Imposible gustar a todo el mundo
Arthur Schopenhauer ya habl¨® de "la triste esclavitud de estar sometidos a la opini¨®n ajena". Seg¨²n el fil¨®sofo, una persona inteligente debe moderar en lo posible el sentimiento relacionado con la vanidad, o con la opini¨®n que tienen los dem¨¢s sobre nosotros: "Resulta casi inexplicable cu¨¢nta alegr¨ªa sienten las personas siempre que perciben se?ales de la opini¨®n favorable de otros que halaga de alguna manera su vanidad; y, a la inversa, es sorprendente hasta qu¨¦ extremo las personas se sienten ofendidas por cualquier degradaci¨®n o menosprecio". Schopenhauer estaba a favor de relativizar tanto los elogios como las cr¨ªticas. Pero no es f¨¢cil.
Seg¨²n el fil¨®sofo, "un juicio nos hiere, aunque conocemos su incompetencia; una ofensa nos enfurece, aunque somos conscientes de su bajeza"; y su particular receta consiste en "neutralizar la impresi¨®n de una ofensa por medio de encuentros con aquellos que nos tienen en alta estima". Rodearse, pues, de personas que nos quieren, nos aceptan y nos valoran, adem¨¢s de cultivar una buena autoestima y tener una idea justa de nuestro valor personal, puede ser un buen camino para relativizar las opiniones ajenas, que muchas veces tendr¨ªamos que filtrar, sobre todo cuando surgen de la rabia o la envidia, dos de los deportes de ¨¦xito en estas latitudes.
"La cr¨ªtica suele estar m¨¢s relacionada con el que la lanza que con el que la recibe: a menudo, quien critica se confiesa"
"Ni exageradamente susceptibles, ni incapaces de sentir empat¨ªa. Como siempre, el camino m¨¢s sensato es la sensibilidad"
Es imposible gustar a todo el mundo. En la infancia, la sociedad corta las alas de algunos de nuestros impulsos naturales -sorber la sopa, ensuciarnos la ropa, dormirnos en los restaurantes- porque a nuestro entorno le preocupa la imagen que estaremos dando o, m¨¢s all¨¢ todav¨ªa, la imagen que estar¨¢n proyectando ellos como entorno. Y gustamos a todo el mundo, pero a medida que pasan los a?os, la verdad desagradable asoma: es imposible gustar a todo el mundo. El psic¨®logo y escritor Wayne W. Dyer sostiene que un 50% de la gente con la que nos topamos es susceptible de no estar de acuerdo con nuestras opiniones. Seg¨²n Dyer, cuando alguien no est¨¢ de acuerdo con nosotros, o nos critica, no nos tendr¨ªamos que sentir heridos; deber¨ªamos pensar que, simplemente, hemos topado con un miembro de ese club del 50% que piensa de manera diferente.
Ya lo dice el budismo: intentar gustar a todo el mundo nos har¨¢ infelices; y si bien es cierto que el sufrimiento es inherente al ser humano, tambi¨¦n lo es que hay medidas paliativas que nos hacen m¨¢s llano el camino. Una de esas medidas es aprender a desvincular la cr¨ªtica de nuestra persona: entender que quien critica una decisi¨®n o una opini¨®n nuestra no est¨¢ critic¨¢ndonos a nosotros como persona. En el momento en que alguien saca algo a la luz, ya sea en los ¨¢mbitos social, laboral, incluso dom¨¦stico o de pareja, se expone a la cr¨ªtica. Por eso hay que saber encajarlas. Cuando hemos interiorizado el aprendizaje, podremos expresarnos libremente, sin miedo, incluso ante aquellos que piensan de manera distinta. Es su opini¨®n. Otro pensar¨¢ lo contrario. La cr¨ªtica suele estar m¨¢s relacionada con el que la lanza que con el que la recibe: a menudo, quien critica se confiesa. Confiesa sus temores, sus inseguridades, sus frustraciones.
Encontrar el equilibrio. Andar tan pendientes de las opiniones ajenas, el comportamiento de b¨²squeda de aprobaci¨®n, puede ocasionar que nos dejemos de lado a nosotros mismos. Si eso pasa, Wayne W. Dyer asegura que llegar¨¢ un momento en que confundiremos la jerarqu¨ªa, llegando incluso a pensar que lo que los dem¨¢s opinen de nosotros es m¨¢s importante que lo que nosotros mismos opinamos. El sentido com¨²n nos dice que tampoco ser¨ªa higi¨¦nico vivir al margen de la visi¨®n que los dem¨¢s tienen de nosotros, porque algunas cr¨ªticas pueden servirnos de espejo y de trampol¨ªn para la mejora, pero lo ¨®ptimo ser¨ªa encontrar el equilibrio. Para empezar el camino hacia ese equilibrio, la psic¨®loga Bego?a Odriozola propone que nos descentremos del yo, que salgamos y conozcamos otras culturas: as¨ª entenderemos que existe la diversidad y que, en realidad, la vida tiene tantos matices como personas.
A la vez, y aunque parezca una paradoja, los expertos proponen centrarse en uno mismo: saber con claridad qui¨¦nes somos y concedernos, adem¨¢s, el derecho a ser imperfectos. Porque depender ¨²nicamente de las opiniones ajenas puede hacernos acabar totalmente confundidos, fluctuando en funci¨®n de las cr¨ªticas o los elogios. El cineasta Woody Allen nunca lee las cr¨ªticas a sus pel¨ªculas: "Porque cuando son buenas, te envaneces, y cuando son malas, te deprimes. Antes sol¨ªa leer lo que escrib¨ªan sobre m¨ª, pero dej¨¦ de hacerlo porque no hay una distracci¨®n que te sirva de menos; es absurdo leer que uno es genio de la comedia o que act¨²a de mala fe".
