Los versos en 'polaroid' de Tarkovski
Una exposici¨®n en A Coru?a recoge 80 instant¨¢neas en las que el director ruso retrat¨® su universo
Se fue hace m¨¢s de 20 a?os, en 1986, a la edad de 54, mordiendo despojos de aire para poder montar Sacrificio. Con una estela de ocho obras maestras del celuloide, el director ruso Andr¨¦i Tarkovski es un mito en la historia universal del cine. Sin embargo, parece que el autor de La infancia de Iv¨¢n ha doblado la esquina hace un minuto, despu¨¦s de dejar en la bah¨ªa coru?esa un cargamento de "tesoros po¨¦ticos", ochenta fotos polaroid con el aura de iconos. Es la primera vez que se muestran en Espa?a y ser¨¢ la ¨²ltima que se puedan ver, hasta el 31 de mayo, antes de su destino definitivo en un museo de Mosc¨². Ahora, aqu¨ª, en A Coru?a, todo tiene su impronta. Es el efecto Tarkovski. Una nostalgia radical, prensil, que acaba por revolucionar la mirada. Una espiritualidad vanguardista, perturbadora, que abraza los sentidos.
Ser¨¢ la ¨²ltima vez que puedan verse antes de su destino final: Mosc¨²
En sus manos, la m¨¢quina fetiche del arte pop produce iconos con aura
Hoy llueve con estilo de mayo sobre el mar. Repicando luz. Llueve sobre las piedras farallones de las ?nimas, en la pen¨ªnsula de la Torre de H¨¦rcules. Sin duda, todo esto tiene que ver con Tarkovski. Nunca banal ni grandilocuente, defini¨® su trabajo como una forma de "esculpir en el tiempo". Y estableci¨® una proporci¨®n ¨¢urea entre la pupila y la gota de agua: "La imagen no es este o aquel significado expresado por el director, sino un mundo entero que se refleja en una gota de agua, ?en una gota de agua solamente!".
Todo parece tocado por esa melancol¨ªa activa. Cada una de las 80 im¨¢genes es una de esas gotas tarkovskianas, una redoma que contiene un mundo. El edificio de la Fundaci¨®n Luis Seoane, el espacio que habita la exposici¨®n Luz instant¨¢nea, fotograf¨ªas, itinerarios y saudades, que tiene forma de casa-barco de Le Corbusier, presenta ahora el "primer calor" de una dacha natal. "Digo madre y pienso en ti, casa, la de los bellos y oscuros veranos de mi infancia". Muchas de las fotos de Tarkovski podr¨ªan murmurar esa Melancol¨ªa de Milosz. La casa, esa casa-madre, es un primer c¨ªrculo en su topograf¨ªa emocional. Por lo mismo, las secuencias de mayor dramatismo y expiaci¨®n en el cine de Tarkovski son las que registran la quema de los hogares en El espejo y, especialmente, en Sacrificio.
Cuando Tarkovski fue a Italia para preparar el rodaje de Nostalgia, al final de los a?os setenta, el guionista y poeta Tonino Guerra le regala una c¨¢mara Polaroid. Era ya el cineasta ruso m¨¢s admirado desde Einsenstein. Con La infancia de Iv¨¢n (1962) hab¨ªa ganado el Le¨®n de Oro en Venecia y Andr¨¦i Rublev (1966) elev¨® su cr¨¦dito art¨ªstico tanto como su halo de misterio. Ten¨ªa algo extra?o que contar. Y lo hac¨ªa de una forma extra?a hasta entonces, en "otro tiempo", donde el compromiso era tener la valent¨ªa de contemplar, exprimiendo los sentidos hasta ese l¨ªmite que llamamos trascendencia. Andr¨¦i Rublev contaba la vida de un monje pintor de iconos. Las autoridades "art¨ªsticas" del r¨¦gimen, que tantas esperanzas hab¨ªan depositado en el nuevo genio, quedaron desconcertadas. Se pusieron vigilantes. M¨¢s tarde inquisitoriales. El estalinismo, en famosa frase, se hab¨ªa quedado con las palabras: "El arma esencial para el control pol¨ªtico ser¨¢ el diccionario". Pero Tarkovski se qued¨® con los sentidos. Con los colores y la m¨²sica. Con la mirada t¨¢ctil, esculpiendo el tiempo. Y con la Polaroid de Tonino Guerra. La m¨¢quina fetiche del pop art es, en manos de Tarkovski, una maravillosa m¨¢quina medieval que produce iconos, paisajes y retratos con aura. La c¨¢mara fotograf¨ªa la imaginaci¨®n de las cosas. Y tambi¨¦n act¨²a como un registro de intimidad hist¨®rica.
Su hijo lo cuenta as¨ª: "Utiliz¨® estas polaroids para capturar algunas im¨¢genes del campo ruso, de su casa y de la familia, para poder utilizarlas despu¨¦s en la preparaci¨®n de la pel¨ªcula. En realidad, estas fotograf¨ªas se convirtieron en el ¨²nico vestigio tangible de los recuerdos de su tierra, cuando, al final de la realizaci¨®n de Nostalgia, decide permanecer exiliado en Italia". Las polaroids de Tarkovski son fotos de alguien que est¨¢ despidi¨¦ndose sin saberlo. La vanguardia de los sentidos s¨ª que parece saberlo. Son fotos donde se oye el trabajo de radiograma de la luz. En ese tiempo fronterizo, cuando se avecina la fractura vital, la c¨¢mara parece cumplir una misi¨®n. Componer el afecto y la p¨¦rdida. Pintar tablillas sagradas en el papel polaroid.
El invento del se?or Edwin H. Land, que lanz¨® la c¨¢mara de fotograf¨ªas instant¨¢neas en 1947, y que en 2007 dej¨® de fabricarse, alcanza un momento de "eternidad" en manos de este hombre que traza c¨ªrculos alrededor de una casa en la campi?a rusa para capturar estampas de un para¨ªso a punto de esfumarse. Un "para¨ªso inquieto", al modo que pint¨® Chagall. Los responsables de la exposici¨®n, Jos¨¦ Manuel Mouri?o y Alberto Ruiz de Samaniego, con quienes colabor¨® Andr¨¦i, hijo del cineasta, han hecho un trabajo sentipensante de gran sutileza. Han construido un h¨¢bitat que se aproxima a esa idea de "cripta on¨ªrica" de la que habl¨® Gaston Bachelard en La po¨¦tica del espacio.
Fuera llueve. S¨®lo falta, entre las losas y ruinas del contiguo cementerio marino de San Francisco, all¨ª donde los j¨®venes emborrachan la noche, un sacerdote dada¨ªsta que brinde por Andr¨¦i Tarkovski: "?Arriba las manos, se?ores! Ha ca¨ªdo un ¨¢ngel".
Eu tinha as chave da vida e n?o vivi / a minha vida foi toda uma saudade.
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