Un grito contra la violencia
El tipo que mira por la ventana acodado a una mesa del bar Le Fumoir parece enrolado en la fiel militancia de la extravagancia indumentaria, extravagancia orientalista ali?ada con un inconfundible toque rive gauche. Mientras deposita el sombrero de ala ancha en la silla, se acaricia la perilla y reordena su inmenso fular entre los pliegues de la chaqueta, las sonrisas abiertas de Atiq Rahimi (Kabul, 1962), que luego ser¨¢n carcajadas sonoras, van escapando ya por los ventanales que van a dar a la espalda del Louvre.
Es una de esas tardes de Par¨ªs en las que todo parece en orden: los libreros del Sena despliegan su cachivache literario, una pareja de enamorados pasa con las manos entrelazadas; mam¨¢s con ni?o exhiben en los parques la insolente vigencia de su belleza y los camareros de esta brasserie se esfuerzan, tradici¨®n obliga, en su magisterio de antipat¨ªa consciente, sin ellos Par¨ªs no es Par¨ªs. Y sin Par¨ªs, Atiq Rahimi no ser¨ªa el mismo Atiq Rahimi.
"Los fusiles no salvar¨¢n mi pa¨ªs, eso ya se ha demostrado. Si existe un ¨²nico factor capaz de cambiar el mundo, ¨¦se es la cultura"
"Cuando escribo en franc¨¦s reviso cada palabra, me replanteo cada frase, es un trabajo parecido al del orfebre... Y trato de ir directo a la esencia"
"La gente no nace violenta. Hay situaciones que sacan a pasear la bestia feroz que llevamos dentro, y de la que ya habl¨® Shakespeare"
"Vuelvo regularmente a Afganist¨¢n, lo necesito, all¨ª hablo much¨ªsimo con la gente, sobre todo con los j¨®venes, y trato de descubrir sus frustraciones"
La ciudad transform¨® por completo a aquel hombre, hijo de buena familia (su padre fue gobernador al servicio de la monarqu¨ªa afgana) y educado en el Liceo Franc¨¦s de Kabul; aquel veintea?ero que en 1984 se ech¨® a las monta?as nevadas para huir de un Afganist¨¢n ocupado por los sovi¨¦ticos, un joven confuso que dejaba atr¨¢s su patria y a su familia para vivir una vida incierta. Un cuarto de siglo despu¨¦s de aquella llegada a Pakist¨¢n, de la muerte de su hermano a manos de los muyahidin y de su posterior petici¨®n de asilo pol¨ªtico en Francia ("es incre¨ªble e indescifrable asistir al paso del tiempo", murmura), Rahimi es un parisiense de pro, y ahora tambi¨¦n un miembro de la cr¨¨me literaria: Syngu¨¦ sabour (La piedra de la paciencia), que ahora se edita en Espa?a, se alz¨® con el Premio Goncourt el pasado mes de noviembre. Una recompensa simb¨®lica en lo econ¨®mico (10 euros) pero multimillonaria en prestigio y como espaldarazo a una carrera literaria.
"Mi editor me llam¨® un d¨ªa y me dijo que estaba en la lista de candidatos al Goncourt; yo le dije que no me vacilara, pero me dijo que era verdad", recuerda divertido. "La verdad es que, al colgar el tel¨¦fono, lo primero que me dije a m¨ª mismo fue: 'Ya est¨¢, les hace falta alguien ex¨®tico, el afgano de turno, por ejemplo'. Pero luego me alegr¨¦ mucho. Ah¨ª empez¨® toda una tourn¨¦e de encuentros con p¨²blico, con estudiantes sobre todo, y me di cuenta de que me preguntaban por mi relato, no por mi nacionalidad o mi exotismo..., eso me dio mucha confianza".
Atiq Rahimi protagoniz¨® un curioso episodio al d¨ªa siguiente de ganar el premio. El Gobierno de Sarkozy, en colaboraci¨®n con el brit¨¢nico, pretend¨ªa fletar un vuelo ch¨¢rter para expulsar a medio centenar de ilegales afganos que se hab¨ªan refugiado en Calais. "El Quai d'Orsay (Ministerio de Asuntos Exteriores franc¨¦s) acababa de publicar un comunicado ensalzando mi libro como una obra de hermanamiento entre culturas... ?y de repente iban a echar a todos esos pobres refugiados?". As¨ª que, reci¨¦n estrenada la gloria literaria, a Rahimi no le tembl¨® el pulso para redactar otro comunicado, exigiendo que la expulsi¨®n no tuviera efecto. Y no lo tuvo.
