Angustia a las puertas de la fresa
M¨¢s de un millar de inmigrantes acampa en Huelva para la campa?a
"Estoy en Europa pero sin comida. Volver¨¦ a mi pa¨ªs porque la crisis es muy dura. No tengo nada para mi esposa y tres hijos que esperan en Senegal". Yero Ba est¨¢ a un paso de rendirse. S¨®lo esperar¨¢ hasta mayo para una ¨²ltima oportunidad, cuando el desmontaje de los invernaderos de la fresa en la costa onubense requiera mano de obra.
El aluvi¨®n de inmigrantes que Huelva ha sufrido este a?o ha desbordado la campa?a fresera por la virulencia de la crisis. Desde que la recogida empez¨® el pasado febrero, m¨¢s de un millar de inmigrantes subsisten en condiciones muy precarias a las afueras de pueblos como Moguer, Palos de la Frontera o Lepe. A la espera de un trabajo para doblar el espinazo que no llega. Las ONG duplican la cifra de los asentamientos hasta las 2.000 personas.
"Lo que encontr¨¦ es impresionante, mucho peor de lo que pensaba"
Estos recolectores frustrados, en su mayor¨ªa de Mal¨ª y Senegal, han levantado chabolas con cartones y pl¨¢sticos para protegerse de la lluvia y sobreviven gracias a la ayuda de C¨¢ritas, Huelva Acoge y Cruz Roja. Con papeles, sin papeles, subsaharianos, marroqu¨ªes, rumanos... estas personas han llegado de todo el pa¨ªs para pedir hueco en una campa?a colmada por las contrataciones en origen. Apenas hay mujeres. La desesperaci¨®n cunde y muchos confiesan que ma?ana volver¨ªan a su pa¨ªs si pudieran.
La inmensa mayor¨ªa rechaza ser entrevistado. Recelosos, vinculan la presencia de periodistas y sus noticias con la visita de la Guardia Civil para arrasar sus campamentos, que ha ocurrido siempre d¨ªas despu¨¦s. "No puedo comer con gente alrededor mir¨¢ndote sin haber comido", explica Tidiani Sabaly, maliense de 35 a?os, frente a la olla que cocina arroz con fuego de le?a.
"Es una situaci¨®n ca¨®tica porque las ayudas de alimentos de C¨¢ritas son semanales. Este aluvi¨®n ha sido extraordinario y hace falta una red de albergues... pero ?qui¨¦n le pone el cascabel al gato?", se pregunta un agente del Equipo de Atenci¨®n al Inmigrantes (Edati) de la Guardia Civil. La red de albergues es muy escasa, y s¨®lo crecer¨¢ la pr¨®xima temporada con uno de 500 plazas en Lepe.
Los ayuntamientos se escudan en que carecen de medios econ¨®micos, o denuncian los campamentos por ocupar terrenos municipales para su destrucci¨®n. Mientras, las personas se limitan a ver c¨®mo las excavadoras derriban sus chabolas, trasladarse 500 metros, y volver a levantarlas. "Hemos puesto 10 ¨® 12 denuncias contra ellos. Cuando se denuncia, se detiene a unos pocos, pero por lo menos unos pocos que nos quitamos del medio", afirma el alcalde de Moguer, Jos¨¦ Volante.
Esta din¨¢mica para minar los esfuerzos por sobrevivir en los pinares, cuenta con escasas discrepancias. El alcalde de Lepe, Manuel Andr¨¦s Gonz¨¢lez, es una de esas voces: "Hemos denunciado una vez, pero invitados por Subdelegaci¨®n, aunque para m¨ª no tiene mucho sentido porque en alg¨²n sitio tienen que dormir".
El Alto Consejo de Malienses en Espa?a protesta por c¨®mo los inmigrantes est¨¢n "abandonados a su suerte". Su presidente, Sidibe Moussa, denuncia c¨®mo muchos de ellos se dedican a recoger comida en los contenedores de basura. "Lo que me he encontrado es impresionante, mucho peor de lo que pensaba".
Los empresarios alegan que no est¨¢n obligados a dar alojamiento a estas personas. Pero el hambre no entiende de papeles y convenios internacionales. "Huelva no es como Ja¨¦n [donde los albergues tambi¨¦n se desbordaron en la aceituna el pasado oto?o]. Aqu¨ª el trabajador, si no tiene contrato en origen, no trabaja", expone Jos¨¦ Manuel Romero, presidente de Freshuelva.
La crisis ha devuelto a muchos onubenses a los li?os desde el andamio, y ello ha reducido el n¨²mero de marroqu¨ªes de esta campa?a y ha expulsado a los subsaharianos. "En dos meses he trabajado dos d¨ªas", conf¨ªa Sabaly.
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