Entre mujeres solas
Mira que he visto veces La casa de Bernarda Alba y no me hab¨ªa dado cuenta de que hay un agujero capital en la red de tensiones. La matriarca encierra a sus hijas a cal y canto ("en ocho a?os que dure el luto no ha de entrar en esta casa el viento de la calle"), pero Angustias va a casarse con Pepe el Romano, que se aposta en su ventana noche s¨ª y noche tambi¨¦n. ?C¨®mo se come eso, si hasta La ni?a de luto, de Summers, que pasaba en la Andaluc¨ªa de los a?os sesenta, afirmaba lo contrario? O Lorca no tuvo tiempo material de corregir el gazapo, por sobredosis letal de caf¨¦, o su Bernarda no es tan monol¨ªtica como parece. O ambas cosas, claro. Pero no es ¨¦se el asunto. El asunto es: ?por qu¨¦ no lo he percibido hasta ahora? Quiz¨¢s haga yo de la necesidad virtud, pero a veces la percepci¨®n funciona por contaminaci¨®n, y lo cierto es que el montaje de Llu¨ªs Pasqual en el TNC parece decantarse por la opci¨®n B: Bernarda (Nuria Espert) est¨¢ empezando a perder su poder, a resquebrajarse. No es la Bernarda a la que nos ha acostumbrado la tradici¨®n. No es un t¨ªo con faldas, no es un le?o seco, no es una vieja corrupia. Es una mujer todav¨ªa atractiva, elegante, casi una gran dama sure?a, y a¨²n lleva la sombra del deseo pintada en la cara, por as¨ª decirlo. Hay un claro antecedente, no id¨¦ntico pero cercano: la Bernarda feroz y sensual, se?oraza mexicana a lo Katy Jurado, de Mar¨ªa Jes¨²s Vald¨¦s en el montaje de Calixto Bieito. Bernarda / Espert sigue siendo un monstruo pero un monstruo-v¨ªctima (de su educaci¨®n, de sus prejuicios), en la l¨ªnea de la madre del Opus que bord¨® Carme El¨ªas en Camino, de Fesser. Y lo m¨¢s importante: sabiamente guiada por Pasqual, la Espert rompe con otra tradici¨®n, la de que el bicho "no tiene recorrido", que Bernarda es un personaje hueso porque "no le pasa nada", porque empieza y acaba igual. Narices: al final queda destrozada, y consciente de que ella es la causa de la peste. Aqu¨ª adivinamos su pasado y su futuro. Pasado: am¨® a un hombre y se le cerr¨® (o le cerraron) el coraz¨®n. Futuro: no cuesta imaginarla como Mar¨ªa Josefa, su madre loca, anhelando un mar de espumas, abrazando a un hijo imposible. La Espert no hace una Bernarda tr¨¢gica sino naturalista, como ped¨ªa Lorca ("?realismo, realismo puro!"), muy contenida y, sobre todo, contradictoria. Vemos el broche de su dibujo en su ¨²ltima y espl¨¦ndida escena, donde traza y condensa las emociones enfrentadas del personaje: dispara sobre Pepe el Romano como si fuera un rival amoroso y arroja la escopeta como si le quemara, y cae al suelo como una pantera herida tras la muerte de su hija, y proclama: "?No quiero llantos!" mientras rompe a llorar. Sabe que ha perdido definitivamente la partida cuando proclama, pat¨¦tica, "?ha muerto virgen!", y su petici¨®n final de silencio es, m¨¢s que una orden, la constataci¨®n de su condena: todas, y ella la primera, quedar¨¢n encerradas en la casa: gran trabajo, que despliega lentamente sus capas, casi dir¨ªa que sin juzgar al personaje. Poncia es Rosa Mar¨ªa Sard¨¢, que vuelve a la escena con un bocado al fin a la medida de su boca: el verdadero bomb¨®n de la obra, esa criatura casi shakespeariana, sierva y consejera, soberbia y humillada, que teme y desea la desgracia como una tormenta