No olviden nunca a John Yoo
Crece en Estados Unidos el esc¨¢ndalo ante la desclasificaci¨®n de informes secretos de la Administraci¨®n de Bush sobre la tortura utilizada contra presuntos terroristas y combatientes enemigos. M¨¦todos inadmisibles ordenados por altos cargos de dicha Administraci¨®n. El esc¨¢ndalo radica en que todav¨ªa mucha gente cre¨ªa en la versi¨®n del ex viceministro de Defensa, Wolfowitz, quien manten¨ªa que los "abusos" hab¨ªan sido obra de "unas cuantas manzanas podridas". Sin embargo, el podrido era el propio manzano. Ya en enero de 2006, The Washington Post calificaba sin ambages a Cheney de "vicepresidente para la tortura". En 2005, Cheney c¨ªnicamente afirmaba que en Guant¨¢namo "los prisioneros est¨¢n bien alimentados, tienen absolutamente todo lo que necesitan y viven en el tr¨®pico".
Un consejero de Justicia lleg¨® a decir que Bush ten¨ªa autoridad para ordenar torturas
Dirigentes que no s¨®lo consintieron sino que ordenaron la tortura. Dirigentes que recortaron libertades civiles bajo pretexto de combatir el terrorismo (Ley Patri¨®tica) y que, desgraciadamente, no toparon con una c¨¢mara legislativa que lo impidiera. En 2001, el Senado aprob¨® dicha ley por 98 votos frente a uno. Loor a Robert Byrd, dem¨®crata por Virginia Occidental, que declar¨® entonces: "Tengo que poner muy seriamente en duda el buen juicio de un presidente que es capaz de proclamar que un ataque militar a gran escala, sin que medie provocaci¨®n, se inserta en las m¨¢s elevadas tradiciones morales de nuestro pa¨ªs".
La Ley Patri¨®tica conten¨ªa una sarta de tropel¨ªas jur¨ªdicas. En lo dom¨¦stico defin¨ªa el terrorismo tan ampliamente que pod¨ªa incluir un mero acto de desobediencia civil, como el corte de una carretera. En lo internacional, este grupo de dirigentes ultraconservadores de tendencias totalitarias "subcontrat¨®" en ocasiones la tortura a otros pa¨ªses "amigos", a los que enviaba presuntos terroristas. Mientras fuera creaba c¨¢rceles clandestinas, desarrollaba dentro de su propio pa¨ªs un vasto sistema de escuchas ilegales de ciudadanos norteamericanos.
A esa camarilla pertenec¨ªan el ministro de Defensa, Rumsfeld, y el de Justicia, Gonzales, quienes arg¨¹¨ªan que las convenciones de Ginebra eran obsoletas y no ten¨ªan por qu¨¦ ser aplicadas en Irak o Afganist¨¢n. El gang inclu¨ªa figuras educadas y elegantes como Condoleezza Rice, quien tajantemente afirm¨®: "No se tortura". Con tan mala suerte que a los pocos d¨ªas (28 de abril de 2006) los medios de comunicaci¨®n de todo el mundo publicaron las espeluznantes fotos de Abu Ghraib. Por si fuera poco, los documentos desclasificados hace unas semanas atribuyen a Rice un papel director, delicado y comprometido, en el asunto de las torturas.
A pesar de todas estas evidencias, la Embajada de Washington en Madrid sostuvo: "El presidente Bush y la secretaria de Estado Rice han dejado muy claro cu¨¢l es la pol¨ªtica de Estados Unidos respecto al trato a los detenidos. El Gobierno de Estados Unidos ni aprueba, ni permite, ni practica la tortura ni cualquier otro trato inhumano" (carta a EL PA?S, del 5 de abril de 2006). Ya en 2004, el director de la CIA, Porter Gross, sosten¨ªa que sus agentes "no se sirven de la tortura, s¨®lo de t¨¦cnicas imaginativas".
Ha quedado suficientemente demostrado que la Administraci¨®n de Bush viol¨® las leyes, nacionales e internacionales, de forma persistente. Tanto como para forzar la reacci¨®n -aun en tiempos de Bush- de ciudadanos y l¨ªderes, incluidos conservadores, que entienden que la ley es sagrada. Fue el caso del republicano Alberto Mora, que se convirti¨® en el principal denunciante dentro del sistema del tinglado torturador. Mora, cuya madre es h¨²ngara, dijo en 2006: "No existe h¨²ngaro que, tras el comunismo, no sea consciente de que los derechos humanos son incompatibles con la crueldad. El debate aqu¨ª y ahora no es s¨®lo c¨®mo proteger al pa¨ªs. Es c¨®mo proteger nuestros valores".
Mora libr¨® una trascendental batalla contra aquellos que sosten¨ªan que el presidente -en funci¨®n de una supuesta "doctrina de la necesidad"- puede legalizar lo ilegal. Idea que ten¨ªa su origen en funcionarios del Ministerio de Justicia que argumentaban que la autoridad de Bush como comandante en jefe para fijar m¨¦todos de interrogatorio primaba sobre los tratados internacionales y las leyes federales norteamericanas.
En 2006, Alberto Mora pregunta a John Yoo, consejero del Ministerio de Justicia: "?Est¨¢ usted afirmando que el presidente dispone de autoridad para ordenar la tortura?". Sin disimulo alguno, lisa y llanamente, John Yoo contesta: "S¨ª".
Meses antes de la agresi¨®n a Irak -mientras los fan¨¢ticos en el Gobierno de EE UU preparaban la guerra y propalaban mentiras-, Thomas Friedman escribi¨®: "A Sadam se le puede disuadir porque ama la vida m¨¢s de lo que odia a Estados Unidos. Pero a los Osama Bin Laden es imposible disuadirlos porque odian m¨¢s a Estados Unidos de lo que aman sus vidas". La pol¨ªtica de Bush, la invasi¨®n de Irak, las torturas y humillaciones han creado numerosos Osamas. Hagamos votos para que -sensible al lamento de Gandhi ("Siempre ha sido un misterio para m¨ª el que los hombres puedan sentirse gratificados al infligir humillaci¨®n a sus semejantes")- Barack Obama fije un nuevo y definitivo rumbo. Mientras tanto, ya digo, nunca olviden a John Yoo.
Emilio Men¨¦ndez del Valle es embajador de Espa?a y eurodiputado socialista.
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