Liderazgo en nuestros tiempos
La crisis ha hecho del liderazgo pol¨ªtico el 'test' fundamental de Zapatero y Rajoy. Buenos t¨¢cticos, ambos est¨¢n absorbidos por su propia supervivencia. Les falta una visi¨®n de futuro articulada por una ideolog¨ªa
El liderazgo ha sido raramente empleado, fuera de invectivas partidistas, como medida para la evaluaci¨®n de presidentes de Gobierno y jefes de la oposici¨®n espa?oles. Sin embargo, escasamente a?orado en contextos ben¨¦ficos, la crisis econ¨®mica lo est¨¢ convirtiendo en el test fundamental de Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero y Mariano Rajoy.
Hay dos tipos fundamentales de liderazgo. Uno es el transformador, que permite a una comunidad solventar sus problemas y, al mismo tiempo, las causas de los mismos, mejorando su capacidad para afrontar retos futuros. Requiere sobre todo trabajo ideol¨®gico o de relato: hacer balance de d¨®nde se est¨¢ y se?alar ad¨®nde se va. Requiere m¨¢s legitimidad del l¨ªder y es m¨¢s propio para contextos de dificultad.
Zapatero, 'el pol¨ªtico', carece de un relato del futuro que incluya de modo cre¨ªble la econom¨ªa
Rajoy, 'el administrador', registra la realidad, pero no tiene un proyecto de transformaci¨®n
El segundo es el transaccional, que capacita a una comunidad para solucionar sus retos corrientes. Se denomina as¨ª porque son el toma y daca, la negociaci¨®n, el acomodo de intereses, los mecanismos habituales de acci¨®n en tiempos de bonanza.
Este pa¨ªs tiene ahora que solventar graves dificultades econ¨®micas, pero tambi¨¦n la causa que ha provocado la impotencia de los gobernantes ante las mismas: la progresiva independencia de la econom¨ªa respecto a la pol¨ªtica, y la consiguiente incapacidad de lo p¨²blico para influir en la primera. Es hora de examinar el liderazgo transformacional de nuestros pol¨ªticos.
Todos nuestros presidentes de Gobierno ilustran aspectos clave del liderazgo pol¨ªtico. Por ejemplo, pocas veces un pol¨ªtico transaccional como Adolfo Su¨¢rez ha estado tan cerca de convertirse en l¨ªder transformacional. Su estilo se acomodaba perfectamente a la "reforma" como m¨¦todo de desmontaje del r¨¦gimen franquista desde dentro. Pero Su¨¢rez es ejemplo de los riesgos del agente de cambio hipert¨¢ctico, sin ideolog¨ªa sostenida. El virtuosismo transaccional, el trabajo pol¨ªtico en distancias cortas, acaba quemado cuando las rutinas de actuaci¨®n son descubiertas, cuando las bases de poder se agotan de tanto usarlas, cuando por haber logrado buena parte de sus objetivos el l¨ªder es prescindible. Es entonces cuando los que cedieron ante el personaje, o se sintieron postergados o incluso subyugados por ¨¦l, reconociendo su debilidad, dan rienda suelta a su resentimiento. El liderazgo transaccional, como el de Su¨¢rez, nunca es suficiente cuando los objetivos son transformacionales, y el final de los l¨ªderes transaccionales es la descalificaci¨®n y acoso personal, porque es precisamente su estilo personal el que les hizo eficaces en su d¨ªa.
En sus dos primeras legislaturas fue tal el capital pol¨ªtico de Felipe Gonz¨¢lez que fue capaz de conseguir objetivos transformacionales (europeizaci¨®n de Espa?a) sin necesidad de abusar de t¨¢cticas transaccionales. Pero con el tiempo, habiendo cumplido sus aspiraciones, acosado por los esc¨¢ndalos, sin mayor¨ªa absoluta, se adapt¨® mal a una presidencia a la baja, aisl¨¢ndose en Moncloa con fastidio ante unos tiempos que ya no sent¨ªa a su altura.
Gonz¨¢lez, el modernizador, ejemplariza las dificultades psicol¨®gicas de asumir un cambio a menos del liderazgo, de transformacional a transaccional, pero tambi¨¦n muestra el ¨ªmpetu de largo recorrido que proporciona haber iniciado la presidencia con aspiraciones transformadoras. El dicho afirma, con raz¨®n, que toda historia de poder acaba mal, pero la ca¨ªda desde el liderazgo transformador, como la de Gonz¨¢lez, aunque melanc¨®lica, es siempre m¨¢s atenuada que desde el liderazgo transaccional.
Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar fue, como Gonz¨¢lez, un presidente vocacionalmente transformador, despreciador, todav¨ªa m¨¢s, de lo transaccional. Pero mientras que al presidente socialista los tiempos le agraciaron con unos desaf¨ªos a la altura de sus ambiciones, al popular se los negaron. Aznar, versi¨®n espa?ola de Margaret Thatcher, Ronald Reagan y Karol Wojtyla, los tres "grandes repudiadores" de la socialdemocracia y el liberalismo cultural, y a quien pareciera que le rebajasen pol¨ªtica e ¨ªntimamente los compromisos y cesiones escasamente grandiosos que caracterizan las pr¨¢cticas democr¨¢ticas, busc¨® para s¨ª, con esp¨ªritu pol¨ªtico emprendedor, el reto que los tiempos no le proporcionaban: la emergencia de una nueva Europa frente a las viejas potencias continentales, un desaf¨ªo propio de un Churchill, su exigente superego pol¨ªtico. Las inesperadas consecuencias ¨²ltimas de esta empresa son conocidas y Aznar, el m¨¢s interesante psicol¨®gicamente de nuestros presidentes, acab¨® fracasando tambi¨¦n en su intento de seguir mandando vicariamente en el pa¨ªs a trav¨¦s de Rajoy, sin necesidad de ser electoralmente responsable. El destino de Aznar ense?a que sin un m¨®dico trabajo transaccional no hay pol¨ªtica posible. Los liderazgos transformacionales y transaccionales no son excluyentes y, aunque todo l¨ªder tiene sus preferencias, necesita ser m¨ªnimamente activo en ambos modos de acci¨®n.
Zapatero es, con Leopoldo Calvo Sotelo, el presidente que ha llegado a Moncloa con menos capital pol¨ªtico. Opuesto a un ciclo conservador dominante durante su primera legislatura en la escena internacional y nacional, estuvo bloqueado en sus iniciativas m¨¢s importantes, como la negociaci¨®n con ETA, por una oposici¨®n que manten¨ªa el poder medi¨¢tico, econ¨®mico y judicial. Zapatero fue invirtiendo su escaso capital pol¨ªtico en iniciativas de "ciudadan¨ªa", que garantizan estilos de vida plurales, pero no son transformadores para el general de la poblaci¨®n. Y cuando se le viene encima una crisis econ¨®mica hist¨®rica es incapaz de reaccionar, porque desde hace a?os la izquierda ha aceptado la premisa conservadora de que la cuesti¨®n econ¨®mica est¨¢ resuelta. Zapatero carece de un discurso de futuro que incluya de manera cre¨ªble la econom¨ªa, lo que le permitir¨ªa incorporar a su proyecto a clases sociales con aspiraciones de movilidad vertical, que le siguen percibiendo demasiado enfocado en cuestiones de estilos de vida no centrales para esos grupos. Y su escaso capital pol¨ªtico s¨®lo le permite t¨¢cticas de resistencia, y ¨¦stas siempre son transaccionales.
Reducido en su capacidad de hacer pol¨ªtica, apenas reteniendo el poder ante una derecha que, parad¨®jicamente, deber¨ªa estar en retirada por agotamiento de su modelo econ¨®mico liberal, Zapatero, el pol¨ªtico, est¨¢ como Su¨¢rez sujeto a descalificaciones personales constantes, como el ep¨ªteto de mentiroso que Rajoy le dedica diariamente, o el "pinocho" que le ha adjudicado Artur Mas. Sin el respaldo de un partido disciplinado, su equilibrismo ser¨ªa fatal.
Mariano Rajoy traslada a la pol¨ªtica el estilo de su oficio original: registra la realidad, pero carece de proyecto de transformaci¨®n. Su vocaci¨®n y capacidades -y la de su equipo, altos funcionarios como ¨¦l- es la mera administraci¨®n de las cosas. Acosado desde 2004 por sectores de su partido ha ido resistiendo con resabios de funcionario experimentado. Pero si gana las pr¨®ximas elecciones generales se puede encontrar con el pie cambiado respecto al ciclo pol¨ªtico. Ni amado por sus bases, que siguen a?orando el estilo de Aznar, ni temido por los adversarios -su desprecio hacia el presidente parece perjudicarle m¨¢s a ¨¦l mismo-, Rajoy dif¨ªcilmente podr¨¢, de ganar las pr¨®ximas elecciones, sostener con mera gesti¨®n la previsible espiral de demandas sociales, contenidas ahora por el miedo al paro, que caracterizar¨¢ el final de una crisis que ha hecho patente las desigualdades de oportunidades. Superviviente, como Zapatero, Rajoy, el administrador, es el m¨¢s transaccional en objetivos y medios de los dirigentes pol¨ªticos actuales.
En tiempos que requieren liderazgo transformacional, Zapatero y Rajoy est¨¢n absorbidos en su propia supervivencia. Nunca en la Espa?a democr¨¢tica ha habido tal desajuste entre necesidades objetivas y liderazgo disponible.
El problema no es un d¨¦ficit particular de Zapatero o Rajoy, ambos eficaces l¨ªderes transaccionales. La elevaci¨®n a liderazgo transformacional no lo dan las personas, sino una clara direcci¨®n de futuro articulada alrededor de una ideolog¨ªa a su vez reflejada en programas pol¨ªticos. Y ese es un trabajo de partido. Salvo la excepci¨®n de Su¨¢rez, aquellos presidentes que han contado con una narraci¨®n de futuro han impactado el pa¨ªs, como Gonz¨¢lez y Aznar. Calvo Sotelo no la tuvo, Rajoy no la tiene y la de Zapatero es incompleta por carencia de econom¨ªa pol¨ªtica. Sin ideolog¨ªa no hay ni tracci¨®n, ni sostenibilidad pol¨ªticas, ni autoridad, ni legitimidad para llevar a cabo los cambios necesarios.
Jos¨¦ Luis ?lvarez es doctor en Sociolog¨ªa por la Universidad de Harvard y profesor de ESADE.
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