Las guerras de Gertrude y Alice
Un libro de la prestigiosa reportera Janet Malcolm concluye que Stein y Toklas, jud¨ªasy lesbianas, eludieron su destino en la Francia ocupada por sus lazos colaboracionistas
Una buena pregunta suele ser la l¨ªnea m¨¢s recta hacia la respuesta adecuada. "?C¨®mo pudieron sobrevivir dos viejas lesbianas jud¨ªas en la Francia ocupada en la II Guerra Mundial?" es una buena pregunta. A partir de ella, la periodista Janet Malcolm (Praga, 1934) investig¨® a la escritora experimental Gertrude Stein y a su pareja y secretaria personal durante d¨¦cadas, Alice B. Toklas. La respuesta, publicada en tres art¨ªculos de New Yorker, se recoge ahora en el libro Dos vidas (Lumen).
Cuando la guerra estall¨® en 1939, Stein y Toklas, acaso la pareja m¨¢s pintoresca de las letras estadounidenses, ya hab¨ªan sido despojadas de su piso en la parisiense calle Fleurus, uno de los escenarios cl¨¢sicos de la "generaci¨®n perdida", t¨¦rmino acu?ado por Stein para referirse a sus amigos literatos, buscavidas y expatriados. Viv¨ªan entonces apaciblemente entre frecuentes visitas de Picasso, Hemingway o Man Ray en Culoz, rinc¨®n del sur de Francia bajo el yugo nazi desde 1940.
Entre esos amigos, con los que a menudo ofici¨® de mecenas, figuraba Bernard Fa?. Traductor de Stein al franc¨¦s, fue nombrado ese mismo a?o -en sustituci¨®n de un jud¨ªo- director de la Biblioteca Nacional. En uno de sus habituales encuentros con el mariscal P¨¦tain, habl¨® en Vichy en favor de "Gertrude, de su genio, del peligro que corr¨ªa", seg¨²n recogi¨® en sus memorias, escritas en 1966. Veinte a?os despu¨¦s de ser condenado por cr¨ªmenes de guerra, y a los 15 de que Toklas le ayudase a fugarse de un hospital penitenciario con dinero obtenido de la venta de algunas de las obras de arte heredadas de Stein. "El mariscal escribi¨® una carta al subprefecto de Belley en la que [...]", continuaba Fa?, "daba instrucciones para que se ocupara de que no les faltara calefacci¨®n y solicitaba para ellas raciones dobles de carne y mantequilla".
"Muchos lectores se indignaron al publicarse [en 2007] el libro en EE UU", explicaba Malcolm esta semana en su refinado apartamento de Manhattan. Con vistas al Gramercy, el ¨²nico jard¨ªn privado que sobrevive en la ciudad, la influyente reportera -c¨¦lebre por la disecci¨®n que de su oficio realiz¨® en el cl¨¢sico El periodista y el asesino y por sus investigaciones sobre Ch¨¦jov, Freud o Sylvia Plath- se preguntaba: "?Qui¨¦n sabe lo que cualquiera de nosotros habr¨ªa hecho en esa situaci¨®n? Yo no puedo culparles. S¨®lo eran supervivientes. Y nada prueba que fueran conscientes de los v¨ªnculos de Fa? hasta terminada la guerra".
Stein, muerta a los 72 a?os en 1946, casi dos despu¨¦s de la liberaci¨®n de Par¨ªs, no vivi¨® mucho en el remordimiento. Toklas, en cambio, la sobrevivir¨ªa dos d¨¦cadas. "S¨®lo puedo calificarlo de maravilloso, y les dije vais a dormir en camas en las que hace seis semanas dorm¨ªan los oficiales alemanes, maravilloso, v¨¢lgame Dios, absolutamente maravilloso", escribe Stein con particular sintaxis sobre la llegada de los "americanos" a Culoz en Guerras que he visto, recuento de sus experiencias b¨¦licas.
El lector asiste asombrado a la asimilaci¨®n que Stein hace de los horrores de la contienda seg¨²n ¨¦sta avanza. Al principio aconseja a unos j¨®venes a punto de ser deportados a Alemania "que aprendan su idioma y conozcan mejor su literatura, que se sientan como turistas en lugar de como prisioneros". Una peregrina idea que el inconfundible estilo metaf¨®rico de Malcolm compara a "silbar en la oscuridad para ahuyentar los miedos". Y luego teme la escalada de violencia en el pueblo ante el cariz desfavorable que la guerra toma para los alemanes.
