La habitaci¨®n 101
Algunos viejos hoteles brit¨¢nicos, sobre todo en la provincia, carecen de ella. Uno camina por el pasillo de la primera planta y la secuencia de las habitaciones salta de la 100 a la 102, para continuar luego normalmente, como si se hubiera tratado de una errata a la que nadie desea referirse. La responsabilidad recae en George Orwell, el escritor que m¨¢s ha contribuido a enriquecer con sus neologismos e im¨¢genes el vocabulario de los horrores del siglo XX: Gran Hermano, doblepensar, neolengua, orwelliano, crimental. La habitaci¨®n 101 es una de las m¨¢s siniestras met¨¢foras empleadas en 1984, la ¨²ltima y m¨¢s poderosa de sus novelas. Designa una dependencia del Ministerio del Amor (el que se ocupa de corregir la disidencia mediante la tortura) en la que se oculta "lo peor del mundo". En la 101 el prisionero se enfrenta a lo que m¨¢s teme, a su peor fantas¨ªa, a aquello ante lo que su esp¨ªritu se quebrar¨¢ definitivamente. En el caso de Winston Smith, protagonista de la novela, lo peor del mundo son las ratas. Por eso, cuando el funcionario de Ocean¨ªa percibe ya muy cerca de su rostro "su asqueroso olor", se derrumba y, loco de terror, traiciona a su amor en aquella escena terrible, inolvidable, en que grita: "?H¨¢zselo a Julia! ?A m¨ª no! No me importa lo que hagas con ella. Desg¨¢rrale la cara, descoy¨²ntale los huesos. ?Pero a m¨ª no!". O'Brien, su torturador, tiene raz¨®n: siempre existe algo que no puede soportarse, algo m¨¢s all¨¢ del valor o la cobard¨ªa. Y est¨¢ escondido, esper¨¢ndonos, en la habitaci¨®n 101.
Orwell es el escritor que m¨¢s ha contribuido a enriquecer con sus neologismos el vocabulario de los horrores del siglo XX
Muchos empleados de esos hoteles, como muchos de quienes se entretienen con el globalizado Gran Hermano, ignoran el origen y significado de esas met¨¢foras orwellianas. Y de otras muchas. Hubo alg¨²n comentarista pol¨ªtico que, al socaire del progresivo calentamiento dial¨¦ctico de la Administraci¨®n Bush, rescat¨® lo de los "dos minutos de odio" diarios, aquel ejercicio obligatorio de los ciudadanos de Ocean¨ªa en el que todos entraban en trance, descargando su ira verbal contra el enemigo especular (Goldstein, contrafigura de Big Brother) con el fin de mantener vivo el odio necesario para que continuara una guerra cuyos or¨ªgenes nadie recordaba. Y "neolengua" y "doblepensar" son t¨¦rminos habituales en el periodismo pol¨ªtico anglosaj¨®n, sobre todo a la hora de referirse al lenguaje elusivo y c¨ªnico con el que los l¨ªderes revelan y ocultan lo que piensan.
Orwell escribi¨® su libro a partir de un imaginario alimentado en la pr¨¢ctica totalitaria de los a?os treinta. M¨¢s que en sus innegables influencias literarias -de los Viajes de Gulliver a la distop¨ªa Nosotros, de Zamiatin- la fuente de sus temas est¨¢ en lo que aprendi¨® de la Guerra Civil espa?ola y de los (simult¨¢neos) procesos de Mosc¨², adem¨¢s de su conocimiento del nazismo. Antes de morir de tuberculosis, Orwell decidi¨® reunir esos asuntos y motivos en una novela cuyo primer t¨ªtulo fue El ¨²ltimo hombre de Europa y que acab¨® siendo publicada como 1984. El libro fue compuesto en un estado febril (interrumpido por contrariedades, accidentes y enfermedades) en una lejana isla de las H¨¦bridas, en una casa sin electricidad que le hab¨ªa prestado su amigo y editor (due?o de The Observer) David Astor. 1984 fue publicado el 8 de junio de 1949 -hace ahora sesenta a?os- por Secker&Warburg, una editorial entonces joven que editaba a autores de la izquierda antiestalinista, como el anarquista Rudolf Rocker o el trotskista Boris Souvarine. El libro se convirti¨® en uno de los grandes best sellers de la deprimida Gran Breta?a de posguerra. Y el impacto de sus s¨ªmbolos y motivos ha trascendido a sus propios lectores. Por eso, en algunos viejos hoteles brit¨¢nicos (sobre todo en la provincia) no le alojar¨¢n nunca en la 101.
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