Epigramas, cotilleos y agudezas
Los diarios in¨¦ditos del italiano Indro Montanelli, escritos entre 1957 y 1978, festejan su centenario con un despliegue de periodismo privado
Indro Montanelli, de cuyo nacimiento se han cumplido cien a?os el d¨ªa 22, fue quiz¨¢ el m¨¢s grande periodista italiano de la historia. Joven reportero en Paris-Soir, corresponsal de guerra con Il Corriere della Sera, fundador de Il Giornale en 1974, y colaborador otra vez en el Corriere hasta el final de su vida, escribi¨® miles de art¨ªculos y cerca de 50 libros. Entre 1957 y 1978, anot¨® adem¨¢s un diario, inconstante y nada disciplinado, en cuatro etapas distintas.
En ellos, Montanelli se muestra tan brillante como siempre. Hay maldades, iron¨ªas, cotilleos y reflexiones, se ve su relaci¨®n ambivalente con el poder (a menudo muy cerca, jam¨¢s dentro), y un humor a prueba de bombas. Su ego inmenso y su cinismo, su misoginia visceral, el sarcasmo y su gusto por la farsa dram¨¢tica y la caricatura marcan los diarios, escritos con un estilo transparente y libre.
El libro acaba de ser publicado en Italia por Rizzoli, en edici¨®n de Sergio Romano, se titula 'I conti con me stesso' (algo as¨ª como 'Las cuentas conmigo mismo') y revela algunas memorias secretas de este fascinante personaje que se defin¨ªa como "anarquista conservador" y que explor¨® su tiempo con un ojo insobornable y una pluma feroz.
El volumen incluye algunas notas sobre Espa?a. La primera es un encuentro con Alfredo S¨¢nchez Bella, embajador en Roma, en octubre de 1966. ?ste le ofrece hacer una entrevista a Franco. Montanelli acepta, expresando su "reserva a los reparos que tendr¨¢ ciertamente Franco, notoriamente al¨¦rgico a los periodistas y las entrevistas".
El embajador le comenta que el mundo est¨¢ "en v¨ªsperas de otra guerra mundial, y que los responsables son Kennedy y el Papa Juan XXIII". Anota Montanelli: "Si razona as¨ª un espa?ol no franquista como ¨¦l, y considerado 'abierto' y 'progresista', figur¨¦monos los otros".
Ya en los a?os setenta, cita tres veces a Adolfo Su¨¢rez: sue?a con importar ese proyecto laico a la convulsa Italia de los 'a?os de plomo' como alternativa a la Democracia Cristiana de Moro, impulsor del 'compromiso hist¨®rico' con los comunistas. Hay tambi¨¦n una referencia mordaz al fundador del Opus Dei, Escriv¨¢ de Balaguer ("quiz¨¢ un santo, desde luego un actor excepcional"), y el apunte de un "viaje in¨²til" a Madrid para participar en un programa de televisi¨®n, seguramente 'La Clave' aunque no lo nombra. Ese d¨ªa, 10 de septiembre de 1978, Montanelli anota que vuelve a ver a "Ortega [Spottorno], Eugenio Montes y los hermanos De la Serna". Los encuentra "preocupados por la situaci¨®n: separatismo vasco, inflaci¨®n -30% anual- e inestabilidad de la uni¨®n democr¨¢tica de Su¨¢rez".
El periodista que pas¨® de trabajar durante 18 a?os para Silvio Berlusconi a ser su m¨¢s encarnizado perseguidor reaparece como un cl¨¢sico. Su bistur¨ª sigue sajando con la misma eficacia. Y destila originalidad y ¨¢cido hasta en las circunstancias m¨¢s dram¨¢ticas (v¨¦ase su narraci¨®n del atentado que sufri¨® a manos de las Brigadas Rojas). A veces se expresa en epigramas, otras en despiadados cuentos cortos. Esta antolog¨ªa resume algunos fragmentos.
Septiembre 1957-Enero 1958
CONTRA S? MISMO
Cuarenta y nueve a?os. Me falta solo uno para empezar a creer en los j¨®venes y a seducir a los menores.
