El rostro de la cat¨¢strofe
Los familiares de los 300 muertos se preguntan ahora por qu¨¦ el destino los eligi¨® a ellos. Italia investiga si hubo irregularidades en la construcci¨®n de algunos edificios destruidos por el fuerte se¨ªsmo que ha asolado la regi¨®n de los Abruzos, en el centro del pa¨ªs
Tiembla todo, dormir¨¦ con una sudadera. Tengo las zapatillas listas y una mochila llena de cosas que me podr¨¢n servir por si tengo que salir corriendo. Me voy a la cama, pero no creo que pueda dormir".
?se fue el ¨²ltimo mensaje por tel¨¦fono m¨®vil que envi¨® Alice Dal Brollo, de 21 a?os, a su novio. Durante dos meses, la regi¨®n italiana de los Abruzos padec¨ªa temblores de tierra. Algunos edificios presentaban grietas, pero la gente se hab¨ªa acostumbrado. A las once de la noche del domingo hubo una sacudida fuerte. Algunos salieron de sus casas y la gran mayor¨ªa decidi¨® seguir conciliando el sue?o. Sobre la una de la madrugada se produjo otro se¨ªsmo m¨¢s peque?o que el anterior. Y a las 3.32 del martes pasado, durante 20 segundos, otra sacudida de magnitud 5,8 en la escala de Richter, que iba a dejar sin vida a 300 personas y sin casa a 28.000.
"Pap¨¢, todo el mundo tiene que morir alguna vez", dec¨ªa una chica a la que se le hab¨ªa ca¨ªdo encima el techo
Unas 17.000 personas se alojan en tiendas de campa?a. Berlusconi les aconseja tom¨¢rselo como unas vacaciones
Los bomberos rescataron a Giuseppe tras 20 horas enterrado y abrazado a su novia Francesca. Ella estaba muerta
El periodista Giustino Parisse, de 50 a?os, dorm¨ªa en Onna, un pueblo de apenas 250 habitantes. Giustino escribi¨® un libro describiendo c¨®mo los nazis en 1945 mataron a 17 personas en el pueblo. El pretexto era que alguien hab¨ªa robado alg¨²n caballo. Los nazis preguntaron a los vecinos qui¨¦n fue el ladr¨®n. Ir¨ªan matando uno a uno hasta que el culpable diera un paso al frente o alguien lo delatara. Asesinaron a 17 personas. Giustino describi¨® la imagen de aquellos ata¨²des puestos en filas. Ahora tambi¨¦n se iban a colocar en filas los f¨¦retros y dentro de ellos ir¨ªa casi toda la familia del periodista.
Giustino es un periodista riguroso, exigente consigo mismo y con los dem¨¢s. Hace varios meses sufri¨® un amago de infarto y al d¨ªa siguiente ya volvi¨® a la oficina del diario Il Centro, el m¨¢s le¨ªdo de la regi¨®n. De pronto, esa madrugada, a las 3.32, Giustino se qued¨® sin su hija, Maria Paola, de 16 a?os; su hijo, Domenico, de 18, y su padre, Domenico, de 75. S¨®lo sobrevivi¨® su esposa, Dina Sette, y su madre result¨® herida de gravedad. Giustino comprendi¨® que ahora ¨¦l era parte de la noticia. A un compa?ero del peri¨®dico, despu¨¦s de abrazarse, le dijo llorando:
-Ahora yo estoy en esta parte de la cr¨®nica. T¨² haz tu trabajo.
Giustino le cont¨® c¨®mo vio que el techo de la casa ca¨ªa sobre su hija, Maria Paola, y que ella, agonizante, reuni¨® la madurez suficiente para consolarle: "Pap¨¢, todo el mundo tiene que morir alguna vez". Hace m¨¢s de treinta a?os, Giustino decidi¨® estudiar Comercio. Por las tardes cuidaba de las ovejas y las vacas de su padre, Domenico. Despu¨¦s empez¨® a colaborar en un peri¨®dico y se convirti¨® en periodista. Su hijo Domenico, de 18 a?os, tambi¨¦n estudiaba Comercio, pero se hab¨ªa comprado una c¨¢mara y quer¨ªa ser periodista. Una hora despu¨¦s de que el terremoto destruyera el pueblo de Onna, donde viv¨ªan 250 personas, Giustino oy¨® a su hijo Domenico pedir socorro bajo diez metros de escombros. Giustino intentaba remover y remover las piedras, pero no pod¨ªa. "No he logrado salvar a mis hijos. Treinta a?os de sacrificio se han ido en un segundo. Ya no le encuentro sentido a la vida", le coment¨® a su compa?ero.
