Realidad
Hay preguntas que no conviene hacerse. Pongamos como ejemplo una de las peores: ?qu¨¦ es la realidad? Si nos la planteamos en serio, no haremos otra cosa en la vida que darle vueltas. La mejor respuesta acaba siendo la m¨¢s simple, algo as¨ª como "lo que pasa", y ya est¨¢. ?No le gusta? En ese caso m¨¦tase en honduras: part¨ªculas subat¨®micas que chocan entre s¨ª, galaxias que nacen y mueren, soles que implosionan: ah¨ª tiene un poco de realidad, para empezar.
Decida lo que decida, no la busque en televisi¨®n. La c¨¢mara y todo lo que lleva detr¨¢s (productores, guionistas, maquilladores, t¨¦cnicos, bocadillos, botiquines, delegados y un largo etc¨¦tera) alteran la realidad, como la altera el observador en el ¨¢mbito cu¨¢ntico: lo que toca la televisi¨®n se convierte en reality, producto de escasa relaci¨®n con lo real.
Hay quien se queja de que Perdidos en la tribu (Cuatro) no sea "real". Se trata de una queja muy respetable, aunque fundada en hip¨®tesis endebles. Veamos: una productora se desplaza a una remota aldea africana o asi¨¢tica cuyos habitantes apenas conocen humanos blancos, convence a las fuerzas vivas locales de que les interesa alojar un rodaje, firma contratos, emplea ayudantes, pacta un gui¨®n con todos cuantos participan, paga, se establece y empieza a trabajar. ?No captan ah¨ª la sombra de una contradicci¨®n? ?Creen que una empresa va a arriesgar su dinero si no existen en el lugar unas m¨ªnimas garant¨ªas de seriedad comercial?
Evidentemente, las reglas de Perdidos en la tribu son las reglas televisivas: todo se convierte en plat¨®, todo el mundo es personaje, todo responde a un gui¨®n. Todo est¨¢ arreglado, en fin, para que parezca real, sin serlo. ?Alguien espera, en serio, que el brujo de la tribu se coma a un concursante?
El que quiera realidad de la buena, m¨¢s real a¨²n que las part¨ªculas subat¨®micas, que eche un vistazo a su cuenta corriente. Descubrir¨¢ que el mundo real ofrece aut¨¦nticas maravillas: hipotecas que suben cuando los tipos de inter¨¦s se arrastran por el suelo, comisiones llenas de fantas¨ªa, pura poes¨ªa herm¨¦tica en letra peque?a... No es agradable, ?verdad? Pues para eso est¨¢ la televisi¨®n, para olvidarse un rato de lo otro.
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