Estrategia problem¨¢tica en Afganist¨¢n y Pakist¨¢n
Pocas semanas despu¨¦s de que el presidente Barack Obama anunciara una nueva estrategia integrada para Afganist¨¢n y Pakist¨¢n, basada en aumentar el n¨²mero de tropas y t¨¦cnicos en el primer pa¨ªs, fortalecer la ayuda militar y de desarrollo en el segundo, iniciar el di¨¢logo con insurgentes moderados y promover un marco regional de negociaci¨®n, emergen dudas sobre su viabilidad.
El general David Petraeus quiere repetir en Afganist¨¢n la f¨®rmula usada en Irak: aumentar moment¨¢neamente las tropas estadounidenses, poner m¨¢s ¨¦nfasis en proyectos civiles, no actuar como ocupantes y crear milicias que defiendan sus poblados y colaboren con la d¨¦bil polic¨ªa y Ej¨¦rcito afganos para combatir a los talibanes.
El plan de Obama deber¨ªa ser menos militar y m¨¢s tendente a pactar con fuerzas locales
Ir¨¢n no cooperar¨¢ hasta que se le reconozca como potencia regional
Adem¨¢s de que la situaci¨®n en Irak est¨¢ lejos de ser estable, su estrategia tiene tres problemas.
Primero, la volubilidad de los individuos y grupos armados de ese pa¨ªs que desde 1980 han cambiado en varias ocasiones de bandos y lealtades.
Segundo, que los talibanes est¨¢n ejerciendo una fuerte presi¨®n sobre los pastunes para que no se al¨ªen con Estados Unidos y el Gobierno de Kabul, amenaz¨¢ndoles con venganzas colectivas.
Tercero, que la experiencia en diversos pa¨ªses muestra que, una vez que se crean milicias paramilitares, pueden generarse nuevos ciclos de violencia, especialmente cuando no hay control estatal.
El n¨²mero de tropas extranjeras en Afganist¨¢n se ha cuadruplicado desde 2001, al tiempo que han aumentado las fuerzas de seguridad locales, pero la inestabilidad es mayor y la insurgencia m¨¢s fuerte. Nada asegura que un incremento de tropas vaya a ser exitoso. De hecho, los talibanes y otros grupos insurgentes de Afganist¨¢n y Pakist¨¢n est¨¢n estrechando sus alianzas para recibir a las nuevas tropas de Estados Unidos. A su vez, Washington no cuenta con suficientes efectivos para cubrir simult¨¢neamente Irak y Afganist¨¢n, ni con suficientes t¨¦cnicos militares dispuestos a ir a este ¨²ltimo pa¨ªs.
Recientemente, 50 parlamentarios del Progressive Caucus en el Congreso expresaron a Obama sus dudas, especialmente que el aumento de tropas no le conduzca a las situaciones que afrontaron los presidentes Lyndon Johnson en Vietnam o George W. Bush en Irak, que terminaron produciendo miles de v¨ªctimas y una salida sin victoria.
El representante dem¨®crata Jim McGovern declar¨®: "Tengo el profundo sentimiento de que nos estamos metiendo en algo de lo que nunca vamos a poder salir". Esa frase expresa que la complejidad del problema no permite imaginar una estrategia de salida exitosa, y a corto plazo, de las tropas de Estados Unidos. Esto puede ser un grave problema interno para Obama.
Una gran inc¨®gnita es con qui¨¦n negociar. Por un lado, no hay claridad sobre qui¨¦nes son los talibanes moderados y los radicales a los que se refiere Estados Unidos.
La insurgencia afgana y paquistan¨ª incluye grupos tribales, subtribales y clanes que van desde las tribus past¨²n, que son antioccidentales pero no "talibanes", hasta organizaciones criminales locales y se?ores de la guerra. Adem¨¢s, los talibanes y el grupo Hezb-e-Islami parecen estar m¨¢s interesados en debilitar y derrocar al Gobierno de Kabul que en negociar con ¨¦l. Las cr¨ªticas de Washington y otros Gobiernos al presidente afgano Hamid Karzai por tolerar la corrupci¨®n acent¨²an su debilidad.
Una cuesti¨®n central es la financiaci¨®n de los talibanes. El cultivo de amapola es la fuente econ¨®mica para parte de la poblaci¨®n, pero tambi¨¦n para los insurgentes. Cientos de miles de personas viven de una producci¨®n que en 2008 alcanz¨® un valor aproximado de 3.400 millones de d¨®lares, y una buena parte fue a las arcas de los talibanes y otros grupos. El pa¨ªs produce el 90% del opio que se vende en el mundo, y la mayor parte viene de la provincia de Helmand, uno de los centros de operaciones de los talibanes.
