La caba?a
Dijo Pascal que todo lo malo que le hab¨ªa ocurrido en la vida se deb¨ªa a haber salido de su habitaci¨®n. Se trata de un pensamiento muy certero, porque, bien mirado, todos los problemas que uno arrastra a lo largo de los a?os se derivan del hecho de haber abandonado aquella caba?a que un d¨ªa mont¨® en el jard¨ªn cuando era ni?o. El mito de la caba?a sigue teniendo hoy una fuerza extraordinaria. No hay escritor, artista famoso, pol¨ªtico, hombre de negocios o banquero sacudido por el estr¨¦s que no sue?e con retirarse durante un tiempo a vivir en una caba?a lejos del mundo. Existen caba?as de muchas clases, seg¨²n el subconsciente de cada uno; las hay de indio apache, de pastor, de le?ador del bosque, de pescador escandinavo, de expedicionario perdido en el desierto, de n¨¢ufrago en una isla de los mares del sur. Otras adoptan la forma de castillo medieval, con almena o sin almena, recias e inexpugnables. En todos los parques p¨²blicos y en los jardines de infancia se montan caba?as para que los ni?os jueguen a esconderse o a protegerse de unos enemigos imaginarios. Algunas son muy lujosas, pero ninguna se parece a aquella tan maravillosa y rudimentaria que construimos, cuando ¨¦ramos ni?os, con cuatro palitroques y una empalizada de ca?as en el desv¨¢n, en el patio o entre las ramas de un ¨¢rbol. La seguridad que nos daba aquella caba?a se perdi¨® junto con nuestra inocencia. Un d¨ªa dejamos de jugar. A partir de ese momento quedamos desguarecidos, solos en la intemperie, lejos del mundo de los sue?os, frente a unos enemigos reales. Es evidente que estamos rodeados de basura por todas partes. A cualquier hora del d¨ªa nunca deja uno de ser agredido por la sucia realidad, por un acto de barbarie o de fanatismo. Pero existen seres privilegiados, que son capaces todav¨ªa de montar a cualquier edad aquella caba?a de la ni?ez en el interior de su esp¨ªritu para hacerse imbatibles dentro de ella frente a la adversidad. Si uno la mantiene limpia es como si estuviera limpio todo el universo; si en su interior suena Bach la m¨²sica invadir¨¢ tambi¨¦n todas las esferas celestes. Este reducto est¨¢ al alcance de cualquiera. Basta imaginar que es aquella caba?a en la que de ni?os nos sent¨ªamos tan fuertes.
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