El Estado ha vuelto... y a lo grande
?Qu¨¦ fue de los Amos del Universo satirizados por Tom Wolfe? Los ministros de Finanzas ocupan hoy su lugar. En contra de tantos augurios, Al Qaeda y la crisis han devuelto el protagonismo a los Gobiernos
Hace unos 500 a?os, en algunas zonas de Europa occidental, ocurri¨® algo curioso en la sociedad humana. En vez de peque?as unidades territoriales -ducados, principados, ciudades libres, ¨¢reas gobernadas por caudillos an¨¢rquicos y fronteras llenas de violencia- aparecieron varias naciones-Estado (Espa?a, Francia, Inglaterra y Gales), cuyos Gobiernos pose¨ªan poderes extraordinarios: el monopolio del ej¨¦rcito y la polic¨ªa, el derecho a recaudar impuestos y el establecimiento de estructuras uniformes de gobierno, adem¨¢s de una asamblea nacional, una lengua com¨²n, una bandera, un sistema de correos y todos los dem¨¢s atributos de la soberan¨ªa que los 192 miembros actuales de la ONU dan por descontados.
El mundo del capitalismo de libre mercado sin control se ha encontrado con un final brusco
Para los trabajadores que han perdido su empleo el castigo sufrido por los ricachones no es suficiente
Hab¨ªa llegado el Estado nacional, y el mundo nunca volver¨ªa a ser el mismo.
Pero ese Estado nunca careci¨® de enemigos ni de cr¨ªticos, entre ellos los numerosos intelectuales que se atrevieron a predecir su desaparici¨®n. Por ejemplo, Karl Marx profetiz¨® que el ¨¦xito futuro del comunismo internacional llevar¨ªa de forma inevitable al "desvanecimiento gradual del Estado". Tambi¨¦n los partidarios de una Federaci¨®n Mundial en los a?os cuarenta del siglo XX propugnaron la instauraci¨®n de varias formas de gobernanza mundial, incluido un Parlamento de toda la humanidad.
M¨¢s recientemente -y esto nos aproxima al tema de este art¨ªculo-, los defensores del capitalismo de libre mercado sin ning¨²n tipo de control dijeron que el mundo estaba convirti¨¦ndose en un bazar ¨²nico en el que los Gobiernos eran cada vez m¨¢s ineficaces, las guerras y los conflictos eran una cosa del pasado, la guerra fr¨ªa era una curiosidad hist¨®rica y las finanzas cosmopolitas eran la fuerza dominante en los asuntos internacionales.
Los lectores recordar¨¢n libros con t¨ªtulos tan sugerentes como El mundo sin fronteras (Kenichi Ohmae, 1990) y provocadores art¨ªculos sobre El final de la historia (Francis Fukuyama, 1989) como ejemplos de este tipo de pensamiento. Si hab¨ªa un grupo de actores al que perteneciera el mundo, era a los juveniles banqueros de Goldman Sachs, los capitalistas de riesgo y los jadeantes economistas del laissez-faire. El Estado se hab¨ªa quedado anticuado, sobre todo en sus variantes m¨¢s grandes.
Pues bien, dos grandes erupciones de principios del siglo XXI han puesto en tela de juicio la hip¨®tesis de que ya no necesitamos ni tenemos que prestar atenci¨®n a lo que los conservadores estadounidenses llaman, con desprecio, el "gran gobierno".
La primera fueron los atentados terroristas del 11-S. Aquellas acciones mortales e inesperadas por parte de unos actores no estatales hirieron profundamente a la naci¨®n m¨¢s poderosa de la tierra y la empujaron a llevar a cabo una incre¨ªble variedad de respuestas contra Al Qaeda y los talibanes. Todas las medidas de seguridad, la enorme acumulaci¨®n de datos sobre cada ciudadano, la comunicaci¨®n de informaciones de inteligencia nacional con otros Estados y las medidas coordinadas contra las cuentas bancarias sospechosas y los art¨ªculos prohibidos fueron algunas de las muchas consecuencias de la llamada guerra contra el terror. (Como nota personal, este art¨ªculo lo he escrito durante un viaje reciente alrededor del mundo en el que siempre estuvo presente el "Estado"; en el aeropuerto de Roma tuve que pasar tres controles de seguridad. Hace 20 a?os, habr¨ªa resultado incre¨ªble).
Si a esos miedos al terrorismo unimos el inmenso malestar sobre la inmigraci¨®n ilegal y las medidas contra ella, tenemos la impresi¨®n de que el "mundo sin fronteras", si es que alguna vez existi¨®, se ha visto sustituido por controles gubernamentales y exhibiciones de autoridad en todas partes.
El segundo acontecimiento desafortunado y aterrador ha sido la crisis financiera internacional de 2008-2009, en la que la irresponsabilidad generalizada en el mercado de las hipotecas basura de Estados Unidos ha causado una onda expansiva que ha alcanzado a todo el mundo.
