Por qu¨¦ hablan de laicismo "agresivo"
De los cinco modelos de relaci¨®n entre el Estado y las religiones, el laico es el que mejor asegura los derechos de todos, creyentes o no. Pero la Iglesia, nost¨¢lgica del Estado confesional, intenta desprestigiarlo
El arzobispo Silvano Tomasi, observador del Vaticano ante la ONU, dijo no hace mucho (EL PA?S, 24 de marzo de 2009) que la Iglesia est¨¢ preocupada por el "laicismo agresivo" de algunos pa¨ªses europeos. La expresi¨®n me dej¨® algo perplejo. ?Qu¨¦ quer¨ªa decir con eso tan distinguido cl¨¦rigo? ?Significa para ¨¦l que el laicismo es en s¨ª mismo una actitud pol¨ªtica digna de alabanzas, y que s¨®lo quedar¨ªa viciada si fuera defendida por m¨¦todos "agresivos"? Tal vez est¨¦ yo confundido, y el observador vaticano considere en el fondo que el laicismo es agresivo en s¨ª mismo.
En cualquier caso, monse?or Tomasi es un fiel representante del esp¨ªritu de su Iglesia, y sigue los pasos del actual Papa, el que fuera cardenal Joseph Ratzinger, quien en 2004 ya manifestaba una preocupaci¨®n similar. El laicismo, seg¨²n la argumentaci¨®n de Ratzinger, estaba poniendo en peligro la libertad religiosa. Como prueba aduc¨ªa el entonces cardenal el caso de un pastor protestante que, despu¨¦s de predicar en contra de la homosexualidad, fue condenado a un mes de c¨¢rcel. El laicismo, seg¨²n Ratzinger, ha dejado de constituir un elemento de neutralidad capaz de abrir espacios de libertad para todos.
Un pol¨ªtico cristiano que habla del papel positivo de la religi¨®n siempre se refiere a la suya
Si hay subsidios para los curas, los budistas y los musulmanes tienen derecho al mismo trato
La confusi¨®n respecto a la verdadera naturaleza del laicismo alcanz¨® su c¨²spide cuando en 2007 el presidente Nicolas Sarkozy defendi¨® la necesidad de que el laicismo dejara de alejar la naci¨®n francesa de sus ra¨ªces cristianas, de negar su pasado. Para ¨¦l, una naci¨®n que ignora su hist¨®rica herencia ¨¦tica, espiritual y religiosa, delinque contra su propia cultura. Y termin¨® defendiendo la idea de un "laicismo positivo".
Este debate manifiesta que hay una gran confusi¨®n en las sociedades europeas contempor¨¢neas acerca de sus religiones o de su identidad secular. ?En d¨®nde radica el problema? En toda Europa hay ahora sociedades multirreligiosas y multiculturales. Si cada ciudadano basara sus principios morales en su pensamiento religioso, se producir¨ªa una carencia de base moral com¨²n. Los representantes de los diversos credos esperan de todos los dem¨¢s que hablen en su lenguaje religioso particular. El cat¨®lico, por ejemplo, piensa que si todo el mundo se convirtiera al catolicismo, tendr¨ªamos una base compartida sobre la que edificar nuestros principios. Y lo mismo ocurrir¨ªa si todo el mundo se convirtiera al islam, al protestantismo o a cualquier otro credo, podr¨ªan proclamar todos los musulmanes o protestantes, etc¨¦tera.
Todo el mundo sabe que es altamente improbable que ocurra algo as¨ª. Los ciudadanos de los Estados del siglo XXI s¨®lo tenemos una cosa en com¨²n en este sentido, ya que compartimos la manera de organizar la discusi¨®n de estas y otras cuestiones morales, y tal vez tambi¨¦n el anhelo de polemizar pac¨ªficamente sobre nuestras diferencias de opini¨®n y creencias. En estas circunstancias, podr¨ªamos pensar que no hay ninguna posici¨®n mejor que la laicista para resolver las necesidades de nuestras sociedades, y que el laicismo es m¨¢s ¨²til que todos los dem¨¢s modelos hist¨®ricos de relaci¨®n entre el Estado y la religi¨®n. ?C¨®mo deber¨ªan relacionarse? Conocemos cinco modelos.
El primero es el "ate¨ªsmo pol¨ªtico" o "ate¨ªsmo totalitario", en el que el ate¨ªsmo es la doctrina estatal. No se entiende como una convicci¨®n personal de unos individuos que piensan que Dios no existe, o que las razones para creer en su existencia no son incuestionables, sino que se convierte en la doctrina oficial del Estado, el cual trata de erradicar toda simpat¨ªa que la gente pueda sentir por las ideas religiosas y, sobre todo, por la idea de la existencia de Dios. El Estado ateo fue creado en 1917; sus ide¨®logos fueron Lenin y Stalin.
