El torero avergonzado
Mario Benedetti era ya una leyenda aun antes de su muerte. Y para estar en la leyenda hay que ser el poeta en singular, de quien la gente se sabe poemas enteros, y uno los repite al amanecer en la mesa del bar entre los amigos, otro se los dice al o¨ªdo a la novia que a su vez se los sabe tambi¨¦n. A las pruebas me remito.
Estaba yo una vez en Alicante y Mario iba a dar un recital de sus poes¨ªas en Murcia y me fui yo a buscarlo. Caminamos desde el hotel donde se alojaba al teatro donde le tocaba el recital, y nos desped¨ªamos por el momento porque a ¨¦l se lo llevaban para que entrara por la puerta de los actores, pero hab¨ªa un tumulto en las gradas y entonces le dije: mir¨¢, no han abierto todav¨ªa las puertas. Y quien se lo llevaba dijo: qu¨¦ va, si es que ya est¨¢ lleno, esta gente se qued¨® afuera y ya no pudo entrar.
Y adentro, era cierto, la gente estaba que rug¨ªa y no cab¨ªa un alma, centenares de adolescentes sentados hasta en los pasillos laterales, y luego se abrieron las cortinas y apareci¨® Mario como un torero avergonzado porque la ovaci¨®n no terminaba y aquello era un desorden, primero, que se callaran los aplausos y que se callaran los que se hab¨ªan quedado afuera y que parec¨ªa que iban a botar las puertas, y ¨¦l all¨ª en el escenario tan humilde y sencillo que siempre parec¨ªa agobiado por todos los pesares del mundo, los suyos y los ajenos, un fardo de dolores y de indignaciones tantas, y luego ya por fin sentado frente a una mesita con una lamparita verde, pero nadie quer¨ªa respetar el orden del recital porque cada quien ped¨ªa un poema a gritos, no s¨®lo dando el t¨ªtulo, sino que el solicitante empezaba a recitarlo, todos enardecidos por las palabras como en una gran rebeli¨®n juvenil, de las que le gustaba a Mario que se dieran en las calles y en los pa¨ªses sometidos a iniquidades, haciendo lo que pod¨ªa para imponerse hasta que su propia voz los fue callando a todos y entonces uno sent¨ªa la presencia del milagro y c¨®mo la leyenda iba haci¨¦ndose carne entre nosotros, Mario leyendo ya a la luz de su lamparita verde con voz suave y pausada sacada de las entra?as del sur desde donde ven¨ªa, y donde ahora se qued¨®.
Sergio Ram¨ªrez es escritor.
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