Y Raimon cogi¨® su fusil... perd¨®n, su guitarra
Raimon, como la Mathilde de Brel regres¨® para gozo del personal. La cita tuvo lugar en el edificio Nexus -sal¨®n de actos- de la Polit¨¦cnica de Valencia y pasado por el ba?o Mar¨ªa a juzgar por el Fahrenheit ambiental. Han tenido que pasar nueve a?os y una efem¨¦rides por medio, los cincuenta a?os de Al vent, la canci¨®n que vino de Marte para traernos la buenaventura musical, para que el cantante lanzara su munici¨®n l¨ªrica desde el extrarradio universitario, ahora desvestido de la insurgencia gr¨¢fica de otros tiempos. Y en la calle de Cavallers, sin querer enterarse del paso del cometa raimoniano. Deber¨ªan tomar nota de un Sarkozy homenajeando a Brassens sin que le tiemblen las orejas o se le arrugue su traje de Cerruti. Y Francisco, si Dios quiere, al Palau de la M¨²sica por Navidades. El concierto congreg¨® a amigos y conocidos y una media de edad que, como cantaba otro sexagenario cantautor en otro punto del ¨¢rea metropolitana, hace tiempo que ten¨ªan veinte a?os que ten¨ªan veinte a?os. Entre la nota i el so Raimon enfil¨® su recital y aunque el espacio nos trajo nostalgias de otros teatros de terciopelo y gallineros ruidosos, enseguida se puso de manifiesto que el amor era m¨¢s que rec¨ªproco entre el as¨¦ptico patio de butacas y el escenario abrigado por un distinguido cuarteto musical. Un Raimon que como el L¨¦o Ferr¨¦ de C'est extra pon¨ªa su punto de slow con los versos de Espriu, He mirat aquesta terra, y en m¨¢s de una ocasi¨®n, nos empujaba mel¨®dicamente a aquel Roberto Murolo napolitano que nosotros y ¨¦l tanto amamos. Y en eso Raimon cogi¨® su guitarra, despu¨¦s haberlo visto emular las maneras del chansonnier, dominio de los Aznavour, para sumergirnos en los versos codificados de Indesinenter y por fin tuvimos la foto del recital a juzgar por la emersi¨®n de peque?as c¨¢maras multiusos dispuestas a captar el momento m¨ªtico. La aprehensi¨®n del instante ic¨®nico. Raimon, una guitarra y un pie apoyado en una silla. La trilog¨ªa que hace cincuenta a?os inauguraba entre nosotros la figura del cantante juvenil e inconformista, el heraldo de una ¨¦poca donde la juventud dejaba el traje sastre paternal y el calificativo joven se convierte en el Santo Grial. Por supuesto que hubo muchos m¨¢s instantes con o sin megapixeles, solares y ¨¦picos como la interpretaci¨®n de Com un puny o Jo vinc d'un silenci. Y al final, Al vent, aquel momento en el que la juventud hace escuchar su grito en su GPS existencial.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.