Cada poco sufro ataques de humildad. Me digo que solo soy un h¨¢bil tejedor de frases y que m¨¢s que convencer al lector, intento sorprenderle con medios a veces poco l¨ªcitos; que soy m¨¢s p¨ªcaro que valiente, etc¨¦tera. Pero luego, al final, invariablemente, concluyo que solo aquellos que tienen mucho talento dudan de su propio talento. Y as¨ª, a las muchas virtudes que en los momentos de orgullo me atribu¨ªa, acabo a?adiendo, por humildad, la modestia.
Toda mi vida se contiene entre el aburrimiento de vivir con alguien y el miedo de vivir solo.
-En el fondo, sea sincero, tambi¨¦n a usted le gustar¨ªa la Gloria.
-Mucho, se?ora. Voy gustos¨ªsimo. No s¨¦ lo que dar¨ªa por procur¨¢rmela. Estar¨ªa dispuesto a sacrificar todo. Todo, salvo la popularidad.
Si quiere conmover a la gente, fabr¨ªquese primero una acreditada fama de c¨ªnico.
Me advierten de Mil¨¢n que mi 'Historia de Roma' se vende como el pan y que todos la encuentran excelente. Y decir que la escrib¨ª solo para fijar en mi cabeza, definitivamente, la sucesi¨®n de Tiberio a Cal¨ªgula a Claudio. Y que, entregado el manuscrito, esper¨¦ con impaciencia la publicaci¨®n para rele¨¦rmela porque en el intervalo la hab¨ªa olvidado otra vez...
Firmado el contrato con G¨¹nther para la 'Historia de Roma'. Hay que ver estos alemanes. Tienen a Mommsen y a Gregorovius para Roma y traducen a Montanelli.
ITALIANOS
Ben Shahn [pintor estadounidense de origen ruso] me cuenta que, cerca de su casa, en las afueras de Princeton, vive un siciliano, comerciante de aceite, que ha llamado a su empresa Maremma M¨ªa Oil Company.
En Italia, la pedrada que rompe la nariz del monumento de Dante es una tradici¨®n mucho m¨¢s sentida que la Divina comedia.
Entre los italianos la solidaridad no existe. Existe la complicidad.
En Italia, "un buen padre de familia" puede permitirse impunemente ser un hombre malvado, un mal ciudadano, un desertor de guerra y un administrador ladr¨®n.
Fascismo: la tentativa m¨¢s c¨®mica de instaurar la seriedad.
El peor desastre de la Rep¨²blica es que, mientras el Rey pod¨ªa ser de sangre extranjera, y a menudo lo era, al presidente hay que elegirlo entre los italianos.
El mayor defecto de los italianos no es que sean serviles. Es que quieran siempre y a toda costa acusar a alguien de haberles servido.
Para dirigir una discusi¨®n entre italianos se necesita una metralleta.
FELLINI, ROSSELLINI, INGRID BERGMAN
Fellini cuenta: "He preguntado a Rossellini qu¨¦ tiene de excepcional Sonali [su mujer india] para haberle hecho olvidar a Ingrid [Bergman] y al resto. Con una mirada so?adora y una sonrisa vaga, ambas falsas, me ha respondido: 'Pues ya sabes, la sabidur¨ªa antigua de Oriente y la calma profunda del Oc¨¦ano ?ndico'. Pausa. Le pregunto a quemarropa: ?Y c¨®mo folla? Rossellini hace un gesto de entusiasmo: "?Ah!", exclama. "Si la vieses, qu¨¦ acr¨®bata! Todas las posturas conoce.... ?Todas!".
"Fellini ha visto a la Bergman, venida a Roma para pasar las fiestas con los ni?os. Le ha preguntado qu¨¦ har¨ªa si Roberto [Rossellini], de aqu¨ª a unos meses, viniese, arrepentido, a tocar a la puerta de su casa.
"Le ofrecer¨ªa quedarse como cocinero", ha respondido Ingrid c¨¢ndidamente sin ninguna maldad.
"Y lo tr¨¢gico es", concluye Fellini, "que Roberto aceptar¨ªa".
LA VIDA
Historia de la aristocracia: el abuelo era insolente con sus superiores. Su padre, con los iguales. ?l, con los inferiores.
?En el fondo, qu¨¦ aburrimiento tener que fingir maldad solo porque la bondad est¨¦ de moda!
Ego¨ªsmo, avaricia, presunci¨®n, estupidez: esos defectos individuales que constituyen la buena salud de la sociedad.