La persona demasiado susceptible tiende a valorar la opini¨®n de los dem¨¢s por encima de la propia y suele ser muy permeable a las cr¨ªticas y los elogios: personas altamente sensibles, que pueden caer en el victimismo extremo e interpretar cualquier comentario, incluso una mirada, como una ofensa. Los susceptibles suelen ser personas desconfiadas, con una autoestima baja, y eso les hace parecer enemigos del mundo, cuando en realidad son enemigos de ellos mismos. Lo m¨¢s habitual es que su hipersensibilidad los a¨ªsle del mundo, que pierdan amistades y que les cueste adaptarse a cualquier empresa. Pero son ellos los que m¨¢s sufren: como dijo Leonardo da Vinci, "all¨ª donde hay m¨¢s sensibilidad, es m¨¢s fuerte el martirio".
preferencias en lugar de necesidades. Adem¨¢s, las personas demasiado susceptibles giran en torno a creencias irracionales que tienen totalmente interiorizadas. Creen que necesitan la aprobaci¨®n y el amor de todo su entorno para sentir que valen algo, y eso es una fuente de ansiedad, porque queda claro que no podemos gustar a todo el mundo. La psic¨®loga Merc¨¨ Conangla asegura que la manera de corregir este tipo de pensamiento destructor es transformar las necesidades en preferencias, y aceptar que hay cosas que no dependen de nosotros. Est¨¢ a nuestro alcance ser honestos con nosotros mismos, por ejemplo, no traicionar nuestras creencias m¨¢s ¨ªntimas, ni nuestros valores; pero no est¨¢ en nuestras manos gustar a la gente.
Lo dicho es f¨¢cilmente comprensible a nivel te¨®rico, pero una persona susceptible valora mucho m¨¢s la opini¨®n ajena que la propia, de manera que ser¨¢ capaz incluso de traicionarse a s¨ª misma si cree que eso le reportar¨¢ m¨¢s aceptaci¨®n del exterior. Y ¨¦sa es otra de las m¨¢s evidentes fuentes de infelicidad.
La psic¨®loga utiliza una imagen impactante para entender lo que queremos decir cuando hablamos de personas susceptibles: es como si a esa persona le faltara la piel, y que por eso todo le duele, por eso vive sufriendo. El extremo contrario, Conangla lo sit¨²a en las personas que no son capaces de sentir empat¨ªa, o solidaridad, a las que todo lo que se diga sobre ellas o sobre el mundo que les rodea les resbala. Por eso el camino del medio es, como siempre, el m¨¢s sensato: la sensibilidad. Y eso es algo que se ha de construir a partir de herramientas brindadas por experiencias vitales que recolectamos y que nos van ense?ando a solidarizarnos y a aislarnos a partes iguales. La vida, seg¨²n la psic¨®loga (m¨¢s ponderada que su colega Dyer), nos ense?a lo que ella llama la teor¨ªa del 10%, es decir, aceptar que al menos a un 10% de la gente con la que nos vamos a cruzar durante el d¨ªa no le vamos a gustar, o nos va a juzgar, o nos mirar¨¢ mal. A veces lo notaremos, otras no. Aceptarlo, igual que aceptamos la diversidad de la vida, forma parte del juego social.
Ferran Ram¨®n-Cort¨¦s, experto en comunicaci¨®n interpersonal, matiza que las personas a menudo podemos presentar comportamientos susceptibles en alguna ¨¢rea de nuestra vida, pero no en todas. Es posible que all¨ª donde nos sintamos m¨¢s inseguros, o m¨¢s desprotegidos, o all¨¢ donde nos hayan hecho m¨¢s da?o, todas nuestras alarmas se disparen hasta el punto de convertirnos en una persona susceptible. Eso, seg¨²n Ram¨®n-Cort¨¦s, se puede eliminar trabajando la autoestima y la seguridad personal. Si empezamos un nuevo trabajo y tememos equivocarnos y eso nos vuelve susceptibles, llegar¨¢ un momento en que nos equivocaremos de verdad y nos daremos cuenta de que no ha pasado nada, que el mundo sigue girando. Tras el error ir¨¢n pasando los d¨ªas y veremos que cada vez somos mejores en nuestro trabajo, o nos desenvolvemos mejor en las relaciones personales, y la susceptibilidad se ir¨¢ diluyendo.
Ideas para ser feliz
Libros
'Tus zonas err¨®neas', de Wayne W. Dyer. Editorial Debolsillo.
'El arte de ser feliz', de Arthur
Schopenhauer. Editorial Herder.
'Conversaciones con Woody Allen', de Eric Lax. Editorial Lumen.
Ni siquiera los genios se libran
Para quitarnos presi¨®n de encima s¨®lo hace falta acudir a nuestros mitos. El lector de este art¨ªculo s¨®lo tiene que buscar en Internet el nombre de su director de cine, su escritor o su m¨²sico preferido y ver¨¢ que, por muy indiscutible que le parezca su talento, muchos otros internautas o cr¨ªticos no opinan lo mismo, e incluso le insultan. Si esta persona que nosotros consideramos genial, tan necesaria para que el mundo avance, hubiera necesitado el benepl¨¢cito de todas las personas de su entorno para actuar, no habr¨ªa hecho nada. Como siempre habr¨ªa encontrado a alguien en contra de tal o cual argumento o estilo o composici¨®n, no se hubiera movido, y sus pel¨ªculas, libros o discos no
habr¨ªan visto la luz.
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