La dominaci¨®n sin ideolog¨ªa
El reinado de la tecnocracia hace impracticables e in¨²tiles todas las ideolog¨ªas. Para transformar la sociedad queda el recurso de la movilizaci¨®n renovada de los colectivos de base como reacci¨®n a la opresi¨®n
En el art¨ªculo de la Cuarta P¨¢gina que publiqu¨¦ en marzo sobre la democracia-marketing insist¨ªa en el abandono de los atributos propiamente pol¨ªticos por parte de la nueva democracia. En primer lugar, los actores, con la sustituci¨®n de los partidos y los militantes por los colectivos de apoyo electoral y los grupos en favor de campa?as sociales concretas; y por otra parte, la renuncia a toda doctrina y formaci¨®n ideol¨®gica, suplantadas por nuevos dispositivos t¨¦cnico-funcionales.
Esta cancelaci¨®n del espacio ideol¨®gico llev¨® a pensar que se trataba de una reedici¨®n del tema del fin de las ideolog¨ªas, que hab¨ªa emergido a finales de los a?os cincuenta en el mundo de las ciencias sociales y del an¨¢lisis pol¨ªtico y que desde entonces ha acompa?ado todos los intentos de conservadurismo pol¨ªtico y social.
Todo est¨¢ presidido por el economicismo empresarial, en las ant¨ªpodas de Mayo del 68
Este 's¨¢lvese quien pueda' provoca microse¨ªsmos sociales que ampl¨ªan los antagonismos
En su momento inicial, sin duda el m¨¢s brillante, sus principales protagonistas fueron, ya en 1955, Edward Shils (The end of ideology?), Lewis Feuer (Beyond ideology) y Raymond Aron (L'opium des intellectuels), seguidos en 1960 por S. Martin Lipset (The end of ideology?, Daniel Bell (The end of ideology in the West); Dennis H. Wrong (Reflections on the end of ideology; C. Wright Mills (Letter to the New Left) y un largo etc¨¦tera hasta finales de la d¨¦cada, recogidos y comentados en el Reader the end of ideology debate, de Chaim I. Wayman. En Francia y en Espa?a, Jean Meynaud es el m¨¢s prestigioso difusor de esta problem¨¢tica, en particular en sus libros Le destin des id¨¦ologies y Technocratie et politique.
La generalizaci¨®n y el vigor de la tesis, en el mundo acad¨¦mico y en el pol¨ªtico, tuvo mucho que ver con la aparici¨®n, en los pa¨ªses occidentales, del tema de la sociedad opulenta y del amplio bienestar generalizado que, seg¨²n sus promotores, conllevaba una situaci¨®n, real o mitificada, que supuso un cierto apaciguamiento de los antagonismos sociales y una p¨¦rdida de pugnacidad de las opciones pol¨ªticas de izquierda, en particular del comunismo y del socialismo. El progreso, predicaban, no pod¨ªa venir de una transformaci¨®n impuesta por la fuerza desde fuera de la sociedad, sino de los factores de cambio que en ella exist¨ªan, de su propia evoluci¨®n, estimulada por el desarrollo econ¨®mico y las innovaciones tecnol¨®gicas. No se trata, por tanto, de excluir a lo ideol¨®gico de la esfera p¨²blica, sino tan s¨®lo de sustituir las referencias relativas al combate pol¨ªtico por la tesis del apaciguamiento pol¨ªtico y de la eficacia econ¨®mica, la llamada ideolog¨ªa tecnocr¨¢tica, que se convierte durante 40 a?os en la ¨²nica oferta ideol¨®gica capaz de imponerse.
Esta situaci¨®n no pod¨ªa escapar a la sagacidad de la sociolog¨ªa cr¨ªtica, y as¨ª, en 1976, en el n¨²mero 7 de la revista Actes de la Recherche en Sciences Sociales, veh¨ªculo del que se serv¨ªa el entonces joven grupo de Pierre Bourdieu para dar a conocer sus trabajos, aparece, con el t¨ªtulo de La producci¨®n de la ideolog¨ªa dominante, un largo art¨ªculo de m¨¢s de 70 p¨¢ginas, obra del grupo en su conjunto, pero cuyos dos principales autores fueron el mismo Bourdieu y su m¨¢s pr¨®ximo colaborador, Luc Boltanski. El texto y los numerosos materiales que lo componen son una carga en profundidad contra el orden establecido y una impugnaci¨®n frontal y, en buena medida, provocativa contra los usos y los modos de las ciencias sociales en la Universidad y m¨¢s ampliamente en la academia.