Se pueden decir muchas cosas sobre esta convulsa situaci¨®n, pero una de las m¨¢s importantes es seguramente c¨®mo ha humillado a quienes el novelista estadounidense Tom Wolfe llam¨® con sarcasmo "los Amos del Universo", es decir, los banqueros, los asesores de fondos de inversi¨®n y los falsos profetas de un ¨ªndice Dow Jones en crecimiento constante. Tambi¨¦n han acabado aplastadas algunas de las entidades financieras m¨¢s venerables y distinguidas. Para las personas que han perdido sus casas o han visto c¨®mo se diezmaban sus ahorros y sus pensiones, la humillaci¨®n p¨²blica de banqueros y consejeros delegados que hemos presenciado durante el ¨²ltimo a?o no es m¨¢s que un triste consuelo parcial. Para los millones de trabajadores que han perdido sus empleos o se han visto forzados a reducir sus jornadas de trabajo debido a la recesi¨®n mundial, el grado de castigo de los ricachones no es, ni mucho menos, suficiente.
Pero eso no es lo que quiero dejar claro aqu¨ª. Lo que quiero decir es que el mundo del capitalismo de libre mercado sin control se ha encontrado con un final brusco y escalofriante y que el Estado ha tenido que intervenir para hacerse con el control de la situaci¨®n tanto econ¨®mica como pol¨ªtica.
En varias partes del mundo, por supuesto, el Estado nunca se quit¨® de en medio, y a finales de los noventa ya hab¨ªa indicios de que estaba aumentando sus poderes en pa¨ªses tan distintos como Rusia, China, Venezuela y Zambia. Pero lo que resulta m¨¢s llamativo es el reciente vuelco en las econom¨ªas que hasta ahora se reg¨ªan por el mercado, sobre todo en Estados Unidos.
Ver a los principales banqueros estadounidenses interrogados una y otra vez en los comit¨¦s del Congreso, ver c¨®mo sus empresas est¨¢n sujetas a "pruebas de estr¨¦s" gubernamentales, enterarnos de que sus salarios y primas van a tener en el futuro un "tope", es ver c¨®mo se derriba a unos gigantes. Y es un poderoso recordatorio de la fuerza latente del Estado-naci¨®n.
Lo mismo ocurre, l¨®gicamente, en la esfera internacional. ?Qui¨¦nes son hoy los Amos del Universo: los se?ores del capital privado, cuyas limusinas y cuyos helic¨®pteros entraban y sal¨ªan cada a?o del Foro Econ¨®mico Mundial en Davos, o los adustos responsables de nuestros principales ministerios de Hacienda y bancos centrales? La respuesta es evidente.
Hasta las grandes instituciones financieras mundiales bailan al son que les marcan sus amos pol¨ªticos, es decir, los Gobiernos que m¨¢s voz tienen en ellas. Tal vez el Fondo Monetario Internacional vaya a disponer de unos cuantos cientos de miles de millones de d¨®lares m¨¢s para ayudar a las econom¨ªas da?adas y las divisas en bancarrota, pero ?qui¨¦n lo ha autorizado?
Por supuesto, un grupo de gobiernos nacionales que comprendieron la necesidad de rescatar el sistema financiero mundial. Da igual que lo decidiera el viejo G-7 o el nuevo G-20 en su reciente reu-ni¨®n de Londres; el caso es que fue claramente un G-algo, es decir, fue una acci¨®n de "gobierno".
En resumen, el Estado ha vuelto a primera fila (si es que alguna vez dej¨® el teatro, y no estaba meramente descansando entre bambalinas). En la mayor¨ªa de los pa¨ªses, la parte gubernamental del PIB est¨¢ aumentando sin cesar, en consonancia con el gasto oficial y las deudas nacionales. Todos los caminos parecen llevar al Congreso, o el Parlamento, o el Bundestag; o al Banco Popular de China. Los mercados observan con ansiedad el menor indicio de alteraci¨®n de los tipos de inter¨¦s o cualquier afirmaci¨®n, por muy calculada o torpe que sea, sobre la fortaleza del d¨®lar estadounidense.
Todas estas cosas no habr¨ªan sorprendido a los reyes Valois de Francia, ni a los monarcas Tudor, ni a Felipe II de Espa?a. Al final, y para utilizar una frase favorita del presidente Harry Truman, "la responsabilidad es m¨ªa". Es decir, de los l¨ªderes pol¨ªticos, que, elegidos o no, son quienes suelen tener las riendas del poder.
Era una locura pensar que esa vieja verdad ya no era v¨¢lida en los ¨²ltimos a?os, s¨®lo por las especulaciones de algunos responsables de fondos alternativos y unos cuantos banqueros excesivamente ambiciosos.
? 2009, Tribune Media Services, Inc.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
Paul Kennedy ocupa la c¨¢tedra J. Richardson de Historia y es director de Estudios sobre Seguridad Internacional en la Universidad de Yale. Est¨¢ escribiendo una historia de la Segunda Guerra Mundial.
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