'Chuches' y poco ejercicio provocan una epidemia
Las consultas por obesidad infantil crecen casi un 300%
Antonio (nombre supuesto) parece un adolescente feliz; habla por los codos. Sus 113 kilos de peso, sin duda excesivos para el 1,73 de estatura y los 16 a?os que tiene, no parecen importarle demasiado. "?T¨² me ves amargado? ?No, verdad? ?A m¨ª me encanta comer! ?Y por las noches, cuando vuelvo a las 11 de hacer deporte, me jarto!", explica, prolijo, para demostrar que no est¨¢ deprimido, ni enfadado consigo mismo, ni se siente infeliz. Al contrario... "Yo soy feliz as¨ª", repite varias veces.
Luego, a medida que avanza la conversaci¨®n -en la que no hay una sola pregunta para la que no tenga la oportuna respuesta-, Antonio deja entrever, primero el cansancio en su lucha para reducir la cantidad de comida, y despu¨¦s las innumerables batallas perdidas contra el exceso de peso; tambi¨¦n afloran sus contradicciones.
"En casa, la dieta te ronda como una mosca que no te quitas de encima"
Ana siempre tiene hambre, aunque solamente come lo que dice la abuela
Antonio decidi¨® hace unos a?os blindarse contra la angustia y la depresi¨®n, contra el rechazo social, los insultos y los comentarios crueles que a menudo le hac¨ªan en su entorno de amigos y en el colegio. "Se invent¨® una coraza para protegerse y en ella vive", dice su madre; una economista, que lleva luchando una d¨¦cada para que "su ni?o" venza a la obesidad. "Me preocupa su salud. En casa cocinamos sin grasa, no tenemos dulces y poco a poco hemos ido cambiado los h¨¢bitos alimentarios para ayudarle en su esfuerzo; pero no hay manera. Si mi hijo est¨¢ gordo es por lo que come en la calle, creo yo", explica la madre. ?Y, entonces, Antonio, qu¨¦ es lo que ocurre? "Nada. Que me encantan las chuches. Cada semana me gasto 5 euros en chuches. Al salir del colegio, a mediod¨ªa y por la tarde... ?Bolsa de chuches! Y el bocadillo del recreo es de "mortadela con mojo pic¨®n", relata. Y luego llegan los s¨¢bados, cuando se va al buffet libre del restaurante chino con los amigos. "?Y me jarto de comer!", repite, risue?o. Tambi¨¦n hay helados y coca-colas por medio.
Este adolescente es de los que no beben alcohol, ni fuma, ni "me meto de nada". S¨®lo le gusta comer. Y ya ha aceptado, asegura, que alg¨²n d¨ªa podr¨ªa ser diab¨¦tico, o contraer alguna de esa larga lista de enfermedades que van asociadas al exceso de peso, como la hipertensi¨®n o el colesterol. Pero a ¨¦l, insiste, no le importa que se le acorte la vida. "Total, todos nos tenemos que morir", reflexiona como si fuera un fil¨®sofo. Filosof¨ªa, precisamente, es lo que quiere estudiar cuando llegue a la Universidad, aunque en la ¨²ltima evaluaci¨®n haya tenido tres suspensos. Eso s¨ª, le encanta leer. En menos de un mes ha le¨ªdo Luces de Bohemia de Valle Incl¨¢n y los dos tomos de Yo Claudio de Robert Graves.
Ni siquiera el amor de una adolescente como ¨¦l podr¨ªa hacerle cambiar de opini¨®n, dice, y empezar una nueva dieta. Aunque, en este caso, duda. "Tendr¨ªa que pensarlo; la verdad, ser¨ªa un dilema", reflexiona.
El conflicto empez¨® para Antonio cuando ten¨ªa nueve a?os. "Hasta entonces s¨®lo hab¨ªa sido un ni?o gordito", cuenta su madre. Pero entonces entr¨® en crisis. Los comentarios de la gente le llevaron a tomar conciencia y a renegar de su aspecto. "Todav¨ªa, cuando me acuerdo de aquella ¨¦poca, me entran pesadillas", comenta. Acudi¨® a los profesionales; inici¨® una dieta, dos... La segunda vez aguant¨® desde agosto hasta que no pudo resistirse a los manjares navide?os. Luego lo ha intentando seis, siete veces. "En casa siempre ronda la dieta como una mosca que no hay manera de quitarse de encima; mi madre me avisa, se preocupa por mi salud; pero a m¨ª ya no me afecta lo que diga; prefiero ser feliz y aceptarme a estar amargado y deprimirme", concluye.
