Decepci¨®n a tres manos
La corrida de Victorino fue mala. Muy descastada toda ella, dificultosa, sin movilidad. El segundo era un gato impropio de su casa y de la Maestranza. Casi todos de corto viaje, gazapones y rajados. Y al noble cuarto le falt¨® sangre brava en las venas. Y el sexto se convirti¨® en la alima?a de la tarde. Primera decepci¨®n.
Morante de la Puebla se equivoc¨®. Es un torero artista, pero moderno. Un torero que esconde sus errores t¨¦cnicos con una exquisita calidad. Pero ayer quedaron en evidencia sus carencias. Porque el toro de Victorino exige poder¨ªo y conocimiento. Y Morante lo pas¨® mal, porque fue descubriendo poco a poco su incapacidad para pensar en la cara de sus oponentes. No le falt¨® voluntad en ning¨²n momento; por el contrario, se mostr¨® valeroso siempre, pero se notaba a leguas que mandaba el coraz¨®n y no la cabeza. Machac¨® a sus toros en varas para evitar sorpresas desagradables, y se le vio torpe e inseguro con la muleta en las manos.
Erraron toros y toreros, pero especialmente el diestro de La Puebla
No es el de Victorino un toro al que se pueda citar al hilo del pit¨®n, fuera cacho, sin cruzarse nunca. Escaso recorrido tuvo el primero y no le ofreci¨® facilidad alguna; expres¨® claramente su desconfianza en el cuarto, que lo puso en serios apuros, y se rindi¨® ante el quinto, al que tampoco lleg¨® a entender. En resumen, un toro antiguo y un torero moderno. Mala combinaci¨®n. Pocos toreros de su corte se la juegan ante estos toros. Segunda decepci¨®n.
Y la tercera la protagoniz¨® El Cid, el comandante en jefe de esta ganader¨ªa, el catedr¨¢tico artista, que se enfrent¨® en primer lugar a una ratita con sentido y sin clase, dibuj¨® varios naturales bell¨ªsimos y derroch¨® conocimiento ante el cuarto, un toro noble y sin casta, y pas¨® un mal rato, pero malo de verdad, con el sobrero sexto, una alima?a que no ten¨ªa un pase, que lo volte¨® cuando lo capoteaba y a punto estuvo de darle un disgusto.
Como hoy no prima la exigencia, quede constancia de algunos destellos en medio de la nada: un quite por delantales de Morante al cuarto; las tres inspiradas ver¨®nicas y dos medias apasionadas con las que recibi¨® al quinto, y un ramillete de ver¨®nicas templadas de El Cid al cuarto.
Muy escaso bagaje para una corrida de tanta expectaci¨®n, de tanto lleno de "no hay billetes", y de tanto morbo. Erraron los tres protagonistas, pero, especialmente, el diestro de La Puebla, que habr¨¢ aprendido la lecci¨®n: zapatero, a tus zapatos. Torero artista de los tiempos modernos, con toros comerciales. Lo contrario no tiene sentido. Y ayer ha quedado claro.
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