La prueba de las 10.000 horas
Como la frondosidad de los ¨¢rboles impide apreciar la profundidad del bosque, as¨ª la acumulaci¨®n de trivialidades medi¨¢ticamente orquestadas y avaladas por el incontestable ¨¦xito de ventas dificulta a menudo la separaci¨®n del trigo de la paja literarios. En Fueras de serie (Outliers), subtitulado Por qu¨¦ unas personas tienen ¨¦xito y otras no (Taurus), uno de esos libros que se convierten en best sellers por el ¨²nico m¨¦rito de expresar con seguridad y desparpajo -apoyado en significativos ejemplos "investigados"- lo que es de sentido com¨²n, Malcolm Gladwell atribuye el ¨¦xito, entre otras cosas, a la mezcla de talento innato y preparaci¨®n. Claro que el talento es en nuestra ¨¦poca cada vez menos importante. Y pone ejemplos: divididos en tres grupos -las estrellas, los simplemente buenos y los mediocres-, y habiendo empezado sus estudios de m¨²sica a la misma edad (a los 5 a?itos), los alumnos de la "elitista" Academia de M¨²sica de Berl¨ªn con "potencial para convertirse en solistas de categor¨ªa mundial" resultaron ser los que hab¨ªan practicado m¨¢s horas. Total: el Mediterr¨¢neo. Frente a los normalitos, que a los veinte a?os sumaban 4.000 horas de pr¨¢ctica, o los "simplemente buenos", que hab¨ªan practicado 8.000, las "estrellas" hab¨ªan arrancado notas a su instrumento durante m¨¢s de 10.000. De ah¨ª, una primera conclusi¨®n: los mejores son los que m¨¢s trabajan, aunque el talento ayude; entre otras cosas porque sin ¨¦l nadie podr¨ªa dedicarse tanto tiempo a una sola cosa. Aplicado a la novela, el asunto no tiene vuelta de hoja. Las mesas de novedades de las librer¨ªas est¨¢n abarrotadas de historias inanes compuestas sin talento y torpemente. Contar historias -como sabe cualquiera que repite una an¨¦cdota autobiogr¨¢fica y va mejor¨¢ndola cada vez que la relata- requiere t¨¦cnica y oficio. Y, desde luego, talento. A Manuel de Lope (Burgos, 1949), no le falta ninguno de esos ingredientes. Desde 1978, cuando public¨® (en Barral Editores) Albertina en el pa¨ªs de los Garamantes, ha ido construyendo lentamente una obra rigurosa, sin obsesionarse por obtener un reconocimiento popular que le fue esquivo hasta Bella en las tinieblas (Alfaguara, 1996). Ahora, due?o y se?or de una mitolog¨ªa literaria caracter¨ªstica, ha logrado con Otras islas (RBA) la que para m¨ª es su mejor novela. Y la m¨¢s benetiana: el aliento m¨ªtico-realista del due?o de Regi¨®n se rastrea en las historias (rurales y urbanas) y personajes (tipos y arquetipos) que se entretejen en esta narraci¨®n de pasiones y frustraciones a la que De Lope ha dotado de una trama con ingrediente detectivesco. Si usted cree que la (buena) literatura tambi¨¦n requiere que el lector haga el esfuerzo de dejarse impregnar por una historia que en ning¨²n momento disimula su ambici¨®n, no se la pierda. Y olv¨ªdese de los ¨¢rboles de la mesa de novedades: aunque s¨®lo sea por tres d¨ªas, practique el bosque.
