?Qui¨¦n embauc¨® a qui¨¦n?
No cesan las paradojas en el nuevo mundo valiente de la crisis. Todos, absolutamente todos, se felicitaron por el tenor de la Cumbre de las Am¨¦ricas, celebrada en Trinidad hace dos semanas, por la nueva pol¨ªtica hacia Am¨¦rica Latina de Barack Obama y por la nueva dignidad latinoamericana.
Todos, salvo dos: la derecha estadounidense y Fidel Castro, extra?os compa?eros de trinchera. Para entender este sorprendente giro geopol¨ªtico es preciso explicar lo que sucedi¨® durante el periplo del nuevo presidente norteamericano, o por lo menos sugerir un par de hip¨®tesis. Ya despu¨¦s veremos por qu¨¦ Fidel y conservadores como Newt Gingrich comparten el mismo descontento.
Una de dos: o bien Obama pec¨® de una incre¨ªble ingenuidad en su trato con los l¨ªderes latinoamericanos reunidos en el Caribe (y antes de ello, con el presidente Felipe Calder¨®n en la capital mexicana), o bien les tom¨® perfectamente la medida.
Con buenos modales, Obama les tom¨® el pelo a los l¨ªderes latinoamericanos en la ¨²ltima cumbre
Los dirigentes de la regi¨®n conservan el perfil de pol¨ªtico tercermundista
La primera posibilidad es la m¨¢s obvia, y menos veros¨ªmil. Debido a su biso?ez, Obama se habr¨ªa comprometido con la guerra optativa de Calder¨®n contra el narco, con la probidad, eficacia y perseverancia de sus colaboradores, con la comentocracia mexicana que se deshizo en elogios al nuevo ocupante de la Casa Blanca. No habr¨ªa entendido que as¨ª como Calder¨®n emprendi¨® su cruzada por motivos estrictamente pol¨ªticos, la puede suspender por los mismos; que al igual que con sus predecesores, los "valientes y honestos" luchadores contra la droga de hoy pueden resultar ser los c¨®mplices de ma?ana, y que el anti-americanismo proverbial de las ¨¦lites mexicanas (intelectuales incluidos) volver¨¢ por sus fueros a la menor provocaci¨®n.
En cuanto al llamado eje del bien (Ch¨¢vez, Morales, Ortega, Correa y Lugo), habr¨ªa sucedido lo mismo. Le dieron a Obama por su lado, despu¨¦s, por supuesto, de haberle le¨ªdo la cartilla sobre todos los pecados habidos y por haber cometidos por Estados Unidos en Am¨¦rica Latina. Ch¨¢vez no se comprometi¨® a dejar de apoyar -seg¨²n fuentes oficiales colombianas, m¨¢s que nunca- a las FARC en Colombia y al FMLN en El Salvador (mas no a Mauricio Funes), ni a restaurar los programas de cooperaci¨®n con Washington en la lucha antinarco, ni a dejar de nacionalizar a empresas nacionales y extranjeras sin compensaci¨®n (el caso de la mexicana Cemex, entre otras), ni a cesar de cerrar medios de comunicaci¨®n, ni a perseguir a opositores, ni a pervertir al poder judicial. Morales no se comprometi¨® a suspender su apoyo al cultivo de hoja de coca, ni a volver a acoger en Bolivia a un embajador de Estados Unidos y al equipo antidrogas de la DEA; Correa, de Ecuador, noacept¨® mantener la base de la DEA en Manta. Y Ortega ni sue?a con detener su persecuci¨®n de opositores, su involucramiento con los salvadore?os y sus diatribas antiamericanas.
Y sobre todo, ninguno de los mencionados, ni los m¨¢s sensatos como Lula, Calder¨®n, Bachelet, etc¨¦tera, jam¨¢s le pedir¨¢n a La Habana que ponga su parte en la danza de concesiones mutuas con Washington: ni que abrogue el impuesto sobre remesas, ni que libere a los presos pol¨ªticos, ni que suprima la tarjeta blanca y la prohibici¨®n de viajar, ni mucho menos que negocie la devoluci¨®n o compensaci¨®n de las propiedades americanas expropiadas en 1959-1962. Nunca aceptar¨¢n que, de la misma manera que presionan, con raz¨®n, a Obama para que levante unilateralmente el embargo a Cuba, deben hacerlo con Castro para que por fin se establezca un r¨¦gimen democr¨¢tico en la isla. En esta hip¨®tesis, los latinoamericanos le habr¨ªan visto la cara a Obama, y ¨¦ste, con toda inocencia, se habr¨ªa dejado embaucar.