En su opini¨®n, se mereci¨® el premio despu¨¦s de una ingente tarea al servicio del idioma... franc¨¦s. "Creo que el hecho de que el franc¨¦s no sea mi lengua materna y de que tuviera que hacer un enorme esfuerzo de cuidado del lenguaje, influy¨® en los miembros del jurado; Bernard Pivot dijo que mi libro era 'una aventura dentro del idioma'. Cuando escribo en franc¨¦s reviso cada palabra, me replanteo cada frase, cada ritmo, es un trabajo parecido al del orfebre... Yo trato de quitar lo superfluo, de ir directo a la esencia, me obsesiono por colocar cada palabra all¨ª donde tiene que estar y no en otro lado... y compruebo que muchos escritores franceses no hacen ese trabajo, que sueltan en sus relatos frases banales, que practican la ret¨®rica pura".
La primera novela de Rahimi escrita en franc¨¦s tras tres anteriores en lengua persa -Terre et cendres (Tierra y cenizas, Lengua de Trapo y La Magrana en catal¨¢n), Les mille maisons du r¨ºve et de la terreur (Laberinto de sue?o y angustia en Siruela; Les mil cases del somni i del terror en La Magrana) y Le retour imaginaire- es un salvaje poema en prosa sobre la relaci¨®n de una mujer con su esposo moribundo, un soldado de Dios que lleva tres semanas en coma con una bala incrustada en la nuca. Una f¨¢bula sobre la p¨¦rdida y la redenci¨®n con pasajes como ¨¦ste:
"El sol se pone. Las armas despiertan. Esta noche, de nuevo, se destruye. Esta noche, de nuevo, se mata. La ma?ana. Llueve. Llueve sobre la ciudad y sus ruinas. Llueve sobre los cuerpos y sus heridas".
De la ternura a la ira y de ¨¦sta a la desesperaci¨®n ("?llevamos diez a?os casados y s¨®lo desde hace tres semanas he podido compartir algo contigo!"), la mujer del relato aprovecha la crueldad del contexto para ir expresando ante el cuerpo inerte e inerme de su compa?ero todo su arsenal de amores y odios, de deseo y de angustia, venganza y miedo. Son los martillazos que, con el mismo diapas¨®n con el que desgrana las cuentas de su rosario, va sacudiendo la protagonista contra esa piedra de la paciencia que, seg¨²n la mitolog¨ªa persa, act¨²a como una esponja de todas nuestras miserias humanas: una piedra a la que se confiesa todo lo inconfesable... hasta que un d¨ªa la piedra estalla y entonces llega la salvaci¨®n.
El germen de la historia se sit¨²a en 2005, cuando la poeta afgana de 25 a?os Nadia Anjuman, amiga del escritor, era asesinada salvajemente por su marido en Herat. A ella va dedicado el libro: "Su muerte provoc¨® en m¨ª un ataque de rabia que todav¨ªa sigue vivo", murmura el autor de La piedra de la paciencia, que recuerda con la mirada perdida: "Los caminos de la violencia y sus efectos en la historia de mi pa¨ªs de origen son indescifrables. El marido de Nadia no era ning¨²n talib¨¢n, sino un hombre culto y educado, alguien que hab¨ªa aceptado que ella acudiera a reuniones literarias con hombres y mujeres. Pero un d¨ªa, la madre de Nadia fue a ver al marido y le dijo: 'Nosotros te la hemos entregado ?y t¨² le dejas arrastrarse de esa forma por las calles? ?Verg¨¹enza para ti!'. Y le exigi¨® que la encerrara. Pero ¨¦l la mat¨®. Con todo esto quiero decir que en Afganist¨¢n, como en otros pa¨ªses de la zona, hay un sistema social que empuja a la gente a la violencia".
La narraci¨®n comprimida en estas 120 p¨¢ginas supone, para el lector, un paseo por la cuerda floja que separa los abismos del amor y del horror, todo es de una forma pero susceptible de ser de otra de inmediato, parece que los inciertos fantasmas de la sangre pueden entrar en cualquier momento en esa habitaci¨®n "peque?a, rectangular y asfixiante a pesar de sus paredes de color claro".
Soterrada presencia de una violencia que obsesiona a Rahimi, que insiste una y otra vez sobre el tema: "La gente no nace violenta, ciertas circunstancias le hacen violenta. Observe usted el caso de Zidane y su cabezazo en el Mundial. ?Qu¨¦ genio de la dramaturgia mundial hubiera podido imaginar una escenograf¨ªa as¨ª? Ninguno, porque Zidane es un individuo pac¨ªfico. Y si ese dramaturgo lo hubiera imaginado, le habr¨ªan acusado de exagerar. La realidad, est¨¢ claro, sobrepasa la ficci¨®n. Y dentro del sistema, hay situaciones concretas que sacan a pasear la bestia feroz que llevamos dentro, y de la que ya habl¨® Shakespeare".