Diversos expertos consideran que al Plan Obama le sobra ofensiva militar y le falta reconocer la naturaleza tribal de la sociedad afgana y parte de la paquistan¨ª, y que ser¨ªa m¨¢s adecuado usar las instituciones tradicionales de Afganist¨¢n y Pakist¨¢n para promover acuerdos locales, procesos de reconciliaci¨®n y mecanismos de resoluci¨®n de conflictos basados en f¨®rmulas tradicionales.
Todos los analistas coinciden en la necesidad de la perspectiva regional. Las relaciones est¨¢n marcadas por el acceso a la energ¨ªa, el narcotr¨¢fico, los refugiados, la expansi¨®n transfronteriza del islam pol¨ªtico radical y el liderazgo geopol¨ªtico. Alcanzar alg¨²n tipo de di¨¢logo y eventual marco negociador en este nivel ser¨¢ una tarea complicada y de largo plazo.
Afganist¨¢n no es una prioridad para ning¨²n Gobierno de la regi¨®n, aunque India, Pakist¨¢n, Rusia, Ir¨¢n, China, Turqu¨ªa, Arabia Saud¨ª y los pa¨ªses de Asia Central tienen intereses en estabilizar Afganist¨¢n. Esto puede favorecer el di¨¢logo, pero la tensi¨®n entre India y Pakist¨¢n por Cachemira es profunda, e Ir¨¢n no colaborar¨¢ a menos que ceda la presi¨®n sobre su plan nuclear y sea reconocido como potencia regional.
Adem¨¢s, Rusia y China desaprueban la presencia de tropas de Estados Unidos y la OTAN en la regi¨®n, y existen competencias por recursos acu¨ªferos entre Afganist¨¢n y sus vecinos de Asia Central.
Hasta hace poco, Estados Unidos y la OTAN consideraban que Pakist¨¢n era clave para ganar la guerra en Afganist¨¢n. Ahora, la guerra principal est¨¢ en Pakist¨¢n, un Estado desintegrado y en tensi¨®n violenta entre el proyecto liberal secular y el del islam radical.
Estados Unidos y sus aliados est¨¢n alarmados por el auge del islamismo radical y la ofensiva militante, y presionan a Pakist¨¢n para que colabore en la lucha contra los talibanes en sus ¨¢reas tribales y deje de proveerles retaguardia.
El Servicio de Inteligencia paquistan¨ª ha apoyado desde los a?os ochenta a los muyahidin afganos contra la intervenci¨®n sovi¨¦tica, luego a grupos armados pastunes y baluchis contra India en la disputa por Cachemira, y ahora a los talibanes y pastunes contra la OTAN.
Las fuerzas armadas paquistan¨ªes creen que los talibanes pueden ser contenidos mediante entregas de territorio y disuasi¨®n, y que su misi¨®n principal es prepararse para contener la expansi¨®n de India. Los oficiales consideran que Estados Unidos est¨¢ confabulado con India para debilitar a Pakist¨¢n. El acuerdo de transferencia tecnol¨®gica nuclear que firm¨® el Gobierno de George W. Bush con Nueva Delhi, m¨¢s las condiciones que Washington ha puesto para que la ayuda militar a Pakist¨¢n sea usada para combatir la insurgencia y no contra India, confirman esta tesis.
Los militantes del Punjab est¨¢n aliados con los talibanes y comparten armas, fondos y entrenamiento. El Punjab se asemeja cada vez m¨¢s al control que mantienen los talibanes paquistan¨ªes sobre la regi¨®n SWAT despu¨¦s del acuerdo que alcanzaron hace pocas semanas con el Gobierno de Asif Ali Zardari. Los insurgentes usan esas zonas como retaguardia. O sea, que mientras Washington da fondos al Gobierno paquistan¨ª para luchar contra los talibanes, ¨¦ste les cede parte del pa¨ªs y el plan de Estados Unidos queda en entredicho.
Obama sigue la l¨ªnea de George W. Bush de la "guerra contra el terror" al plantear que el objetivo es impedir que Afganist¨¢n y Pakist¨¢n sean usados para amenazar a Estados Unidos y Europa. ?sta es una visi¨®n muy limitada. Con tantos recursos, soldados y pa¨ªses implicados en este conflicto y en esta regi¨®n, su plan deber¨ªa ser menos militar y m¨¢s favorable a generar negociaciones y acuerdos.
Mariano Aguirre es director del Norwegian Peacebuilding Centre, Oslo.
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