El cura venezolano C¨¦sar Cardozo, de 37 a?os, se encontraba aquella madrugada a s¨®lo dos kil¨®metros de Onna, en un municipio vecino. Sali¨® de su casa, pero no imaginaba que a s¨®lo dos kil¨®metros, en Onna, el terremoto se estaba cebando con su gente y mor¨ªan 40 personas, casi una cuarta parte de la poblaci¨®n. Un d¨ªa antes los hab¨ªa visto a casi todos en misa. "La gente me pregunta por qu¨¦, por qu¨¦ tiene que suceder esto. ?Y qu¨¦ les puedo decir? Hab¨ªa un matrimonio al que le hab¨ªa bautizado en diciembre a su beb¨¦. Murieron los tres en la misma habitaci¨®n. Hab¨ªa otro matrimonio, ella rumana y ¨¦l italiano, con dos ni?os de cuatro y seis a?os. Ella ten¨ªa leucemia y ha sido la ¨²nica de la familia que se ha salvado. Ha perdido a los dos ni?os y a su marido. ?Por qu¨¦?, se preguntan. Yo s¨®lo les puedo decir que la fe nos ayuda en estos momentos, que debemos pensar en la eternidad, que tenemos que recordar la resurrecci¨®n de Cristo".
Hay otras preguntas, mucho m¨¢s terrenales, que tal vez el padre Cardozo no pueda responder, pero que tendr¨¢n que hacerlo las autoridades: ?por qu¨¦ qued¨® da?ada la estructura del hospital de San Salvatore, cuya construcci¨®n se inici¨® en 1972, cumpliendo, en teor¨ªa, con toda la regulaci¨®n antis¨ªsmica, y fue inaugurado en el a?o 2000? Cientos de enfermos tuvieron que ser evacuados y a¨²n no se sabe cu¨¢ndo volver¨¢ el centro sanitario a estar operativo. Varios parlamentarios han anunciado una investigaci¨®n para dirimir responsabilidades.
Los servicios de urgencia y protecci¨®n civil han actuado con celeridad. Pero las constantes r¨¦plicas no han facilitado el rescate. La sede del Gobierno regional, un edificio rehabilitado en 1990 y desde donde se deber¨ªan haber coordinado las operaciones de rescate, est¨¢ completamente destruido. La polic¨ªa acordonaba el martes el casco hist¨®rico medieval de L'Aquila. Los curiosos y los periodistas quer¨ªan ver de cerca las ruinas. Ya se conoc¨ªa que el terremoto se hab¨ªa llevado cientos de vida. Se sab¨ªa que las paredes se pod¨ªan caer en cualquier momento, pero cada quien andaba por all¨ª con la misma confianza en su propia suerte que debi¨® sentir Alice Dal Brollo cuando le envi¨® a su novio el mensaje de SMS en el que le dec¨ªa que se acostaba con las zapatillas preparadas y la mochila lista por si hab¨ªa que salir corriendo. Ella no tuvo tiempo. Unas horas despu¨¦s, en el centro de L'Aquila, una sacudida de 4,7 en la escala de Richter hizo que las piedras retumbaran como si hubiese ca¨ªdo una bomba. De pronto, todo el mundo adquiri¨® conciencia de su vulnerabilidad. Un polic¨ªa gritaba a varios j¨®venes que desalojaran la zona, que se fueran de all¨ª. Un joven musculoso se encar¨® con el polic¨ªa, dici¨¦ndole que c¨®mo iba a salir de all¨ª ahora, ?qui¨¦n se atrev¨ªa a volver por las calles estrechas? El polic¨ªa le dijo que ¨¦l mismo le acompa?aba. En realidad, ni el polic¨ªa, ni el joven, ni nadie estaba seguro en ning¨²n sitio. Hubo gritos, empujones y, finalmente, caminando por el medio de las calles, todo el mundo qued¨® a salvo. Pero a las 19.47 a¨²n se produjo un temblor mayor, de magnitud 5,3.