Huelga decir que la hip¨®tesis alternativa se antoja mucho m¨¢s cre¨ªble. Consiste en pensar que fue Obama quien les tom¨® el pelo a los latinoamericanos, al comprender que por muy izquierdosos que sean unos, y muy modernos que parezcan otros, esta camada de l¨ªderes de la regi¨®n conserva el perfil ortodoxo, incluso cl¨¢sico, del pol¨ªtico tercermundista. Con algunas palmaditas en la espalda, algunas palabras consabidas y fatigadas, y un lenguaje corporal apropiado, se dan por muy bien servidos.
Como dijo Teodoro Petkoff, el ex guerrillero venezolano, "Ch¨¢vez termin¨® calificando la reuni¨®n como 'casi perfecta'. Y todo porque Obama le dio la mano y cruz¨® unas palabras con ¨¦l. Est¨¢ visto que Chacumbele no aguanta una picada de ojos de un presidente gringo". Desde tiempos inmemoriales, los iberoamericanos le profesan una verdadera reverencia a "lo dicho" y a las formas, al contrario de los norteamericanos, para quienes "prometer no empobrece". Para los nuestros, la sustancia es secundaria; los ritos, todo. Obama los observ¨® con creces. Dijo cuantas veces fue necesario que ven¨ªa a escuchar y a aprender; que no hab¨ªa socios menores ni mayores en la zona, sino iguales, y que ¨¦l buscaba ante todo brindarle respeto a sus colegas, aun cuando no coincidiera con ellos.
Claro: no se comprometi¨® con Lula a levantar el embargo a Cuba, o el arancel sobre el etanol, o a apoyar su pretensi¨®n de ocupar un esca?o permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU; no se comprometi¨® con ?lvaro Uribe a buscar la aprobaci¨®n del Acuerdo de Libre Comercio con Colombia; no se comprometi¨® con Calder¨®n a restaurar la prohibici¨®n de la venta de fusiles de asalto o a incrementar la Iniciativa M¨¦rida; ni con los centroamericanos y caribe?os a proponer una reforma migratoria integral. Es decir, se limit¨® a sonre¨ªr para la foto con Ch¨¢vez, a escuchar imp¨¢vido y estoico la arenga de Ortega, a recibir libros del siglo antepasado, y a solidarizarse con Evo en la denuncia de atentados indemostrables. Nada m¨¢s.
Gracias a todo ello, fue fuertemente aplaudido por los latinoamericanos y severamente criticado por su derecha interna... y por el ¨²nico l¨ªder latinoamericano que ha superado, a un costo inaudito para su pa¨ªs, los tradicionales complejos de los pol¨ªticos del ¨¢rea: Fidel Castro.
La oposici¨®n conservadora de Estados Unidos le ha reclamado a Obama dejar pasar insultos y ofensas contra sus predecesores (desde Bush hasta Kennedy, y a diferencia de Zapatero y Juan Carlos I), ser demasiado cordial con Ch¨¢vez sin plantear un solo tema de la agenda propia, y permitir que lo sermonearan ad n¨¢useam sin jam¨¢s responder. Fidel Castro, por su parte, le enmend¨® vigorosamente la plana a Obama... y al boquisuelto de su hermano, que cometi¨® varios pecados discursivos imperdonables. ?ste es el meollo del asunto.
En su reflexi¨®n del 22 de abril, el Castro mayor subray¨® que "el presidente interpret¨® mal la declaraci¨®n de Ra¨²l" al pensar que cuando dijo en Venezuela, el 15 de abril, que "todo est¨¢ sobre la mesa", incluyendo derechos humanos, presos pol¨ªticos, migraci¨®n, narcotr¨¢fico, etc¨¦tera, hablaba en serio.
Obviamente, no: la mera menci¨®n por Ra¨²l de "presos pol¨ªticos", por exaltado que se encontrara (basta ver las im¨¢genes de los ocho minutos de su discurso en YouTube para entenderme), constituye una herej¨ªa para Fidel. Jam¨¢s ha aceptado la existencia de presos pol¨ªticos en Cuba, ni piensa hacerlo. Tampoco, por supuesto, acept¨® eliminar el impuesto sobre las remesas, ni, seg¨²n portavoces oficiosos, la llamada "tarjeta blanca" para salir de Cuba. En otras palabras, le recet¨® a Obama lo que los franceses llaman "une fin de non-recevoir": nada de nada.
Para los latinoamericanos, bastaron carisma, cordialidad y cari?o; para Fidel, s¨®lo bastar¨¢ que Obama se rinda, se disculpe, y pague la penitencia por los pecados de sus predecesores. El mandatario estadounidense sedujo a sus colegas presentes en Puerto Espa?a, salvo al que no es su colega, y que estaba ausente.
Jorge Casta?eda, ex secretario de Relaciones Exteriores de M¨¦xico, es profesor de Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Nueva York.
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