A la espera
La relectura estas pasadas vacaciones de Maupassant, en la reciente y amplia edici¨®n de sus cuentos en Mondadori, me hizo acordarme de un librito que versaba sobre el escritor y del que guardaba un grato recuerdo. Se titulaba Maupassant y 'el otro' y fue publicado por Bruguera en 1983 en traducci¨®n de Gabriela S¨¢nchez Ferlosio. Se trataba, de alguna manera, de un libro de tesis, y en ¨¦l su autor, Alberto Savinio, defend¨ªa la existencia de dos Maupassant, uno mediocre y otro genial, fruto el ¨²ltimo de la posesi¨®n de que habr¨ªa sido objeto el escritor por ese otro que lo arrastr¨® a la demencia.
La tesis resulta t¨®pica a estas alturas y creo que inconsistente para explicar a Maupassant, autor, es cierto, de relatos magn¨ªficos y de otros rematadamente banales antes y despu¨¦s de que se le manifestaran los efectos de la s¨ªfilis. En toda obra literaria que merezca la pena siempre hay un otro entre quien escribe y lo que escribe, y la aventura literaria consiste, patolog¨ªas al margen, en el proceso de invenci¨®n de ese otro. De ah¨ª que la tesis de Savinio me parezca hueca, pero no as¨ª su libro, que hace uso de aquella como un arma de ingenio para construirse a s¨ª mismo. Lo de menos es Maupassant y lo importante es lo otro, ya que ¨¦ste siempre acecha, tanto en el libro de Savinio como en la vida y en la historia de todos.
Savinio nos presenta a Maupassant como el ¨²ltimo ancestro del otro protagonista de su libro, Nivasio Dolcemare, un alias del autor, cuyo nombre real era Andrea de Chirico y era hermano del c¨¦lebre pintor. Dolcemare, que protagonizar¨¢ otras obras del autor, "es la continuaci¨®n inefable de algunos hombres que le han precedido en el tiempo", entre los que se cuentan Her¨¢clito, Luciano, Voltaire, Stendhal... y el otro en Maupassant. En realidad es su desarrollo. Tambi¨¦n la historia ser¨ªa una sucesi¨®n de otredades, que ponen de manifiesto las guerras. Estas servir¨ªan para dejar al descubierto lo que la paz anterior a ellas incuba en secreto, descubrimiento que se llevar¨ªa a cabo en el periodo de paz subsiguiente. Savinio presenta ejemplos de lo que las guerras de 1870 y de 1914 descubrieron de lo que se coc¨ªa en los periodos de paz previos. Y en ese contexto, apuntando en especial contra D'Annunzio y la Duse, nos ofrece su cr¨ªtica del esteticismo, al que considera, en tanto que encubridor de lo que ya est¨¢ muerto, responsable ¨²ltimo de toda clase de crisis y desastres. Es un cad¨¢ver enmascarado.
No sabemos lo que pensar¨ªa Dolcemare de hallarse entre nosotros, ni si apreciar¨ªa en el lenguaje escatol¨®gico al uso -venderse, demonizar, traici¨®n, conjura, involuci¨®n, unionismo, etc.- la se?al de una otredad en ciernes. Toda esa escatolog¨ªa forma parte, en realidad, de una est¨¦tica del autoenga?o. Una est¨¦tica maniquea que en su exasperaci¨®n anuncia el final de una guerra y la posible irrupci¨®n de otro tiempo. Estamos a la espera.
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