Oraci¨®n laica para las noches: "Dios, dame la fuerza de aceptar las cosas que no puedo cambiar, de cambiar las que puedo, y de distinguir la diferencia entre ¨¦stas y aquellas".
MUJERES
- Descr¨ªbame, querido amigo, a su mujer ideal.
- Alta, flaca, vestida de terciopelo negro, con un largo, blanqu¨ªsimo cuello de cisne. Los ojos azules. Los cabellos de oro. Infinitamente dulce, a¨¦rea, alegre. ?Ah, si encontrase una criatura semejante...! Cada noche la acompa?ar¨ªa a su cuarto, la desnudar¨ªa, y la meter¨ªa en el lecho cubri¨¦ndolo de rosas. Y correr¨ªa al burdel en busca de una puta gorda, desinhibida y vulgar.
Colette. Envejece amablemente, sin cat¨¢strofes. Y tiene sobre todas las dem¨¢s una ventaja insuperable: la de ser mi ¨²ltimo y m¨¢s grande amor. Tan grande que podemos vivir de las rentas, c¨®modamente, los dos por el resto de los d¨ªas.
Comida en casa de los Savorgnan con la princesa Calvi di Bergolo. De todas las que he conocido, es la primera mujer de un oficial de caballer¨ªa en reposo que no se lamenta de ser cualquier otra cosa.
Peque?o accidente de coche. El nuestro, para evitar a un ciclista, choca contra una pared y se queda bastante jorobado. Colette, que conduce, dice: "Mejor as¨ª. Ten¨ªa que llevarlo a revisar y no me decid¨ªa nunca...".
Septiembre-diciembre 1966.
LA 'FIORE' Y EL OBISPO
2 de octubre. Jornada negra: la Fiorentina pierde en casa con la Juventus por 2-1.
3 de octubre. Jornada a¨²n m¨¢s negra: con un chaqu¨¦ prestado por Nino Apostoli, debo hacer de testigo de boda de Alberto Corrias con una chica de Innsbruck. El Obispo que lo celebra pronuncia una homil¨ªa que me hace lamentar no haber nacido musulm¨¢n.
Mayo 1969-Abril 1972
MORAVIA Y LA REPRESI?N
Roma, 28 de diciembre 1969. Moravia ha fundado, con Pasolini y Dacia Maraini, "un comit¨¦ contra la represi¨®n". Es la nueva prueba de que no hay represi¨®n. Si la hubiese, Moravia estar¨ªa con los represores, como ha demostrado avalando con su silencio la persecuci¨®n de Sholtzenitsin en Rusia.
2 de enero 1970. Moravia se ha retirado del comit¨¦ que ¨¦l mismo hab¨ªa fundado. Pero no por los silencios de Spadolini [director del Corriere]. Se ha retirado porque L'Unit¨¤ lo ha desaprobado. Los italianos est¨¢n siempre preparados para hacer la revoluci¨®n, siempre y cuando los carabineros est¨¦n de acuerdo. Y Moravia est¨¢ listo para luchar por la libertad, siempre y cuando est¨¦ de acuerdo el PCI.
LA LIMPIEZA DE EUGENIO SCALFARI
Mil¨¢n, 29 de noviembre 1970. Hay hombres, muchos, de los que solo logro ser amigo a distancia. Hay otros -pocos- de los que solo puedo ser amigo de cerca. Scalfari es de estos. Solo cara a cara resaltan su ingenuidad y su limpieza. Se ha dejado barba, y le queda bien. ?Pero sus ideas! El matrimonio clerical-marxista -me ha dicho- no le asusta nada, al rev¨¦s. Dar¨¢ modo al Partido Socialista, que ser¨¢ excluido de asumir su papel de oposici¨®n coagulando en torno a s¨ª a todas las fuerzas laicas y democr¨¢ticas. Es incre¨ªble la carga de inteligencia que invierte en tesis tan est¨²pidas. Le pregunto: "?Pero crees que en serio que un r¨¦gimen de curas y comunistas tolerar¨¢ una oposici¨®n, aunque sea socialista?". "Lo creo firmemente", me ha respondido, y se ve¨ªa bien que era sincero. Temo que pronto nos reencontraremos, hablando de estas cosas, en una celda de la prisi¨®n. Y habr¨¢n sido los intelectuales como ¨¦l los que nos lleven hasta all¨ª.
