Corrupci¨®n civil, pasividad pol¨ªtica
Voy al bar de siempre, regentado por una pareja peculiar, y encuentro a la mujer leyendo la p¨¢gina del diario que denuncia el episodio de presunta corrupci¨®n en Gr¨¤cia. Interviene el marido. "Me pas¨® a m¨ª cuando abr¨ª el bar", dice, y me lo cuenta r¨¢pido y mal. Entiendo que el tr¨¢mite es caro, porque hay un informe prescriptivo del ingeniero, que cada uno paga de su bolsillo (como el de la idoneidad de la instalaci¨®n de gas cuando queremos el alta del servicio), y ya se sabe que los profesionales colegiados cobran lo suyo. Pero una vez presentados los papeles, hace falta la inspecci¨®n t¨¦cnica del distrito. Y aqu¨ª pas¨® lo que no tiene que pasar: el hombre le ofreci¨® facilitar las cosas mediante un pago "sin recibo ni papeles". El del bar se neg¨®, porque la cantidad le pareci¨® excesiva -hay extorsiones que fracasan porque el extorsionador se pasa de listo-, y el tr¨¢mite fue aprobado, pero empezaron las inspecciones. Una, dos, tres, hasta cinco. "Las pasaba todas, pero nunca est¨¢s tranquilo", me cuenta, "hasta que me plant¨¦. 'Una m¨¢s', le dije, 'y voy al Ayuntamiento a ver qu¨¦ est¨¢ pasando". Se acab¨® el problema.
La cuesti¨®n pol¨ªtica es por qu¨¦ el sistema falla y sobre todo por qu¨¦ no permite solventar sus fallos
De esto hace muchos a?os y fue en un distrito distinto de Ciutat Vella, el Eixample o Gr¨¤cia, implicados ahora en un asunto que es exactamente el mismo. Los problemas que hoy est¨¢n en los juzgados hace a?os que dan vueltas por los despachos, pero s¨®lo ha habido, como respuesta, el traslado de un funcionario sospechoso, para que cambiara no de ¨¢mbito de trabajo, sino de interlocutores. Ahora se dice que el caso de Ciutat Vella era un secreto a voces. ?No se pod¨ªa haber hecho una discreta encuesta entre los locales, tanto dinero que gasta el Ayuntamiento en encuestas de intenci¨®n de voto? Si el sistema se basa en el dictamen subjetivo de un funcionario, ?no habr¨ªa que habilitar contrainspecciones de control? Si existe sospecha de una fuga en el buen hacer del mecanismo, ?no es momento de sentarse a pensar y cambiar el sistema?
Pero aqu¨ª es donde la funci¨®n p¨²blica se demuestra intocable. Es cierto que los casos de corrupci¨®n son aislad¨ªsimos, un porcentaje ¨ªnfimo en los miles de expedientes que circulan por las mesas de todos los ayuntamientos. Pero son casos cubiertos de una cierta impunidad, porque son dific¨ªlisimos de probar -no hay papeles- y porque los funcionarios acaban, por una raz¨®n o por otra, siendo inamovibles. Conozco el caso de un funcionario muy subalterno y muy perif¨¦rico que robaba, o m¨¢s bien sisaba, del dinero que le pasaba por las manos, cuatro chavos. Era un caso sabido y casi confeso, pero fue imposible despacharlo, porque el sindicato se puso firme en su defensa: este hombre no se toca. Por nada, por principio, por amistad, porque era un pobre diablo: este hombre no se toca. As¨ª que lo situaron en un puesto donde no hiciera da?o y todos tan contentos. ?Qui¨¦n se atrever¨ªa a enfrentarse a una huelga de funcionarios por una minucia as¨ª?
No estoy haciendo una cr¨ªtica global a la funci¨®n p¨²blica. Como en todas partes, hay funcionarios responsables que hacen bien su trabajo y personas apalancadas en su plaza fija que trampean y van viendo pasar los d¨ªas. La media entre unos y otros da una productividad baja. Eso lo sabe todo el mundo. Pero el sistema no admite la exigencia, o ha acabado por no admitirla, porque nadie quiere problemas. La soluci¨®n es entonces perversa, y se trata de una pr¨¢ctica habitual en todas las administraciones. Se infla el sistema por arriba contratando gente joven, con carnet del partido, gente d¨®cil y con "compromiso". ?Cu¨¢ntos ha contratado el Ayuntamiento de Barcelona, por ejemplo, en los distritos? Infinitos. Pero ?qu¨¦ administraci¨®n no lo ha hecho? Otro caso que me contaron hace poco, fuera del ¨¢mbito municipal por cierto. Un empleado que, como el escribiente Barthelby, dice "preferir¨ªa no hacerlo" cuando sospecha que la tarea que le encargan tiene un aspecto pol¨ªtico. ?Pero trabaja en una oficina pol¨ªtica! Pronto, me dice la persona que refiere el caso, lo har¨¢n funcionario. Bravo.
En el caso del Ayuntamiento de Barcelona, no estamos ante una corrupci¨®n pol¨ªtica, son chorizos "civiles". La cuesti¨®n pol¨ªtica es por qu¨¦ el sistema falla y sobre todo por qu¨¦ no permite solventar sus fallos. El alcalde Hereu prometi¨®, en su toma de posesi¨®n, que pondr¨ªa a cien la funci¨®n p¨²blica para dar mejor servicio a los ciudadanos. Un servicio de "proximidad", palabra fetiche, y "transparencia". Barcelona ser¨ªa un ejemplo. Pero el resultado es que se duplican funciones, se superponen mandos, se prescinde de una funci¨®n p¨²blica globalmente poco eficiente, y nada m¨¢s. Esto contribuye a desmotivar a la gente que trabaja bien, porque no hay forma de premiar la eficacia ni de castigar la indolencia. Este panorama ha acabado siendo la quintaesencia del funcionariado y no hay autoridad pol¨ªtica, en ninguna administraci¨®n, que pretenda hincarle el diente al problema. A lo mejor la explicaci¨®n est¨¢ en lo que me dijo una vez un alcalde (del PSC): "No quiero gente con ideas, porque las ideas me cuestan dinero".
Patricia Gabancho es escritora.
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