S¨²bita y deslumbrante
Volviendo a leer la poes¨ªa reunida de Ull¨¢n en la magn¨ªfica edici¨®n de Miguel Casado (Ondulaciones) entend¨ª que su trabajo (una verdadera acci¨®n po¨¦tica) nos ha acompa?ado a lo largo de estos 40 a?os con la rara constancia de su fe en nosotros (o en nos-otros), sus lectores. La suya es una poes¨ªa que empieza por poner a prueba el alfabeto, verificando tanto su condici¨®n material como su calidad aleatoria. Si lo primero es la graf¨ªa, lo otro es la sintaxis. Explorar esa constelaci¨®n de signos, como otro golpe de dados, lo llev¨® a la composici¨®n gr¨¢fica y a la pintura. Y no es casual que concitara la complicidad de T¨¤pies, Chillida, Saura, Arroyo y Rojo, entre otros; y que abriera un espacio gozoso y feraz de lenguajes entrecruzados, unos de ida, otros de vuelta, que a su modo exploraron luego Juli¨¢n R¨ªos y Frederic Amat, cuyo extraordinario recorrido del bosque de signos es de la misma estirpe. Cada libro de artista de Ull¨¢n es un asteroide de esa constelaci¨®n imaginada como otro museo de la creatividad m¨¢s libre, la gratuita.
M¨¢s que para una deconstrucci¨®n cr¨ªtica, su poes¨ªa regresa al alfabeto para rehacer el camino del lenguaje en una sintaxis abierta pero no abstrusa, barroquizante pero liviana, y capaz siempre de humor y asombro. Ven¨ªa del gran modernismo internacional, de las vanguardias trashumantes, de la literatura trasatl¨¢ntica, y sus interlocutores fueron C¨¦sar Moro, Octavio Paz, Haroldo de Campos, Juan Goytisolo, Jos¨¦ ?ngel Valente, Severo Sarduy...
Implacablemente libre
Pero no era un poeta program¨¢tico, ni mucho menos normativo, y felizmente careci¨® de imitadores. Fue, es impecablemente libre. No escribi¨® dos p¨¢ginas iguales porque escrib¨ªa de nuevo cada vez, en el presente sucesivo y pr¨®digo donde nos cita para recomenzar el gran juego de nombrar. Su trabajo se despliega con una fuerza creadora irrestricta, abriendo el lenguaje por dentro, como si hablar fuera milagro. La poes¨ªa de Jos¨¦-Miguel Ull¨¢n es un ejercicio de liberaci¨®n. O sea, un largo aprendizaje.
Tambi¨¦n por ello, su escritura desbordaba los moldes gen¨¦ricos. Lo que empieza como grafismo prosigue como suma lexical compacta, notaci¨®n desglosada, prosa de iron¨ªa lujosa, glosas y parodias de humor ben¨¦volo; y sagas de rara resonancia l¨ªrica, donde la poes¨ªa s¨²bita y deslumbrante se debe a las pocas palabras que en el acto de sustituirse se encienden. Sus sumas barrocas est¨¢n hechas de restas l¨²cidas. El poema es esa dicci¨®n de lo entrevisto.
"Mas las palabras del cantor quien no las cree no las entiende", escribi¨®. Le debemos la fe que puso en nuestra libertad.
Julio Ortega es cr¨ªtico literario.
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