Drama en Julieta
A la hist¨®rica producci¨®n de Stuttgart se un¨ªan dos factores: ver de nuevo a la mejor compa?¨ªa de ballet alemana, y que estrenaba la donostiarra Alicia Amatriain en su primera aparici¨®n en Madrid y en el Real. Hay que decir que dos resbalones achacables a la textura de un suelo que ya ha dado problemas no le hacen justicia a esta excelente y entregada artista (fue en la entrada de Julieta; la madre presenta el traje del baile de m¨¢scaras a su hija). Este breve recurso davanti sipario o bisagra es transici¨®n heredada del siparietto estructural del ballet d'action. Amatriain se repuso gallardamente y ofreci¨® tres escenas de gran calado: el d¨²o del balc¨®n, el lamento ante Paris y muerte en la cripta. Tambi¨¦n su intenso despertar tras el archifamoso solo de viola y la danza de las muchachas con flores de lis dan una medida de su madurez y calidades.
ROMEO Y JULIETA
Ballet de Stuttgart.
Coreograf¨ªa: John Cranko. Escenograf¨ªa y vestuario: J¨¹rgen Rose. Direcci¨®n musical: Wolfgang Heinz. Teatro Real, Madrid, 11 de mayo.
La funci¨®n mostr¨® una compa?¨ªa empastada y a la altura en una coreograf¨ªa que mantiene su vigencia, lo mismo que trajes y decorados, ambos ideados por Rose con referencias al primer Renacimiento. Y es de se?alar que este Romeo y Julieta es lo que es porque se apoya en su propia tradici¨®n. Cranko cre¨® Julieta para Carla Fracci en Venecia en 1958 y dec¨ªa a la italiana: "Mira, mira bien a Ul¨¢nova en el filme". Se refer¨ªa a la pel¨ªcula sovi¨¦tica -primer ballet ruso en colores- sobre la coreograf¨ªa de Leonid Lavrovski. Ul¨¢nova fue la primera Julieta y marc¨® para siempre el personaje. Fracci lo depur¨® de la empolvada teatralidad rusa.
Cranko respet¨® el secuenciado ideado por el dramaturgo, especialista en Shakespeare, Serguei Radlov (junto a Lavrovski y Prokofiev), y eso hace tan asequible la lectura, pues la consecuci¨®n musical est¨¢ imbricada a la perfecci¨®n en dramaturgia y baile. Cranko era m¨²sico y se nota su sensibilidad en el uso de los acentos a¨¦reos, los tempi y la moralidad, donde no calca sino que reelabora el legado Lavrovski. Esto en Stuttgart es mantenido con mimo y precisi¨®n estil¨ªstica ejemplares. Tambi¨¦n en Rose hay trazas de los dibujos de Piotr Williams para Kirov y Bolshoi (arquer¨ªas, trampantojos, paisajes esfumados, cortinajes trasl¨²cidos). Citemos el Romeo de Friedemann Vogel y el Mercurio de Filip Barankiewicz, el primero de un ingenuo romanticismo guarnecido por su t¨¦cnica y el segundo con su explosiva sensualidad respaldada por un histri¨®n poderoso. No se queda atr¨¢s la madurez contenida y eficaz de Ludmilla Bogart como la nodriza. Atinada y vibrante la direcci¨®n orquestal de Heinz.
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