purificadora. La Sard¨¢ est¨¢ graciosa, viva, compleja, a caballo entre la malicia popular y la maldad profunda. M¨ªnima pega: gesticula demasiado, y no le hace falta. Estupenda tambi¨¦n Teresa Lozano como la abuela, a la que Pasqual ha marcado otro doble y sugestivo perfil: capaz de alzarle la mano a Bernarda, de fulminarla con la mirada (era preciso trazar ese v¨ªnculo, esa herencia), y de vagar por la noche, conmovedora, cant¨¢ndole una alucinada nana a su corderito. Y Tilda Espluga, impecable en el breve pero bien perfilado rol de la criada. Muy bien, en su punto, la Angustias de Rosa Vila, la Magdalena de Marta Marco, la Amelia de Nora Navas: contenidas tambi¨¦n, sin declamaci¨®n ni ret¨®rica. Martirio es la hija m¨¢s dif¨ªcil de servir, y a Rebeca Valls le falta todav¨ªa un hervor de locura, sobre todo en su enfrentamiento final con Adela. Almudena Lomba, casi una debutante, es Adela y es la sorpresa de la funci¨®n. No tiene la t¨¦cnica precisa pero exhala una verdad fresca y creciente, y sabe llegar a la intensidad de su escena clave, cuando proclama su decisi¨®n en la tirada m¨¢s hermosa y valiente de un personaje femenino en el teatro espa?ol. Entre los logros de Pasqual, pues, destacan los reenfoques de Bernarda y Mar¨ªa Josefa, los soberbios di¨¢logos de la Espert y la Sard¨¢, donde muestran una qu¨ªmica perfecta, y la apuesta por Almudena Lomba, y el trenzado del complej¨ªsimo estallido final, cuyo preludio es esa cena casi de western, con la calma tensa que precede al ataque de los indios, pero hay algo en la funci¨®n que a¨²n no acaba de cuajar. Yo lo atribuyo a la escenograf¨ªa de Paco Azor¨ªn y a la disposici¨®n en pasillo, con gradas. El blanco omnipresente se traduce en una sobredosis de azulejos que hacen pensar en un orfanato o un manicomio. O una sala de autopsias. No se siente el calor asfixiante, todo lo contrario: m¨¢s bien parece que haga fresquito. Y el pasillo, para mi gusto, dispersa la tensi¨®n (como si siempre estuvieran de paso, camino a otras partes de la casa) y la proyecci¨®n de la voz: con tanto giro se pierden frases y me temo que emociones. No obstante, el espect¨¢culo fue recibido con enormes y merecidos bravos, y p¨²blico puesto en pie. Estar¨¢ en Barcelona hasta el 28 de junio, y se ver¨¢ en el Matadero de Legazpi del 10 de septiembre al 25 de octubre. Hay otra cosa que no quisiera dejarme en el tintero. Me cuentan que no hubo ni un pol¨ªtico del tripartito catal¨¢n, ni una "autoridad cultural", en ese estreno que era mucho m¨¢s que un estreno: Lorca en el Nacional catal¨¢n, dirigido por Pasqual y con Espert/Sard¨¢ encabezando el reparto no es, dir¨ªa yo, algo que se vea todos los d¨ªas. Tampoco se dignaron enviar un representante a Alcal¨¢ cuando Mars¨¦ recibi¨® el Cervantes, de lo que se podr¨ªa deducir que ni Lorca ni Mars¨¦ son "de los suyos". Ya vamos sabiendo a qu¨¦ atenernos. -
Hay algo en la funci¨®n que a¨²n no acaba de cuajar. Yo lo atribuyo a la escenograf¨ªa de Paco Azor¨ªn y a la disposici¨®n en pasillo, con gradas
La casa de Bernarda Alba. Federico Garc¨ªa Lorca. Direcci¨®n: Llu¨ªs Pasqual. Teatre Nacional de Catalunya. Barcelona. Hasta el 28 de junio. www.tnc.cat/. Matadero. Madrid. Del 10 de septiembre al 25 de octubre. www.mataderomadrid.com/
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