi¨® a los finlandeses 3.000 millones de euros por el EPR. Finlandia hizo c¨¢lculos y le pareci¨® bien. Era un precio artificial. Y Areva (es decir, el Estado franc¨¦s) tiene que provisionar 2.000 millones m¨¢s porque se ha pasado del presupuesto inicial. Y los finlandeses ya est¨¢n pidiendo indemnizaciones. Con ese panorama, ?qui¨¦n se va a comprar una nuclear? Si Olkiluoto no sale bien, es dif¨ªcil que otros pa¨ªses se metan en ese l¨ªo".

Ajenos a la alta pol¨ªtica internacional, en la factor¨ªa de Areva en Chalon Saint Marcel, entre vi?edos de Borgo?a, construyen el reactor que ir¨¢ a Finlandia, otro id¨¦ntico para la central nuclear de Flamanville, en Francia, y un tercero destinado a China. No hay tiempo que perder. La visita a esta enorme f¨¢brica proporciona una buena ocasi¨®n para ver de cerca el coraz¨®n secreto de una central. Tarda cuatro a?os en fabricarse. La vasija del reactor es una caldera de 13 metros de alto, cinco de di¨¢metro y 552 toneladas de peso fabricada en acero de 25 cent¨ªmetros de grosor tan pulido como un espejo. Albergar¨¢ durante 40 a?os el milagro de la fisi¨®n nuclear. 40 a?os. Es la vida que auguran los t¨¦cnicos de Chalon Saint Marcel a su reactor.

La misma edad que est¨¢ a punto de cumplir la central espa?ola de Santa Mar¨ªa de Garo?a, que comenz¨® a operar en octubre de 1970. Garo?a es un s¨ªmbolo. Nos dar¨¢ pistas del sesgo que el Gobierno socialista quiere imprimir a su pol¨ªtica nuclear (y energ¨¦tica) de los pr¨®ximos a?os. Una decisi¨®n puramente pol¨ªtica. El 5 de julio, el Gobierno o cierra Garo?a o renueva su licencia por 10 a?os m¨¢s. Una iniciativa, prolongar la vida de las centrales, que se est¨¢ practicando masivamente en Estados Unidos. Es m¨¢s barato y menos arriesgado que construir nuevas centrales. Medio centenar han visto prolongada su vida desde los 40 hasta los 60 a?os. En esa l¨ªnea, todas las centrales espa?olas est¨¢n acometiendo inversiones para mejorar su seguridad interna y externa, reducir la producci¨®n de residuos y evitar la corrosi¨®n en los reactores. El objetivo es prolongar al m¨¢ximo la vida de unas instalaciones que ya est¨¢n amortizadas y dan mucho dinero. Para Marcel Coderch, "si cierran Garo?a, no pasa nada; ser¨¢ como fijar un calendario, y cuando las siguientes centrales espa?olas lleguen a los 40 a?os, ya sabremos que ir¨¢n cerrando. Y si alargan su vida hasta los 60 a?os, tampoco pasa nada; pero tienen que saber que juegan con fuego. Y que un accidente en una central a la que hayan prolongado su licencia se cargar¨ªa la industria nuclear mundial durante d¨¦cadas. Ser¨ªa peor que Chern¨®bil".

Un b¨²nker subterr¨¢neo en la sede del Consejo de Seguridad Nuclear en Madrid acoge la Sala de Emergencias (Salem). Desde aqu¨ª se controla lo que ocurre en cada instalaci¨®n at¨®mica de nuestro pa¨ªs. Cualquier incidencia o parada. Tiene conexiones con las centrales, f¨¢bricas de combustible y cementerios; los servicios meteorol¨®gicos, Protecci¨®n Civil, las subdelegaciones del Gobierno y la c¨¦lula de crisis de la Presidencia del Gobierno. En caso de desastre nuclear, este recinto quedar¨ªa activado, recibir¨ªa toda la informaci¨®n y centralizar¨ªa una respuesta inmediata. Hay dos funcionarios 24 horas al d¨ªa, 365 d¨ªas al a?o. Esta sala es el mejor reflejo del laberinto nuclear. El dilema contin¨²a.

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Sobre la firma

Jes¨²s Rodr¨ªguez
Es reportero de El Pa¨ªs desde 1988. Licenciado en Ciencias de la Informaci¨®n, se inici¨® en prensa econ¨®mica. Ha trabajado en zonas de conflicto como Bosnia, Afganist¨¢n, Irak, Pakist¨¢n, Libia, L¨ªbano o Mali. Profesor de la Escuela de Periodismo de El Pa¨ªs, autor de dos libros, ha recibido una decena de premios por su labor informativa.

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