Gratuidad
Alg¨²n d¨ªa, tal vez, existir¨¢ una Rep¨²blica perfecta: los ciudadanos ser¨¢n pac¨ªficos y generosos, los ¨¢rbitros de f¨²tbol acertar¨¢n siempre, no har¨¢n falta los bancos, abundar¨¢ el bienestar, habr¨¢ ansia de cultura y se formar¨¢n colas largu¨ªsimas para ver cine espa?ol. De momento, no es el caso. Somos como somos, y seguimos atrancados en la discusi¨®n sobre las descargas de Internet y sobre la "cultura de la gratuidad".
Milagros P¨¦rez Oliva, una gran periodista que trabaja ahora como Defensora del Lector de este peri¨®dico, abordaba el asunto el pasado domingo. Escrib¨ªa que la cultura de la gratuidad se extiende de la mano de Internet y que eso puede acabar afectando a la calidad. La informaci¨®n fiable, independiente y veraz, subrayaba, tiene un coste. Es decir, no puede ser gratuita.
Estoy de acuerdo en lo del coste. Creo, sin embargo, que no hablamos de costes, sino de precios. Porque los informativos de radio y televisi¨®n, medios veteranos y convencionales, siempre han costado dinero, pero la clientela nunca ha pagado por ellos. Y no hay radio ni televisi¨®n que no presuma de ofrecer informaci¨®n fiable, independiente y veraz.
La informaci¨®n esencial para un ciudadano medio, no especialmente ansioso por conocer los ¨²ltimos acontecimientos pol¨ªticos en Argelia o las perspectivas del precio del cereal en la Bolsa de Chicago, circula libremente desde hace tiempo. Cuando hablamos del lector de prensa diaria de pago, hablamos de una minor¨ªa que quiere novedades, detalles, pistas, historias interesantes, buen estilo y, por supuesto, un rigor calvinista.
?Ofrecen los diarios de pago mucho m¨¢s que un informativo radiof¨®nico? No hablamos de firmas ni lectura, sino de informaci¨®n. ?De verdad ofrecemos mucho m¨¢s? ?De verdad nos merecemos el dinero que exigimos al cliente?
Al final, la cuesti¨®n es ¨¦sa. Y habr¨¢ que responder con urgencia, porque la crisis general y la crisis (por cambio tecnol¨®gico) de la industria informativa tienen a las empresas al borde de la asfixia. Yo estoy convencido de que siempre habr¨¢ una minor¨ªa dispuesta a pagar por un buen diario. Sea cual sea el nuevo modelo industrial, bastar¨¢ con hacer muy bien el trabajo y aceptar que s¨®lo le interesar¨¢ a una peque?a minor¨ªa.
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