Si Antonio es la cruz, Ana (nombre supuesto tambi¨¦n) es la cara. Esta ni?a risue?a de 9 a?os, 1,38 de estatura y 43 kilos de peso aunque ha llegado a pesar casi 50, est¨¢ a dieta desde hace dos a?os y, de momento, no lo lleva mal. La clave es su abuela Manuela que, mientras su madre trabaja, se ocupa de darle de comer. "Ana siempre tiene hambre pero, por ahora acepta que le proh¨ªba comer ciertas cosas", comenta. "El zumo de melocot¨®n lo hemos cambiado por el de naranja", explica Carmen, su madre, obsesionada tambi¨¦n con las dietas. "?Es que no quiero que mi ni?a se vea como yo: ?toda la vida a plan!" Por eso con Ana ha empezado tan pronto a vigilar lo que come; por eso y porque un d¨ªa no le entraba el traje de flamenca y se ech¨® a llorar.
Ana es buena estudiante, practica la nataci¨®n, baila, no come fruta, desprecia las ensaladas, acepta las lentejas, es golosa, no le gustan las chuches pero adora las patatas fritas y los helados... Todo esto es Ana; una ni?a andaluza que, como otros muchos miles, tiene problemas de peso y una gran confusi¨®n con la comida. "Es que a m¨ª, cuando salen los anuncios de comida en la tele... ?Me entra un hambre...!", resume. Ana sube andando a ver a su abuela, que vive en un 4? piso, para luchar contra el peso. "Abuela, que estoy esmay¨¢. Dame algo!" dice, mientras le pide esas natillas con galletas que tanto le gustan. "?Es que me da una penita; es tan chica...!", se excusa Manuela.
Y este es el drama de Ana, de Antonio, y de tantos ni?os andaluces que ven como la dieta, el desorden alimentario, la talla o el peso se han convertido en su principal obsesi¨®n.
Ni?os que viven en un gran desorden
La obesidad infantil ha hecho saltar las alarmas en la sanidad andaluza. En la unidad de nutrici¨®n y diet¨¦tica del hospital Infantil del Virgen del Roc¨ªo de Sevilla las consultas para atajar el exceso de peso se disparan. "En 2008 han aumentado un 289%", dice Josefa Gonz¨¢lez, m¨¦dica adjunta en esta unidad. "De las 64 ni?os atendidas en 2007, hemos pasado a 185 el a?o pasado; y este a?o, por lo visto hasta ahora, creo que el resultado ser¨¢ similar", concluye.
Un ni?o obeso tiene un perfil definido; "aunque hay excepciones", precisa la doctora Gonz¨¢lez. Suele ser hijo ¨²nico, de clase social media o baja; pasa mucho tiempo solo o con los abuelos y "vive sumido en un gran desorden vital", apunta la pediatra. En general, son ni?os aut¨®nomos, que comen s¨®lo lo que les gusta, cuando quieren y no aceptan ¨®rdenes.
"Pero hay otro tema que a¨²n no hemos superado en Andaluc¨ªa ni en Espa?a del todo, y es que, todav¨ªa se piensa que un ni?o gordito es sin¨®nimo de salud", explica Gonz¨¢lez. Sea como fuere, la poblaci¨®n infantil andaluza est¨¢ superando con creces, si se habla del peso, cualquier previsi¨®n de moderaci¨®n en la dieta; hasta un 38% de los menores tiene kilos de m¨¢s; mientras que la obesidad ronda ya el 25%. El r¨¢pido desarrollo social y econ¨®mico de los ¨²ltimos a?os tiene la culpa. Luego est¨¢ la consecuencia: "Hay ya un alto porcentaje de intolerancia a la glucosa entre estos ni?os y j¨®venes", explica Pablo Garc¨ªa Luna, jefe de la unidad de Nutrici¨®n del Virgen del Roc¨ªo.
Tambi¨¦n la diabetes tipo 2 afecta a los adolescentes obesos. Aunque la lista de enfermedades es larga: Ya hay ni?os hipertensos y con trastornos metab¨®licos, con hipercolesterolemia, con principio de artrosis... Al final, la obesidad acorta la vida.
Los datos asustan
- Un 38% de los menores andaluces tiene exceso de peso y un 25% es obeso
- A las consultas van menores entre 6 y 12 a?os
- La obesidad supone el 7% del gasto total sanitario, lo que supone 500 millones de euros al a?o en Andaluc¨ªa
- Cada a?o fallecen 6.000 personas por enfermedades relacionadas con el exceso de peso
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