"No me han pedido perd¨®n; ni lo quiero"
Tras dejar la prisi¨®n donde pas¨® 13 a?os por una violaci¨®n no cometida, Rafael Ricardi vive con 421 euros al mes. Va a ser padre mientras aguarda la declaraci¨®n de inocencia
En el bar El Chino, a Rafael Ricardi le sirven su caf¨¦ cortado de media tarde sin pedirlo. Es su rutina. Un paseo ma?anero por la Ribera del Marisco de El Puerto de Santa Mar¨ªa (C¨¢diz), un saludo a los amigos que comparten la barra con ¨¦l, el almuerzo en la casa que tiene alquilada con su novia, una siestecita si se puede y otra vuelta al mostrador donde el caf¨¦ se sirve sin necesidad de reclamarlo. Aparenta que hace lo que quiere, pero, en realidad, sigue sinti¨¦ndose preso. Porque preso ha estado durante 13 a?os por una violaci¨®n que no cometi¨®. Casi un a?o despu¨¦s de su salida a la calle, Rafael Ricardi ni olvida ni perdona. Pero ha emprendido una nueva vida. La que le hace re¨ªr como abuelo, la que le permite volver a enamorarse. La que le convertir¨¢ en padre por cuarta vez el pr¨®ximo oto?o.
"Trece a?os de c¨¢rcel se dicen r¨¢pido, pero pasan lentos", cuenta Ricardi en su casa de El Puerto de Santa Mar¨ªa
El fiscal del Supremo ya ha informado a favor de su libertad absoluta. Pueden pasar meses hasta la resoluci¨®n
El 25 de julio de 2008, las puertas de la c¨¢rcel se abrieron para ¨¦l. Llevaba encerrado desde 1995. Entonces, una mujer le identific¨® como el autor de la violaci¨®n que hab¨ªa sufrido en un descampado de El Puerto. Ella le reconoci¨® por la voz y por un defecto en la vista. "Un ojo a la virul¨¦", explic¨® gr¨¢ficamente la v¨ªctima en el juicio que termin¨® condenando a Ricardi a pasar 36 a?os entre rejas. La sentencia tambi¨¦n reflej¨® que el ADN encontrado era el suyo. Pero en 2000, la polic¨ªa comenz¨® a sospechar de su inocencia cuando un informe del Instituto Nacional de Toxicolog¨ªa descart¨® que los restos biol¨®gicos fueran de Ricardi. A pesar de ello, nadie revis¨® la condena. Se consideraba que la prueba definitiva era el testimonio de la v¨ªctima.
Hab¨ªan pasado siete a?os cuando fueron detenidos dos hombres, cuyos restos biol¨®gicos s¨ª coincid¨ªan con los recogidos en este caso. Uno de ellos, el que m¨¢s se parece a Ricardi, tambi¨¦n ten¨ªa un defecto en la vista, un ojo m¨¢s grande que otro. La caracter¨ªstica f¨ªsica crucial para el reconocimiento que dej¨® a Ricardi entre rejas durante tantos a?os. Con esos nuevos datos, pudo salir de prisi¨®n en r¨¦gimen de tercer grado. Todav¨ªa no se le puede llamar inocente. Ni siquiera se lo llama a s¨ª mismo. "Cuando sea inocente, hablar¨¦ claro", reitera. Los dos arrestados han sido ya procesados por el juez, quien debe terminar la instrucci¨®n de esta causa y decretar la fecha para un nuevo juicio. La culpabilidad de ellos le dar¨¢ la inocencia a Ricardi. Eso cree, al menos, su abogada, Antonia Alba. "Son procesos distintos. El Tribunal Supremo es el que debe anular la condena de Rafael, pero creemos que el nuevo juicio puede acelerar las cosas", sostiene.