Ahora, due?o y se?or de una mitolog¨ªa literaria caracter¨ªstica, Manuel de Lope ha logrado con 'Otras islas' la que para m¨ª es su mejor novela
?lvaro Delgado-Gal es un fil¨®sofo con una marcada tendencia a aceptar determinados retos que le propone la realidad de su tiempo
Despedida
A estas alturas, casi todo est¨¢ dicho acerca del nuevo Gobierno. Un paseo por los peri¨®dicos, por los llamados "confidenciales" y por los blogs y tertulias de los opinadores permite evaluar el amplio abanico de matices con el que es saludado o despotricado (casi nadie respeta lo de los 100 d¨ªas): desde quienes afirman que la ¨²nica respuesta posible es el exilio a los que opinan que la remodelaci¨®n demuestra que Zapatero, el ¨²ltimo hijo ilustre de la hist¨®rica Valladolid, es el nuevo Carlomagno: una especie de Obama europeo capaz de sacarnos del valle de l¨¢grimas financiero y dar cohesi¨®n a un continente desnortado y segund¨®n. Respecto al antiguo ministro CAM (no confundir esas siglas con las del notable escritor, diarista y poeta C¨¦sar Antonio Molina, a quien ahora -espero- recuperamos), casi todo el mundo coincide en lo que hizo bien -gestionar, racionalizar, mover ideas- y lo que no hizo tan bien -enfrentarse con quienes llevaba las de perder-. En opini¨®n de muchos -entre los que me cuento- llevaba raz¨®n en su exigencia de que la acci¨®n cultural exterior deber¨ªa coordinarse desde su ministerio. S¨®lo que a Moratinos, su antiguo valedor, no le gustaron ni el modo -por medio de la prensa- ni las formas con las que reivindic¨® tal posici¨®n. Tampoco agrad¨® en Moncloa el pique con Caffarel, su sucesora en el Instituto Cervantes, con la que manifest¨® el t¨ªpico s¨ªndrome de quien, tras desempe?ar con ¨¦xito y acierto un puesto, y ser destinado luego a otro superior, todav¨ªa desea imponer sus criterios y su estilo en el primero, al que no puede evitar seguir considerando su negociado. El desencuentro con la gente del cine y un umbral de tolerancia demasiado bajo para la cr¨ªtica (la de la prensa o la de la oposici¨®n) han perjudicado a un, en general, buen ministro. Y por despedirme con el t¨ªtulo de una pel¨ªcula nada espa?ola: buenas noches, y buena suerte, don C¨¦sar.
Ideas
En el primer fragmento de sus Tesis de Filosof¨ªa de la Historia, Walter Benjamin evoca al legendario turco ajedrecista creado en 1769 por el artesano Wolfgang von Kempelen. Como se sabe -y tambi¨¦n recoge El rival de Prometeo (Impedimenta), una estupenda antolog¨ªa de textos sobre los aut¨®matas compilada y comentada por Sonia Bueno G¨®mez-Tejedor y Marta Peirano-, la asombrosa "m¨¢quina" que, durante cerca de un siglo, habr¨ªa derrotado a los m¨¢s conspicuos ajedrecistas de Europa (incluyendo a Federico el Grande y a Napole¨®n) no fue m¨¢s que un fraude. En el interior de la m¨¢quina, disimulado mediante un ingenioso sistema de espejos e imanes, se ocultaba un experto jugador de carne y hueso, aut¨¦ntico "cerebro" del aut¨®mata. Benjamin lo imagina como un enano jorobado que "guiaba por medio de unos hilos la mano del mu?eco". Y utiliza la imagen para proyectar sobre ella un equivalente para la filosof¨ªa: un mu?eco llamado "materialismo hist¨®rico" que, "si toma a la teolog¨ªa a su servicio", siempre deb¨ªa ganar. ?lvaro Delgado-Gal no es ni enano ni jorobado, y mucho menos (si cabe) materialista hist¨®rico, pero es un fil¨®sofo con una marcada tendencia a aceptar, desde planteamientos filos¨®ficos, determinados retos -juegos, partidas- que le propone la realidad de su tiempo. En su ¨²ltimo ensayo, El hombre endiosado (Trotta), el matrimonio homosexual y la pol¨¦mica que provoc¨® su aprobaci¨®n sirven de pretexto para un elegante, y a menudo ir¨®nico, doble ensayo, en el que se dilucidan y se discuten diversos aspectos en torno a la teolog¨ªa y la psicolog¨ªa voluntaristas. Y en el que viene a argumentarse que lo que en la antigua teolog¨ªa era atributo de Dios lo es ahora de un pueblo hobbesiano en el que se ha realizado el "triunfo p¨®stumo de Nietzsche, en formato popular". En un pa¨ªs como el nuestro en el que "nadie se toma demasiado en serio las ideas", Delgado-Gal expone las suyas brillantemente: tejiendo una rica red de referencias -desde la teolog¨ªa pol¨ªtica a la literatura- y despleg¨¢ndolas con una de las prosas m¨¢s exigentes del actual ensayismo espa?ol.
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