El segundo modelo es el del Estado religiosamente neutral o laico, en el que el Estado permanece "neutral". Admite todas las religiones, pero ninguna ocupa una posici¨®n de privilegio. El Estado no apoya la religi¨®n. No hace propaganda a favor de una u otra, ni financia p¨²blicamente ninguna Iglesia ni instituci¨®n religiosa. Este modelo ha adoptado varias formas: la laicit¨¦ francesa; la Wall of Separation de EE UU; el modelo turco. Ninguna de estas variedades tan diversas es necesariamente un laicismo "agresivo" (Tomasi), ni limita la libertad de expresi¨®n (Ratzinger), ni carece de dimensi¨®n "positiva" (Sarkozy). De hecho, en las sociedades multirreligiosas, no ser¨ªa mala idea que el Estado fuese religiosamente neutral.
Pero, antes de sacar conclusiones precipitadas, estudiemos otras opciones. El tercero de los modelos es el del Estado "multirreligioso" o "multicultural", que trata a todas las religiones por igual porque las ayuda a todas en la misma medida. Si hay subsidios estatales para los curas cristianos, para el mantenimiento de las iglesias o la organizaci¨®n de sus sacerdotes, los budistas y los musulmanes tienen derecho a reclamar el mismo trato.
El cuarto modelo es el del Estado que tiene una Iglesia oficial. El Estado y la Iglesia combinan en estos casos sus fuerzas en el mantenimiento del orden p¨²blico. No se suprimen las dem¨¢s Iglesias, pero no tienen la prioridad que se concede a la oficial. En muchas declaraciones de los representantes de las Iglesias cristianas (incluyendo al Vaticano) se percibe cierta nostalgia de este modelo. Si un pol¨ªtico cristiano habla del papel de la "religi¨®n" como poderoso elemento cohesionador de la sociedad, siempre se refiere a la suya, aunque evite decirlo tal cual, por no parecer pol¨ªticamente incorrecto.
El quinto modelo es la teocracia, un sistema opuesto al ate¨ªsmo pol¨ªtico pero que, parad¨®jicamente, debe ser rechazado por los mismos motivos. En este modelo hay una religi¨®n que es favorecida por encima de las dem¨¢s, que son suprimidas con brutalidad, a menudo por medio de prohibiciones legales e incluso por la fuerza. Este modelo qued¨® olvidado en Occidente, con algunas excepciones, hace a?os, pero regres¨® al poder en Ir¨¢n a partir de 1979, y es una fuente de inspiraci¨®n para los j¨®venes islamistas que se sienten ajenos al orden democr¨¢tico liberal de pa¨ªses como Holanda, Francia y Espa?a. La teocracia es tan "agresiva" (aqu¨ª el t¨¦rmino es apropiado) y tan mala como el ate¨ªsmo pol¨ªtico.
La discusi¨®n acerca de cu¨¢l tendr¨ªa que ser la actitud del Estado en relaci¨®n con las religiones debe limitarse pues a elegir entre los tres modelos intermedios: laicismo, multiculturalismo o Iglesia oficial. El problema de este ¨²ltimo modelo es que discrimina a las religiones que no ocupan la posici¨®n privilegiada de la que ha logrado ocupar ese lugar de privilegio. En las actuales circunstancias no parece plausible que reaparezca una sociedad con un ¨²nico credo religioso com¨²n a toda la poblaci¨®n. As¨ª que se trata de un modelo basado en la nostalgia. Por su parte, el modelo multicultural es igualitario en lo que concierne a todas las religiones pero discrimina a los no creyentes. Se olvida de la mitad de los ciudadanos de los pa¨ªses europeos, que no suscriben ning¨²n credo religioso. Adem¨¢s, es incapaz de crear una base verdaderamente universal sobre la que construir una ¨¦tica compartida, pues hoy en d¨ªa la diversidad religiosa no es lo que nos une, sino lo que nos separa.
El laicismo parece pues la idea m¨¢s adecuada para proporcionar una base com¨²n a todos los ciudadanos, sea cual sea su fe religiosa, y permite unirlos a todos en torno a una serie de valores, los de democracia, derechos humanos y Estado de derecho. Por supuesto que los laicistas deben cuidarse de no defender sus convicciones de manera "agresiva", seg¨²n nos advierte el arzobispo Tomasi, pero s¨ª deber¨ªamos confiar en la posibilidad de que los pa¨ªses europeos encuentren una nueva identidad que no est¨¦ basada en el cada vez m¨¢s evanescente pasado religioso com¨²n.
No hace falta ignorar la herencia espiritual y religiosa, como pide Sarkozy, para saber que el futuro no parece anunciar la prevalencia de una ¨²nica religi¨®n compartida por todos. Los europeos har¨ªamos bien en aceptar este hecho irrebatible, y construir Estados y sociedades basados en un modelo realista que, al propio tiempo, constituya una fuente de inspiraci¨®n para todos sus ciudadanos, cualesquiera sean sus convicciones religiosas. Pens¨¢ndolo bien, un Estado laicista no parece tan mala idea. Nos proporcionar¨ªa un idioma moral com¨²n a todos, un "esperanto moral" que todos podr¨ªamos ser capaces de hablar.
Paul Cliteur, catedr¨¢tico de Jurisprudencia de la Universidad de Leiden (Pa¨ªses Bajos), acaba de publicar en Espa?a el ensayo Esperanto moral.
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