"Huimos con lo puesto de los ataques"
Miles de civiles se refugian en campamentos tras la ofensiva militar en Swat
Fazelwahid Sikhee tiene la mirada perdida y los ojos rojos de quien apenas ha dormido. A¨²n no se cree que haya dejado atr¨¢s el infierno. Tampoco la peque?a de sus hijas, que se agarra a ¨¦l como si fuera lo ¨²nico que le queda en este mundo. En parte es as¨ª. Han perdido su casa, sus enseres y el sentimiento de seguridad. "No quer¨ªa que mis hijos oyeran un bombazo m¨¢s", relata en el campamento de desplazados de Sherkh Shehzad, a las afueras de Mardan.
"Durante la noche del lunes al martes hubo un gran enfrentamiento entre las fuerzas de seguridad y los talibanes en nuestro barrio, as¨ª que ayer cuando levantaron el toque de queda unas horas, cog¨ª a mi familia y nos metimos en la primera camioneta que sali¨® de Mingora", explica. Mingora, la principal ciudad del valle de Swat, est¨¢ a apenas 100 kil¨®metros al norte de Mardan, pero para el matrimonio Sikhee y sus siete hijos es la diferencia entre la vida y la muerte. Quienes se quedaron est¨¢n ahora atrapados en el fuego cruzado.
"A¨²n tenemos mucho miedo y estamos confundidos", conf¨ªa Sabasbari, la esposa, bajo el calor sofocante de la lona, pero al abrigo de miradas extra?as. Incluso en estas condiciones, ella y su hija de 14 a?os siguen manteniendo el purdah, la estricta segregaci¨®n de las mujeres. De hecho, no se queja de las imposiciones de los fan¨¢ticos. "No me dan miedo los talibanes, sino los bombardeos", declara.
?Y la educaci¨®n de sus hijas? "Nuestros mayores son contrarios a que las chicas vayan a la escuela. Yo no lo hice; mi hija fue unos pocos d¨ªas y lo dej¨® porque no le gustaba", afirma mientras la joven se oculta tras el colorido chal que le cubre la cabeza. Lo que llevan encima es todo lo que tienen. "Salimos con lo puesto", se?ala la mujer mostrando dos peque?os hatillos de ropa en el suelo, a unos metros de donde duerme su beb¨¦ de 10 meses.
Los Sikhee han sido de los primeros habitantes de Swat en llegar a estas instalaciones abiertas a ra¨ªz de las operaciones militares en Buner y el Bajo Dir que se iniciaron hace una semana. De hecho, la mayor¨ªa de los 1.500 registrados hasta primera hora de la tarde de ayer proven¨ªan de esos distritos, situados al este y al oeste de ese valle que todos describen como id¨ªlico.
Miles de personas han abandonado Mingora y sus alrededores desde el martes por temor a la inminencia de una operaci¨®n militar. El Ej¨¦rcito la desmiente y dice que s¨®lo est¨¢n respondiendo a los ataques de los extremistas. Sin embargo, el comunicado militar de ayer daba cuenta de enfrentamientos en Saidu Sharif, Matta, Mingora y en las minas de esmeraldas pr¨®ximas a esta ciudad, que dejaron 37 insurgentes muertos. Adem¨¢s, dos soldados murieron por la explosi¨®n de una bomba en la localidad de Bahrain.
A la entrada de Mardan, desde la autov¨ªa que llega de Islamabad, se hallaba ayer estacionado un convoy militar cuyos soldados iban pertrechados con todo el equipamiento, incluido chaleco antibalas. Tambi¨¦n lo llevaban los polic¨ªas destacados en el control de acceso a la ciudad.
Las autoridades de la Provincia de la Frontera Noroccidental esperan una avalancha de medio mill¨®n de desplazados y est¨¢n preparando a toda prisa varios campos como el de Sherkh Shehzad en los distritos colindantes. Formalmente, es el Gobierno provincial el que debe autorizar la intervenci¨®n militar
Algunos, como Afshar e Imran Khyste, ni siquiera han esperado a que empiecen los combates. Hace tres d¨ªas que abandonaron Bidare, una aldea cercana a la localidad de Matta, tambi¨¦n en Swat. Ambos hermanos admiten, con el miedo todav¨ªa metido en el cuerpo, que huyeron de los talibanes.
"Vinieron a casa y nos pidieron que nos uni¨¦ramos a ellos, pero nos negamos, as¨ª que no nos qued¨® otra alternativa que marcharnos", declara Afshar, el mayor. "No nos gustan los talibanes porque nos obligan a dejarnos la barba y a luchar contra las fuerzas de seguridad", explica.
Le cuesta hablar. Hay que sacarle las frases una a una. Su trabajo, excavar pozos a mano, revela su extracci¨®n humilde. A¨²n as¨ª, los dos j¨®venes, que perdieron a su padre hace tres a?os, lograban mantener a su hermana y a su madre. Ahora, confinados los cuatro en una tienda de campa?a, no saben c¨®mo van a arregl¨¢rselas. Al menos est¨¢n aqu¨ª. Sus parientes tardaron en decidirse y ahora el toque de queda les impide moverse.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.