Los nervios se extendieron a la c¨¢rcel de L'Costarelle en L'Aquila, donde hab¨ªa 80 mafiosos y terroristas bajo r¨¦gimen de m¨¢xima seguridad, adem¨¢s de 60 presos comunes. El Gobierno decidi¨® trasladarlos durante la madrugada del mi¨¦rcoles a otros centros penitenciarios para evitar tensiones. Capos sicilianos como Salvatore Madonia o la terrorista de las Brigadas Rojas Nadia Desdemona Lioce se libraron de sentir en la madrugada del jueves otro temblor en L'Aquila que alcanz¨® una magnitud de 5,3 y se sinti¨® en algunas partes de Roma, que se encuentra a m¨¢s de una hora de distancia en coche por autopista. Muchas familias pernoctaron en casa de familiares, lejos de L'Aquila y otros decidieron dormir en sus coches, frente a sus casas, para evitar robos.
Cada vez que se produc¨ªa un temblor fuerte la gente sal¨ªa corriendo de las casas, de los bares, de las gasolineras y se quedaba un rato esperando. La ciencia no puede vaticinar de momento si esas sacudidas de 5,3 ir¨¢n menguando o de pronto se registrar¨¢ otra de 5,8, como la que mat¨® a unas 300 personas. As¨ª que los que decidieron quedarse en sus casas, al cabo de unos segundos, tras comprobar que se hab¨ªa extinguido el temblor, volv¨ªan adentro.
Unas 17.000 personas, sin embargo, no ten¨ªan m¨¢s sitio donde meterse que unas tiendas de campa?a. El primer ministro, Silvio Berlusconi, les aconsej¨® que se lo tomaran como un tiempo de vacaciones en un "camping", algo que la prensa internacional valor¨® como un chiste de dudoso gusto, pero que no pareci¨® coger de sorpresa a los periodistas italianos. Berlusconi entiende, como le explic¨® a un reportero de una televisi¨®n alemana que sus palabras no estaban fuera de lugar porque los ni?os "necesitan ser invitados a la sonrisa, al optimismo y el juego".
Giorgio Napolitano, el presidente de la Rep¨²blica, relev¨® a Berlusconi el jueves en las visitas a la zona y se mostr¨® molesto por la presencia de los fot¨®grafos, que en algunas ocasiones llegaron a obstaculizar su paso. "No he venido aqu¨ª para que me fotografi¨¦is, echaos a un lado, no molest¨¦is", se quejaba el presidente, con la cabeza protegida por un casco. En Onna, un anciano le suplic¨®: "Presidente, no os olvid¨¦is de nosotros, no nos olvid¨¦is". En esa localidad, Napolitano tuvo tiempo de pararse ante los escombros de lo que antes era la Casa de los Estudiantes, donde se rescataron los cad¨¢veres de dos j¨®venes. Uno era padre de una ni?a de siete meses. El presidente, muy afectado y conmovido por su paseo por la capital de los Abruzos, indic¨® que lo que m¨¢s le hab¨ªa impresionado era "una calle de Onna reducida a polvo". S¨®lo quedaba en el lugar un enorme mont¨®n de cascotes, un amasijo de hierros y una sensaci¨®n tremenda de soledad. Donde antes hab¨ªa una calle, Napolitano, con estupor, no pudo m¨¢s que ver destrucci¨®n.