Mayo 1977-Mayo 1978
IONESCO Y SU VIUDA PREMATURA
Mil¨¢n, 9 de mayo de 1977. Comida con Ionesco y mujer. Pena. Cuando est¨¢ la mujer, Ionesco no rinde ni un d¨¦cimo de s¨ª mismo. Ella le ri?e porque come, le ri?e porque bebe, le ri?e porque fuma. "Esta mujer", me susurra ¨¦l al o¨ªdo, "tiene una irresistible vocaci¨®n a la viudez. Querr¨ªa que viviese como si estuviese muerto". Y come, bebe y fuma.
BERLUSCONI EL TREPADOR
Luxemburgo, 23 de mayo de 1977. Vuelo a Luxemburgo con el habitual birreactor de Berlusconi [due?o de Il Giornale], que nos acompa?a, feliz de exhibirse y de exhibir su estatus en una ceremonia internacional. La medalla de oro (?ser¨¢ realmente de oro?) me la entrega Gaston Thorn, jefe del Gobierno luxemburgu¨¦s y presidente del movimiento europeo. (...) Berlusconi llena su cuaderno de direcciones: todas las de las personalidades que ha conocido. Es el verdadero climber [trepador], que aprovecha todo y no tira nada.
EL ATENTADO
Mil¨¢n, 2 de junio de 1977. Es la fiesta de la Rep¨²blica. Yo la celebro recibiendo en las piernas cuatro balas de rev¨®lver, calibre nueve. Me disparan a las 10.10, justo al salir del hotel Manin, por la espalda. Tengo tiempo, d¨¢ndome la vuelta, de ver a uno de los dos asesinos que sigue disparando desde una distancia de 4-5 metros. Pero estoy tan sorprendido y trastornado que no logro fijar en la memoria su rostro. Agarr¨¢ndome a la verja de los jardines p¨²blicos [que hoy llevan su nombre], pienso: "?Tengo que morir de pie!". Este pensamiento est¨²pido, herencia segura del 'Ventennio' [fascista], es quiz¨¢ lo que me salva: cayendo, habr¨ªa seguramente recibido la ¨²ltima carga en el abdomen. Solo cuando el asesino ha terminado, cedo al mareo que me invade y resbalo hasta el suelo. Podr¨ªa c¨®modamente matar con mi pistola al hombre que ahora me da la espalda para huir. Pero hay otro que lo protege con el arma en la mano. Me limito a gritarles: "?Bellacos!". Un perro lobo, de la otra parte de la verja, mete la lengua entre los barrotes y se pone a lamerme la cara. La mujer, que lo lleva agarrado, est¨¢ terrosa. La sonr¨ªo y digo: "?No se asuste!". Tengo enseguida la sensaci¨®n de que ninguna parte vital est¨¢ afectada. A mi alrededor, todo cubierto de sangre, se produce gran confusi¨®n. Despu¨¦s, todo se convierte en espect¨¢culo. (...) En la cama, re¨²no a los m¨ªos. "Debemos dar", digo, "un ejemplo de medida y de elegancia: dejemos que griten los otros, que ser¨¢n obligados a gritar. Nosotros, t¨ªtulo a siete columnas". Pero se rebelan: lo quieren a nueve. (...) Desde ahora, debemos hacer de todo para confirmar la imagen que tienen nuestros lectores de m¨ª, y que saldr¨¢ -lo siento- definitivamente fijada: el periodista sin miedo, pero tambi¨¦n sin pose de gladiador.
CON KISSINGER AL O?DO
Roma, 28 de octubre 1977. Encuentro con Kissinger en el Excelsior. Est¨¢n Levi, Vittorelli, los dos Zevi, Romeo... (...) Al final, al o¨ªdo, me dice:
-Lo malo con los italianos es que, cuanto m¨¢s se habla con ellos, menos se entiende c¨®mo est¨¢n las cosas. D¨ªgame. ?Usted cree en el eurocomunismo?.
-No.
-?Y los democristianos creen?
-No.
-?Y entonces cu¨¢l es su plan?
-Corromper a los comunistas.
-?Lo lograr¨¢n?
-Es posible. De todos modos, no saben hacer otra cosa.
Kissinger me sonr¨ªe con gratitud: "Finalmente alguna idea clara".
Babelia
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