Europa siempre pierde
Las dificultades para analizar los resultados de ayer proceden de que estas elecciones europeas se han interpretado en todas las claves posibles, excepto en aquellas para las que fueron convocadas. En nuestro pa¨ªs, Europa s¨®lo ha sido la coartada para que Gobierno y oposici¨®n sigan chapoteando en su peculiar agenda, que no se compone de propuestas pol¨ªticas de alcance europeo sino de acusaciones cruzadas. Y, tras conocerse los resultados, tampoco se han esforzado en proyectarlos sobre el futuro de la Uni¨®n, sino que se han conformado con una lectura interna, como si las elecciones al Parlamento de Estrasburgo no fueran otra cosa que una macroencuesta para conocer la marcha de la legislatura.
Los ciudadanos empiezan a relacionar la abstenci¨®n con la crisis del proyecto europeo
El fantasma de la abstenci¨®n era tan s¨®lo la primera de las dificultades a las que deb¨ªa enfrentarse el proyecto de la Europa unida durante los pr¨®ximos meses, y no ha salido bien parada. La segunda es el refer¨¦ndum irland¨¦s sobre el Tratado de Lisboa, que podr¨ªa cegar definitivamente la v¨ªa de m¨ªnimos con la que se trat¨® de sortear la par¨¢lisis tras la negativa de Francia y Holanda a la Constituci¨®n europea. Pero en las ¨²ltimas semanas ha surgido, adem¨¢s, una tercera dificultad imprevista: la rebeli¨®n de los diputados laboristas contra el primer ministro Brown podr¨ªa dejar paso a un Gobierno militantemente euroesc¨¦ptico en Reino Unido.
Las elecciones celebradas ayer no han sido ni mucho menos las ¨²nicas en las que se han producido elevados ¨ªndices de abstenci¨®n, pero s¨ª, tal vez, las primeras en las que los ciudadanos han empezado a relacionarlos con la crisis del proyecto europeo y su incapacidad para dar respuesta a las preocupaciones econ¨®micas. La lengua de madera con la que hasta ahora se explicaba -y, hasta cierto punto, se justificaba- el desinter¨¦s de los ciudadanos por la composici¨®n del Europarlamento ha dejado de servir. Y lo que se impone es la b¨²squeda de nuevos argumentos y, sobre todo, de algo que los Veintisiete no han intentado: soluciones para un problema que, como la abstenci¨®n, conviene tomarse en serio.
Los partidos socialdem¨®cratas de Europa han concurrido a estas elecciones con un documento com¨²n, que deb¨ªa inspirar las distintas campa?as nacionales. Y otro tanto han hecho los conservadores. Pero m¨¢s all¨¢ de este gesto, ni unos ni otros han dado a conocer sus programas ni han planteado una campa?a realmente europea, con actos transnacionales para apoyar las respectivas opciones. Si ninguna fuerza pol¨ªtica se propone cambiar estos datos de partida, es indiferente que en Espa?a gane el Partido Popular porque, a fin de cuentas, pierde Europa. Lo mismo que habr¨ªa perdido Europa si, sobre las mismas premisas, hubiera ganado el Partido Socialista. Mientras las elecciones europeas no sean, en efecto, europeas, Europa siempre pierde.
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