Tanto las ventajas de la amistad con Fa? como la mera condici¨®n de jud¨ªas de la pareja queda fuera de la abundante producci¨®n memor¨ªstica de Stein, a quien se pinta en Dos vidas como una reaccionaria simpatizante de Franco. As¨ª que "el olor de una buena historia" tuvo que llegar a Malcolm gracias al Libro de recetas de Alice B. Toklas. No un volumen de cocina al uso y mucho menos una obra de Toklas (Stein, en otro de sus humorismos, titul¨® su m¨¢s accesible y exitosa novela Autobiograf¨ªa de Alice B. Toklas). "El New Yorker me pidi¨®", recuerda Malcolm, "una contribuci¨®n para el especial de gastronom¨ªa. Desempolv¨¦ el recetario, que hab¨ªa le¨ªdo de joven, y descubr¨ª el cap¨ªtulo sobre la comida en la II Guerra Mundial. A diferencia del resto, estaba limpio, no usado. Y no abundaban precisamente los platos". Aquella ausencia desat¨® su maquinaria period¨ªstica, suma de tiempo y financiaci¨®n holgados "para entrar en el fondo de los asuntos" e, irremediablemente, tocar sus temas favoritos: la dificultad de aprehender la verdad, la traici¨®n que conlleva el trabajo period¨ªstico y la comprensi¨®n de la vanidad y otras debilidades humanas. Todo, en su estilo sobrio e incisivo, aunque literario, y con esos personajes fascinantes y aterradores que son los bi¨®grafos y acad¨¦micos que rodean a los sujetos de sus an¨¢lisis.
Dos vidas a?ade a la lista de inolvidables secundarios de Malcolm a Leon Katz, legendario entre los estudiosos de Stein, que tuvo un acceso inigualable a la viuda Toklas en los cincuenta y que a¨²n trabaja, medio siglo despu¨¦s, en concluir un libro sobre el resultado de aquellos encuentros. Tambi¨¦n a Edward Burns y Ulla Dydo, autores de un art¨ªculo sobre la correspondencia del autor Thornton Wilder en el que se insinuaban las conexiones colaboracionistas de Stein.
Malcolm navega de su mano por la vida personal de la pareja. El asco que sent¨ªa Leo Stein ante la obra de su hermana, la "pasi¨®n" que gobernaba la vida sexual de ambas ("Gertrude era la que proporcionaba los orgasmos", aclar¨® la reportera en la entrevista) o los papeles de cada cual; la extrovertida Stein y la abnegada Alice, encargada de limpiar, cocinar y mecanografiar los textos.
Tambi¨¦n son diseccionados los logros literarios de Stein, a menudo reducidos a la celebre tautolog¨ªa. "Una rosa es una rosa es una rosa", resumen y cruz de una pertinaz innovadora de la prosa inglesa. En su investigaci¨®n, la periodista tambi¨¦n coron¨® el Everest del canon Stein: Ser norteamericanos, tocho de 900 p¨¢ginas parco en vocabulario y prolijo en experimentaci¨®n que Malcolm "cort¨®" en seis partes con un cuchillo para completar su lectura.
"Esta vez no sent¨ªa que tuviese que decantarme", explic¨® la reportera al recordar su c¨¦lebre toma de partido por Ted Hughes, en el caso contra el escarnio del poeta tras el suicidio de su despechada esposa, Sylvia Plath, que recogi¨® en La mujer en silencio (Gedisa). Tampoco los problemas legales han surgido en Dos vidas como en otras ocasiones. Malcolm conoci¨® el calvario de los tribunales en EE UU tras la publicaci¨®n de En los archivos de Freud, cuando fue denunciada por Jeffrey Masson, uno de los personajes, por "inventar varias citas". Malcolm sali¨® de aqu¨¦lla ("?l ment¨ªa") y mantiene su modo de trabajo, as¨ª como la elecci¨®n de sus temas. Dispares, pero reconocidos por una legi¨®n de seguidores como "t¨ªpicamente malcolmianos". Y s¨ª, el caso Stein re¨²ne todos los ingredientes. Para convencerse acaso s¨®lo haya que atender a las ¨²ltimas palabras atribuidas a Gertrude en el lecho de muerte: "Si no hay pregunta, tampoco hay respuesta".
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