Trajes
Exaltaban en mi infancia la m¨ªstica del sacrificio y su consecuente recompensa con aquella certidumbre de "el que algo quiere algo le cuesta". El salvaje y demoniaco programa de Telecinco El juego de tu vida recuerda a sus pat¨¦ticos concursantes que lo de llevarse a casa un mont¨®n de pasta obliga a contar la verdad y tus secretos m¨¢s peligrosos a tu alucinada familia y a los morbosos espectadores. O sea, a quedarte desnudo frente al mundo y la posibilidad de que los tuyos te manden al infierno. Escucho en ¨¦l un interrogante tan p¨²dico y natural como: "?Es verdad o es mentira que practicar el sexo anal con su novio acab¨® con su problema de estre?imiento?". Y flipas en colores. El concursante casi siempre se larga en blanco. Le espera movida con los suyos y que todo Cristo conozca sus miserias. Pero el que haya satisfecho a su codicia llegando victorioso con su suicida sinceridad hasta el final, sospecho que adem¨¢s del inmediato divorcio, le puede costar la c¨¢rcel.
Dice Rajoy que es un insulto pensar que el presidente valenciano pueda venderse por tres trajes. Tiene raz¨®n. Hay que ser muy cutre para trapichear con ropa cuando tu cargo pol¨ªtico te permite hacerte escandalosamente rico mediante un par de firmitas. Es c¨®mico que a los grandes corruptos les trinquen por no querer pagar ni al sastre. Cuentan en el telediario algo tan alentador como que a partir de ahora los grandes ejecutivos de Alemania tendr¨¢n que pagar sus equivocaciones con su salario. Y recuerdas la historia de aquel pueblo de la antig¨¹edad en el que ser jefe de la tribu implicaba que al acabar el mandato le cortaban una mano. Es lo m¨ªnimo por disfrutar de tanto honor y privilegio, por saber que puedes pillar a cuatro manos.
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