En el bar El Chino hay un lema coreado por los que est¨¢n detr¨¢s y delante de la barra. "Si no tienes dinero y te gusta el vino, ven al bar El Chino". Hay muchos silencios c¨®mplices entre copa y copa. Tambi¨¦n confesiones en voz alta de apuros econ¨®micos y disputas entre amigos. Rafael Ricardi es uno m¨¢s. "Aqu¨ª es muy querido", resalta el due?o mientras compite a las cartas con otro cliente. Ricardi le sonr¨ªe, bebe a peque?os sorbos su caf¨¦ y se va a casa. Est¨¢ a apenas unos pasos. All¨ª vive con Tamara, a la que ¨¦l llama "mi compa?era". La conoci¨® tras salir de la c¨¢rcel. Habla de ella con prudencia y anuncia casi con verg¨¹enza que est¨¢ embarazada de tres meses. Rafael Ricardi va a ser pap¨¢ cuando est¨¢ a punto de cumplir 50 a?os. Ser¨¢ su cuarto v¨¢stago, tras Pilar, Macarena y ?ngel, los hijos a los que dej¨® al entrar en prisi¨®n cuando eran ni?os y de los que ha vuelto a disfrutar ya crecidos.
Su camino nunca estuvo libre de piedras. Naci¨® en una familia de 12 hermanos. No trabajaba, hac¨ªa a veces de gorrilla, ten¨ªa alg¨²n dinero por la ayuda que cobraba por invalidez, pero se lo gastaba en droga. Muchas veces dorm¨ªa en la calle. Su familia cuenta que intentaron ingresarle en alg¨²n centro de desintoxicaci¨®n, pero que siempre se escapaba.
El nuevo domicilio alquilado de Ricardi da la espalda al ¨¢rea de marisquer¨ªas y restaurantes de lujo, en una de las zonas m¨¢s transitadas de El Puerto. Hay paredes desconchadas, una escalera empinada, una puerta abierta en el segundo piso y una televisi¨®n -con el volumen muy alto-. Es lo que le permite el subsidio asistencial de 421 euros mensuales que recibe desde que sali¨® de prisi¨®n. Mientras perciba esta cantidad, no puede aspirar a otras prestaciones del Gobierno o de la Junta de Andaluc¨ªa, como la de invalidez que cobraba antes de ingresar en la c¨¢rcel. "Tengo que esperar 18 meses, y luego, a que me aprueben la ayuda que me quitaron", se queja.
Ricardi tiene en la mente toda una lista de lamentos y reclamaciones. En primer lugar est¨¢n, sin duda, los 13 a?os en presidio. "Se dicen r¨¢pido, pero se pasan lentos", resume. Est¨¢n los ochos a?os desde que un informe revel¨® que el ADN encontrado no era el suyo y nadie hizo nada por sacarle de la c¨¢rcel. "Nunca me han pedido perd¨®n, pero ya tampoco lo quiero". Est¨¢n las visitas al Juzgado de C¨¢diz cada 15 d¨ªas para firmar su tercer grado. Las veces que le han dicho que no le pueden contratar hasta que se aclare su situaci¨®n o simplemente la negativa por ser un ex presidiario. "Ir¨¦ a por ellos. Esto no tiene precio. Pero cuando yo sea inocente, todos ellos me lo tendr¨¢n que pagar. Conmigo todav¨ªa no se ha hecho justicia".
Lo ¨²ltimo que se sabe de su caso es que el fiscal del Supremo ha emitido un informe favorable a la libertad absoluta de Ricardi. El alto tribunal todav¨ªa tiene que hacer oficial la anulaci¨®n de la condena. Pueden pasar varios meses. Mientras, Ricardi aguarda. Kiran, su espabilado nieto de 10 a?os, con su h¨¢mster Spiderman, le acompa?a en algunos de sus paseos vespertinos. "?Sab¨¦is un secreto de mi abuelo? Tiene cosquillas en los sobacos", dice el peque?o entre grandes risas. Rafael Ricardi disfruta de una nueva vida, aunque arrastre el peso del pasado. El que le hace mirar con recelo los coches de polic¨ªa que circulan a su alrededor. Como si le siguieran los agentes que ve de lejos mientras prolonga los paseos rematados en el bar El Chino. "Cuando sea inocente, me ir¨¦ hacia ellos. Y les dir¨¦: soy inocente". -
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