En los campos de socorro, cada uno intentaba sobrellevar la tragedia como mejor pod¨ªa. A Bruno Turilli, de 67 a?os, la gran sacudida de la madrugada del lunes le hab¨ªa sorprendido durmiendo en su piso-laboratorio, en un bajo de un inmueble del centro de L'Aquila. "Fui corriendo a la puerta, la agarr¨¦ y tir¨¦ con todas las fuerzas de las que dispongo..., Tiraba, pero no pod¨ªa abrirla... Tiraba, pero nada, estaba bloqueada, y yo atrapado dentro". Turilli relataba su drama en un rinc¨®n de un campo para desalojados montado en L'Aquila. Alg¨²n quiebro en la voz delataba que el espanto segu¨ªa atenaz¨¢ndole. "La desesperaci¨®n me inund¨® tras el p¨¢nico. Cuando termin¨® la sacudida se me ocurri¨® ir al cuarto que uso como laboratorio y agarrar alguna de mis herramientas de escultor. Gracias a una de ellas logr¨¦ forzar la puerta y salir a la calle", relata.
Poco m¨¢s all¨¢, en el mismo campo de desalojados, Francesco Di Cicero, estudiante universitario, sudaba junto a varios soldados que descargaban tiendas de campa?a. "No me pod¨ªa quedar en casa", comentaba con el pelo rasta recogido. Lleg¨® desde Bari por sus propios medios como voluntario. "Que quede claro que no s¨®lo hay chacales en este pa¨ªs". Poco m¨¢s all¨¢, Arturo Vannillo, otro voluntario de 28 a?os, ense?a la foto de una joven guap¨ªsima de 21 a?os a la que rescat¨® y que, como recompensa, le hab¨ªa dado un retrato suyo.
Mientras los equipos de rescate segu¨ªan sacando cad¨¢veres de los escombros, otros intentaban enterrar a sus familiares y dejar claras las circunstancias de su muerte. Alexandro Antonioni, de 28 a?os, llam¨® al peri¨®dico Il Centro para aclarar que sus dos hermanas hab¨ªan muerto, pero que era falso que una de ellas hubiera sido encontrada junto a su novio tal como informaba ese diario. "Mi hermana Giusy tuvo un novio durante ocho a?os. Pero cortaron hace 20 d¨ªas. Ahora en el pueblo todo el mundo me pregunta qu¨¦ hac¨ªa el novio en su casa. En realidad no era el novio el que estaba all¨ª, sino un amigo suyo al que hab¨ªa llamado porque ten¨ªa miedo. Y no estaban durmiendo juntos, cada uno estaba en una habitaci¨®n. Yo vi d¨®nde se encontraron los tres cad¨¢veres", comentaba Antonioni.
Con los muertos, afloraban las historias. Los bomberos sacaron a Giuseppe despu¨¦s de 20 horas enterrado y abrazado a su novia Francesca. ?l sali¨® vivo, ella muerta. De la misma manera que una campana de la iglesia que hay frente a la prefactura de L'Aquila qued¨® derribada y la otra intacta; de la misma forma en que mueren los dos hijos de la familia Parisse y se salvan los padres bajo el mismo techo. Despu¨¦s de 42 horas sepultada, fue rescatada Leonora, de 21 a?os, y lo primero que hizo fue pedir un poco de agua.
L'Aquila es una ciudad famosa en Italia por su centro hist¨®rico y por su ambiente universitario semejante al de Salamanca. Por eso gran parte de las v¨ªctimas eran j¨®venes. En YouTube se pueden ver a¨²n los v¨ªdeos de Alessandra Cora, una estudiante de 22 a?os que parec¨ªa modelo de pasarela y quer¨ªa ser cantante. Como ella, Angela Pia, de 23 a?os; Carmelina Lovine, de 22; Giuseppe Chiavaroli, de 24; Susanna Pezzopane, de 15..., y unos 20 ni?os.
Ahora, los palacios y las calles estrechas del centro, donde viv¨ªan unas 10.000 personas, permanecer¨¢n inaccesibles al p¨²blico y a sus propios habitantes durante meses o a?os. Los expertos en seguridad a¨²n no se atreven a vaticinar cu¨¢nto durar¨¢ la reconstrucci¨®n. Berlusconi, al pasear entre las callejuelas de L'Aquila, declar¨® que el desastre era peor de lo que hab¨ªa imaginado. El objetivo ahora es que los edificios que se construyan cumplan de verdad con la normativa antise¨ªsmo. -
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