Cuando los jueces parecen marcianos
Hay veces que las sentencias parecen tan alejadas del sentido com¨²n y del pensamiento mayoritario de los ciudadanos sobre c¨®mo deben ser las cosas que los jueces parecen marcianos. Porque, ?qu¨¦ pensar¨ªa usted querido lector si fuera condenado a cinco a?os de prisi¨®n porque, despu¨¦s de llevar una semana secuestrado con su mujer, matase a uno de los secuestradores para poder escapar?
Es como una pel¨ªcula de cine negro y serie B. Imagine la escena: tres tipos armados con pistolas y aturdidores el¨¦ctricos le tienen retenido contra su voluntad en un chalet de un pueblo de las afueras de Madrid. Tambi¨¦n est¨¢ secuestrada su esposa, aunque no est¨¢n atados. Llevan ocho d¨ªas en la casa y el intento de su mujer de hacer llegar una nota a la cajera de un supermercado para que avise a la polic¨ªa ha fracasado. Su mujer ha o¨ªdo decir a uno de los sicarios que les van a matar.
Un hombre es condenado a cinco a?os de c¨¢rcel por matar a uno de los sicarios que le ten¨ªan secuestrado
Se encuentran en la cocina y han puesto a calentar aceite para cocinar. En un momento de relajo de la vigilancia, usted agarra la sart¨¦n y arroja el aceite sobre los dos secuestradores que est¨¢n en ese momento de guardia. Uno de ellos escapa al piso de arriba, quiz¨¢ a buscar un arma, pero el otro, se le enfrenta. Usted le propina varios golpes con la sart¨¦n y luego con un cuchillo jamonero le asesta seis cuchilladas que le producir¨¢n la muerte. Finalmente, consiguen huir hasta el puesto de la Guardia Civil a denunciar los hechos.
Pues bien, por incre¨ªble que parezca, usted habr¨ªa sido condenado inicialmente a 10 a?os de c¨¢rcel por homicidio, aunque la condena habr¨ªa sido rebajada luego a cinco a?os. Los secuestradores, a cuatro a?os y medio por cada detenci¨®n ilegal.
A los jueces les parece que el uso de la sart¨¦n para liberarse del secuestro entrar¨ªa dentro de lo razonable, pero que las cuchilladas no eran necesarias y que la leg¨ªtima defensa, por tanto, no es completa. As¨ª que 10 a?os de c¨¢rcel, rebajados luego a cinco, para que lo medite.
Hombre, a toro pasado, pues igual no eran necesarias, pero en aquel momento -diciembre de 2005-, con un secuestrador del que usted no sabe si ha ido a pedir ayuda al tercero o a buscar la pistola, y con el otro enfrente, con su mujer y su propia vida en peligro, supongo que lo primero en lo que usted pensar¨ªa es en asegurarse de que el atacante (que no olvidemos que es el que ha provocado la situaci¨®n al retenerles) no les pueda hacer da?o y tratar de huir. ?No le parece? Y, ?no cree que esa necesidad de proteger a su esposa y a s¨ª mismo pasa por golpearle con lo que hay a mano, una sart¨¦n y un cuchillo? ?No le hubiera gustado ver a los jueces c¨®mo actuaban en esa situaci¨®n?
Pues s¨ª, querido lector, se trata de un caso real. Les ha ocurrido a Borney Dur¨¢n y a su mujer, Jacklyn Kelly Arana, que permanecieron ocho d¨ªas secuestrados en una casa de San Mart¨ªn de la Vega (Madrid). El Supremo comunic¨® la sentencia la semana pasada, que ya es firme.
A la vista de lo que le llevo contado usted se estar¨¢ preguntando: ?Son marcianos los jueces? Ver¨¢, si el acusado hubiera sido secuestrado por ETA y se hubiera conseguido liberar de ese modo, sin duda estar¨ªa absuelto, reconoc¨ªa uno de los magistrados que ha puesto la sentencia.
Entonces, ?d¨®nde est¨¢ el truco?, se preguntar¨¢. Pues en que todo el asunto es muy turbio. Borney Dur¨¢n es agente de la DEA, la agencia antidroga norteamericana y a partir de ah¨ª todo se complica, porque los secuestradores son conocidos suyos que amablemente les van a buscar a ¨¦l y a su mujer a Barcelona, donde hab¨ªan llegado desde Per¨²; se trasladan todos a Madrid y se alojan en apartamentos contiguos, e incluso les invitan a comer en un restaurante de Chinch¨®n antes de quedar retenidos por los sicarios. No se sabe qu¨¦ cambi¨® para pasar de la amistad al secuestro y nunca se lleg¨® a conocer la finalidad del mismo. Todo indica que tuvo relaci¨®n con la droga, pero nadie la mencion¨®, ni apareci¨® droga en los registros, aunque s¨ª un chaleco antibalas, una b¨¢scula de precisi¨®n, una m¨¢quina de contar billetes y diversa munici¨®n. Pero, si era una operaci¨®n antidroga, ?qu¨¦ hac¨ªa un agente operando con su mujer? y ?por qu¨¦ la Administraci¨®n estadounidense no ha puesto el grito en el cielo por el caso, como suele hacer?
Demasiadas preguntas sin respuesta que han llevado a los jueces a una soluci¨®n tipo Salom¨®n. ?Recuerdan? Partimos al ni?o por la mitad y le entregamos un trozo a cada madre. Lo que pasa es que en este caso ninguna de las partes ha renunciado a su pedazo en favor de la otra para que el Supremo pudiera quedar como el rey sabio.
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