Frente a la interpretaci¨®n convencional que retoma el fin de las ideolog¨ªas y en la que sus contenidos desaparecen/se cancelan por cansancio o por indiferencia, lo que sucede hoy es que los marcos conceptuales que les son propios y que rigen sus conductas y acciones ya no tienen ninguna raz¨®n de ser, porque las decisiones que se toman, no dependen en modo alguno de sus estructuras ideatorias, sino de un conjunto de micromedidas, de dispositivos menores, de pr¨¢cticas de detalle, que no responden a ning¨²n imperativo global dictado desde arriba, sino a una incitaci¨®n particular y difusa, movilizada s¨®lo por las exigencias de funcionamiento cotidiano del sistema. Este hermetismo al universo de las ideas, esta inaccesibilidad al ejercicio de pensar, hacen que las concepciones del mundo sean ininteligibles, que simplemente no quepan, lo que convierte en radicalmente impracticable, adem¨¢s de in¨²til, toda ideolog¨ªa.
Ahora bien, los individuos y los colectivos no pueden vivir sin dotarse de motivos y de razones sobre lo que hacen y por qu¨¦ y para qu¨¦ lo hacen, por lo que, carentes de cualquier marco inspirado en las grandes explicaciones discursivas, tienen que recurrir a su historia privada, al patrimonio de an¨¦cdotas y de experiencias que dan sentido a su experiencia personal, a la trama de sus vidas, con sus triunfos y sus fracasos, sus tristezas y sus alegr¨ªas.
Desde esta consideraci¨®n podemos entender mejor el ¨¦xito del story telling, la necesidad de los humanos, sobre todo cuando falta la racionalidad del pensamiento, de contarnos, de que nos cuenten historias. As¨ª se explica mejor el absoluto primado de lo literario, la vigencia de lo narrativo en la sociedad actual y la dram¨¢tica miseria del pensamiento. Hoy la v¨ªa m¨¢s segura para el triunfo intelectual es escribir novelas policiacas con elementos people. Las universidades n¨®rdicas lo est¨¢n introduciendo en sus curricula, y la glorificaci¨®n de las intimidades m¨¢s h¨²medas viene acompa?ada por los referentes dominantes de nuestra contemporaneidad: el familismo, la juvenilidad, el egotismo sin l¨ªmites.
Todo ello presidido por el economicismo empresarial, ense?ado en las business schools, con su invocaci¨®n constante a la racionalizaci¨®n de los medios, a la eficacia, a la innovaci¨®n, pero sobre todo a la productividad, a la excelencia, al siempre m¨¢s y mejor. Frente a la doctrina de la igualdad, aqu¨ª se predica a los mejores que sean a¨²n mejores, superiores, m¨¢s excelentes, que entren en la cultura de los campeones. Estamos en las ant¨ªpodas del Mayo del 68 y de su voluntad de luchar contra la desigualdad, de privilegiar a los trabajadores, a los emigrantes, a los marginales, de no dejarse devorar por la incorporaci¨®n al proceso productivo y al ascenso en la escala social. La desigualdad es una realidad natural, predican, que hay que aceptar y construir a partir de ella, vali¨¦ndose cada cual por s¨ª mismo. Lo dem¨¢s es huida de lo real, simple escapismo.
Este s¨¢lvese quien pueda provoca una permanente multiplicidad de microse¨ªsmos sociales, que maximizan las diferencias y las distancias entre unos y otros y producen un un¨¢nime antagonismo de todos contra todos. Sin principios ni valores comunes, la irreparable fragmentaci¨®n resultante no tiene m¨¢s tratamiento colectivo que el autoritarismo coactivo ni m¨¢s pr¨¢ctica individual que la trampa y la marruller¨ªa. Para qu¨¦ pensar si mandamos y enga?amos. Lo que hace de nuestra vida colectiva un paisaje amenazado y tedioso en el que el hast¨ªo de lo p¨²blico es incapaz de salir de su ensimismamiento poltr¨®n y aprovechado y la mitificaci¨®n de nuestros peque?os egos nos confina en la insignificancia de nuestras mismidades. Para todo ello, el ¨²nico remedio de los que nos mandan es ense?arnos el palo, exhibir las cat¨¢strofes que nos amenazan. Con ello, la inseguridad y la violencia se convierten en nuestro destino inescapable, que nos condena a vivir en un aburrimiento ¨¢tono y abotagado, pero sobre el que sabemos que pende la inminencia del desastre.
Claro que frente a la incuria de nuestros l¨ªderes y gestores, frente a la ineptitud de un poder en todas sus versiones -personal pol¨ªtico, clase dominante, estructuras gubernativas- incompetente e incapaz, que s¨®lo sabe recurrir a ritos y ceremonias y que pervive a golpe de anuncios incumplidos -despu¨¦s del ¨²ltimo G-20 vendr¨¢n otros y otros-, s¨®lo tenemos un recurso: la extraordinaria pujanza de los movimientos sociales, de los colectivos sociales de base. En todos los pa¨ªses, a todos los niveles, surgen y persisten como reacci¨®n a situaciones de opresi¨®n y de expoliaci¨®n insoportables, como soportes y acompa?antes de iniciativas que apuntan a la transformaci¨®n de la sociedad.
Jos¨¦ Vidal-Beneyto es director del Colegio Miguel Servet de Par¨ªs y presidente de la Fundaci¨®n Amela.
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