Un poco por rendir homenaje a su amiga asesinada y un poco por saldar viejas deudas con anteriores libros, como Tierra y cenizas, en el que el protagonismo femenino era meramente testimonial, Atiq Rahimi fue cambiando sobre la marcha el rumbo de su nueva novela: "Al principio mi historia trataba de un hombre en coma cuidado por su mujer; ¨¦l no pod¨ªa expresarse, hablar, actuar, pero s¨ª o¨ªa lo que su esposa le iba diciendo, y yo quer¨ªa que ese hombre muerto en vida nos transmitiera todos sus pensamientos, lo que se le pasaba por la cabeza al o¨ªrla, quer¨ªa meterme en su mente. Pero a medida que fui escribiendo fue el personaje de ella el que lo fue devorando todo, me di cuenta de que era ella a quien yo quer¨ªa dar voz. Una cuesti¨®n ¨¦tica, si se quiere...".
Admite sin problemas el escritor la posible deuda de justicia po¨¦tica con su obra anterior: "Es cierto, en Tierra y cenizas (que, por cierto, dio lugar a una pel¨ªcula hom¨®nima dirigida por el propio Rahimi y que fue premiada en Cannes hace cinco a?os) la mujer s¨®lo est¨¢ en la imaginaci¨®n de los personajes masculinos, pero esa presencia imaginaria llega a molestar al hombre; en Laberinto de sue?o y angustia s¨ª hay un personaje femenino, pero tampoco sabemos casi nada de ella, no se confiesa, no se revela..., as¨ª que ahora, con La piedra de la paciencia, le llega por fin el turno a la mujer que se revela".
Era cuesti¨®n de tiempo. El escritor Atiq Rahimi mira de reojo a sus or¨ªgenes orientales y decide ajustar cuentas con ciertas visiones cultural-religiosas: "Los talibanes y los fundamentalistas podr¨¢n dar a la cuesti¨®n todas las vueltas que quieran, pero el ser humano ?d¨®nde toma forma?, en el vientre de la mujer. Y eso, a pesar de que muchas mitolog¨ªas hayan intentado por todos los medios manipular la creaci¨®n y robarle el protagonismo a la mujer, asegurando que si ella proced¨ªa de la costilla izquierda del hombre, que si tal y que si cual... Pero el caso es que no: venimos de la mujer. Y no hay m¨¢s que acercarse de nuevo a contemplar la gran pintura de Gustave Courbet El origen del mundo, con ese sexo femenino en primer plano elevado a categor¨ªa fundacional, lleno de fuerza... Nosotros, los hombres, sentimos envidia de esa fuerza femenina".
Desde la ca¨ªda de los talibanes en 2001, Atiq Rahimi viaja con frecuencia a su pa¨ªs, ya sea para colaborar con un canal de televisi¨®n, Tolo TV; para buscar localizaciones con vistas a futuras nuevas pel¨ªculas o, simplemente, para charlar con la gente de la calle. Rahimi, que dirige en Kabul varios talleres de escritura de gui¨®n cinematogr¨¢fico y televisivo, es hoy un personaje popular en su pa¨ªs de origen pese a haber elegido Par¨ªs para vivir.
Entre otras razones, su celebridad se debe a dos programas de la televisi¨®n afgana de los que ¨¦l es la alma m¨¢ter: una telecomedia protagonizada por universitarios ("sobre fondo de intriga amorosa, es en el fondo una met¨¢fora de la historia de mi pa¨ªs, con todas sus guerras, sus intransigencias religiosas y sus pol¨ªticos corruptos", explica) y una especie de Operaci¨®n Triunfo a la afgana.
"Vuelvo regularmente a Afganist¨¢n, lo necesito", reconoce, "all¨ª hablo much¨ªsimo con la gente, sobre todo con los j¨®venes, y trato de descubrir sus frustraciones, por ejemplo las frustraciones sexuales, producidas por una absoluta falta de educaci¨®n y de informaci¨®n".
Ante la mirada c¨®mplice de las camareras de Le Fumoir (su verdadero cuartel general en Par¨ªs), el ganador del Goncourt empieza a desgranar un anecdotario afgano cuyo cliente m¨¢s agradecido es ¨¦l mismo, que r¨ªe sin parar. "Uno de esos j¨®venes me pregunt¨® un d¨ªa si era verdad, como hab¨ªa o¨ªdo, que en Europa hab¨ªa una pastilla que te permit¨ªa alargar la potencia amorosa todo el tiempo que quisieras. Cuando le dije que s¨ª se qued¨® boquiabierto. Yo he solido llevarles no la pastilla, pero s¨ª preservativos y les digo: 'De entrada, esto te calma un poco al hacer el acto sexual... ?y encima solucion¨¢is el problema de sobrepoblaci¨®n! Para ellos, el preservativo es como el descubrimiento de Am¨¦rica".
