La odisea de Preciados
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"?Te preocupa el medioambiente?" o "?quieres colaborar?" o lo que sea, con tal de hacer proselitismo. Los promotores de ONG, predicadores callejeros, son el primer escollo que uno tiene que sortear si pretende cruzar la calle de Preciados. Tratan, incansables, de arrimar m¨¢s hombros a sus nobles causas, aun entorpeciendo el tr¨¢nsito. Melenas, rastas, piercings; parece que esa imagen antisistema que frustrar¨ªa cualquier intento de trabajar en un banco, es bien recibido para propagar solidaridad. Ellos tampoco est¨¢n contentos: "Hay gente superborde", explica una; "?quieres un estudio sociol¨®gico de Preciados? Aqu¨ª lo tienes: es un circo y est¨¢ lleno de locos. ?Ah!, por cierto... ?quieres ser socio de ACNUR?".
"Se?ora, no se alarme, aqu¨ª roban cada dos minutos", dice un polic¨ªa
Pero no son el ¨²nico bache que hay que sortear en esta v¨ªa. Como Ulises regresando a ?taca, el peat¨®n vive una odisea urbana: una de las tentaciones m¨¢s fuertes son los cantos de sirena que se escapan de las tiendas. Preciados es una de las calles m¨¢s comerciales de Madrid y su suelo uno de los m¨¢s caros del mundo, 2.880 euros por alquiler de metro cuadrado, seg¨²n el informe Main streets accross the world de la consultor¨ªa internacional Cushman & Wakefield. Una lista que encabeza la Quinta Avenida de Nueva York (12.612 euros por metro cuadrado) y en la que la v¨ªa madrile?a ocupa la decimoquinta posici¨®n. Aqu¨ª est¨¢n las grandes superficies y las franquicias de moda m¨¢s importantes.
Una mujer se queja a la polic¨ªa: ha presenciado un hurto. El agente responde, algo despreocupado: "Se?ora, no se alarme, aqu¨ª roban cada dos minutos". En abril, los municipales realizaron 3.760 intervenciones en Centro, que se saldaron con 298 detenciones. La polic¨ªa recorre insistentemente Preciados.
Otros tratan de hacer su propio negocio: todo tipo de artistas callejeros, desde estatuas humanas hasta virtuosos cuartetos de cuerda tocando una y otra vez el Canon de Pachelbel. Tambi¨¦n los top mantas, dispuestos a echar a correr delante de la polic¨ªa. Y los mendigos, en todas sus formas.
Jos¨¦ Manuel es un mentalista argentino. Hace su show en Preciados ataviado con una colorida camisa. Muestra una tabla cubierta de fotos en la que se ve, entre otras maravillas, c¨®mo se mete un taladro por el ojo: "Tengo que estar aqu¨ª todo el d¨ªa para ir sumando... Las cosas est¨¢n mal, s¨®lo un 10% de la gente que se para a ver el espect¨¢culo colabora". Un poco m¨¢s abajo, Viorel, un pintor rumano, hace peque?os cuadros con aerosoles de paisajes marcianos. La gente hace corro pero Viorel est¨¢ muy conforme: "La calle ya no se mueve, y estamos todos muy quemados". No muy lejos, un sacerdote ortodoxo rumano permanece sentado en una silla plegable, la mirada al frente, pidiendo ayuda para la reconstrucci¨®n de una iglesia. Al parecer, sin mucho ¨¦xito.
Incluso hay gente que viene a pasar la tarde, gente que, tal vez, se ha quedado apresada en sus redes. Como ese hombre que se bebe un brik de vino tinto sentado en un escaparate de Zara. O esa joven que lleva toda la tarde frente al cuarteto de cuerda (el del Canon), escribiendo en una libreta qui¨¦n sabe qu¨¦ intimidades. O estas dos chicas que charlan apoyadas contra la pared: "Hombre, no es que esto sea el Retiro", dicen, "pero hay m¨¢s movimiento. Hay gente rara y moderna, y siempre ocurren cosas".
Y si uno logra sortear las tentaciones y llegar, por ejemplo, a Sol... entonces en vez de encontrarse a la bella Pen¨¦lope, se da de morros con las obras.
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