-As¨ª que si un d¨ªa les lleva una caja de Viagra...
-?Habr¨¢ una revoluci¨®n en toda regla!
Con un tono a medio camino entre la ternura y la preocupaci¨®n, el escritor expone su visi¨®n de algunos de los traumas de una sociedad plagada de carencias educativas y culturales: "La otra revoluci¨®n actual entre los j¨®venes afganos es el cine porno. Lo ven a escondidas, en la televisi¨®n por sat¨¦lite o en Internet. Eso les perturba mucho, imag¨ªnese, nunca han recibido una educaci¨®n sexual. Mire, una vez cog¨ª un taxi en Kabul y me pas¨® algo incre¨ªble. El joven taxista llevaba en el coche un cartelito que dec¨ªa: 'El amor no es pecado'. Entonces quise hablar de eso con ¨¦l y el di¨¢logo fue as¨ª, m¨¢s o menos:
- ?Te has enamorado alguna vez?
-S¨ª, una vez, locamente.
-?Te casaste con ella?
-No.
-Pero ?por qu¨¦?
-Porque si ella se enamor¨® de m¨ª, eso quer¨ªa decir que se pod¨ªa enamorar de cualquiera...
Hay que decir que la cuesti¨®n sexual interesa sobremanera a Atiq Rahimi. Y cual remedo de Freud, se trastabilla en la conversaci¨®n buscando y sirviendo explicaciones sexuales para todo tipo de cuestiones. Rahimi sostiene, y eso le preocupa, que "es facil¨ªsimo follar, dificil¨ªsimo hacer el amor, facil¨ªsimo disparar y dificil¨ªsimo besar, por eso hay tantas violaciones en las guerras, porque cuando el deseo amoroso no puede expresarse, surge la violencia". Asumido el papel de la violaci¨®n como una prolongaci¨®n del castigo, Rahimi sostiene: "No es casualidad que el fusil tenga esa forma f¨¢lica, ni que tirar tenga ese doble significado de disparar y de tirarse a alguien".
El autor de Tierra y cenizas est¨¢ convencido de que para corregir todas esas lagunas educativas que, seg¨²n ¨¦l, asuelan su patria, s¨®lo existe un camino: la cultura. "Los fusiles no salvar¨¢n mi pa¨ªs, eso ya se ha demostrado. Si existe un ¨²nico factor capaz de cambiar el mundo, ¨¦se es la cultura. Y lo estamos viendo hoy, por desgracia: la pol¨ªtica y la econom¨ªa nos han llevado al abismo, no por casualidad, sino porque la l¨®gica pol¨ªtica lo permite todo, abre la puerta a todos los excesos, y la econom¨ªa lo justifica todo en meras cifras. Al final, lo ¨²nico que nos aporta virtud y se?a de identidad es nuestra forma de ser, de hablar, de comer, de vestirnos, todo eso es cultura, leer un libro o ver una pel¨ªcula tiene en nosotros un efecto de espejo, nos ense?a c¨®mo somos". "Otra cosa distinta", a?ade, "es que con la cultura se puede manipular a la gente, eso est¨¢ hist¨®ricamente demostrado..., pero eso demuestra tambi¨¦n su eficacia como arma. Por eso los dictadores nunca reprimen la econom¨ªa, siempre reprimen la cultura".
Llegado a ese punto, el occidentalizado y afrancesado Atiq Rahimi lanza sus dardos contra el papel desempe?ado en Oriente por los timoneles de la pol¨ªtica mundial. "Hasta el momento, la actuaci¨®n de Europa y Estados Unidos con relaci¨®n a pa¨ªses como Afganist¨¢n, Irak o Ir¨¢n es un enorme fracaso. Su estrategia se ha reducido exclusivamente al plano pol¨ªtico-militar, en ning¨²n momento se han preocupado de aplicar estrategias culturales, educativas y sociales. Occidente no se ha parado un segundo a pensar c¨®mo podr¨ªa instaurarse en Afganist¨¢n una identidad cultural que una a la gente. En mi pa¨ªs, la cultura ha sido destruida, la gente no sabe escribir, los afganos ya no saben qui¨¦nes son, el ¨²nico valor es la religi¨®n..., y as¨ª no hay nada que hacer, no hay referencias s¨®lidas".
La piedra de la paciencia. Atiq Rahimi. Traducci¨®n de Elena Garc¨ªa-Aranda. Siruela. Madrid, 2009. 120 p¨¢ginas. 14,90 euros. La pedra de paci¨¨ncia (Syngu¨¦ sabour). Traducci¨®n de Imma Estany. Emp¨²ries. Barcelona, 2009. 143 p¨¢ginas. 14,96 euros.
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