Una noche en la vida de 'dios'

Por la ma?ana, cuando me levanto y me?miro al espejo nunca pienso: "Enrique, ?qu¨¦ listo eres!". Lo que se me ocurre es: "Enrique, no sabes la marcha que te voy a meter hoy".

Y en este somnoliento domingo de abril, la marcha llega por sorpresa a las cinco de la tarde con el ingreso en el madrile?o hospital 12 de Octubre de un var¨®n en torno a los 30 a?os en muerte cerebral. Ha fallecido en accidente. Su coraz¨®n late. La familia decide donar sus ¨®rganos. Se activa el complejo y bien engrasado procedimiento de trasplantes. En media hora, todos los miembros del equipo est¨¢n en sus puestos. En las pr¨®ximas horas realizar¨¢n la extracci¨®n de sus ri?ones, coraz¨®n, h¨ªgado y p¨¢ncreas. Limpiar¨¢n y acondicionar¨¢n esos ¨®rganos y sin perder un segundo los implantar¨¢n en varios receptores. De forma simult¨¢nea. Con la vista puesta en el reloj que preside cada quir¨®fano. El ¨¦xito de la intervenci¨®n depende de la rapidez con que se realice. Hay dudas sobre la viabilidad de los pulmones del donante para un trasplante m¨¢s. Pueden tener una peque?a lesi¨®n. Son desechados. El h¨ªgado est¨¢ en perfecto estado; va a ser dividido en dos; el fragmento m¨¢s peque?o ser¨¢ implantado en un beb¨¦ de meses, y el resto, en una mujer de 37 a?os. Cinco personas recibir¨¢n un trasplante esta noche. Cinco personas volver¨¢n a vivir.

"Si sigo es porque me interesan los enfermos. un enfermo no es un n¨²mero"

"Mientras operas no notas el cansancio", dice un m¨¦dico del equipo

su ¨²ltimo reto son los trasplantes multiviscerales de hasta seis ¨®rganos

el implante es fontaner¨ªa de precisi¨®n. Una puntada, un nudo. As¨ª Durante horas

en dos d¨¦cadas, m¨¢s de 70.000 personas han recibido alg¨²n ¨®rgano en espa?a

"La cirug¨ªa es una locomotora que tira del tren de la medicina"

A las siete de la tarde, la tercera planta de este hospital del deprimido sur de la capital se encuentra a pleno rendimiento. Una marea de cirujanos cardiacos y digestivos, enfermeros, anestesistas, neum¨®logos, internistas, hemat¨®logos, intensivistas y ur¨®logos circula entre la media docena de quir¨®fanos. Se han quedado sin domingo. No regresar¨¢n esta noche a dormir a casa. Gajes del oficio. Ni una queja. "El peor momento es cuando te llama la coordinadora y lo tienes que dejar todo y venirte corriendo; a partir de ah¨ª, pura adrenalina", describe una anestesista. "Mientras operas, no notas el cansancio; cuando terminas, te derrumbas".

Siempre hace fr¨ªo en esta zona impenetrable y as¨¦ptica que alberga los quir¨®fanos. No huele a nada. Todo brilla. El acero y el cristal emiten tonos ¨¢cidos. Bajo las poderosas l¨¢mparas quir¨²rgicas que dejan en penumbra todo lo que escapa a su foco nunca se sabe si es de d¨ªa o de noche. Invierno o verano. Un quir¨®fano es una burbuja donde pierdes la noci¨®n del tiempo. Las horas vuelan. Todo es irreal. Incluso los vientres abiertos en canal. Una sensaci¨®n que se acrecienta cuando tus interlocutores van vestidos con id¨¦nticos pijamas verdes y el rostro cubierto por mascarillas. Cada profesional va a lo suyo. Pocas palabras y poco dramatismo. Los instrumentistas ordenan sobre pa?os est¨¦riles la interminable, detallada y destellante ristra de bistur¨ªs, tijeras, pinzas, suturas y agujas que utilizar¨¢n los cirujanos durante la intervenci¨®n. En dos quir¨®fanos contiguos, los especialistas en anestesia y reanimaci¨®n comienzan a preparar a la ni?a y a la mujer que recibir¨¢n un segmento de h¨ªgado. Les pinchan el cuello y las mu?ecas. La beb¨¦ llora. M¨®nica Garc¨ªa, una anestesista cubierta con un ex¨®tico gorro quir¨²rgico decorado con perros de c¨®mic, la tranquiliza con ternura. Se suma un coro de enfermeras y m¨¦dicos que cubren de caranto?as a la peque?a paciente. El hielo se rompe. "No siempre es f¨¢cil aislarte emocionalmente en estas situaciones", relata un m¨¦dico con los ojos h¨²medos, "sobre todo cuando tienes una ni?a de la misma edad y llegas a casa y la abrazas y piensas lo dura que es la enfermedad".

A las ocho de la tarde, Enrique Moreno Gonz¨¢lez, al filo de los 70, catedr¨¢tico de Patolog¨ªa Quir¨²rgica, jefe del servicio de cirug¨ªa general, aparato digestivo y trasplantes; maestro, investigador, acad¨¦mico y premio Pr¨ªncipe de Asturias de Investigaci¨®n por unanimidad, describe una elegante finta con su bistur¨ª sobre el abdomen del donante, el h¨¦roe an¨®nimo de la jornada. Moreno inicia la minuciosa divisi¨®n y extracci¨®n del h¨ªgado. Nada puede fallar. Un error supondr¨ªa da?ar el preciado ¨®rgano y condenar a los receptores a seguir aguardando. El 10% de los candidatos a recibir un h¨ªgado fallece en lista de espera.

Moreno trabaja ligeramente recostado sobre el cuerpo del donante, ayudado por dos cirujanos y una instrumentista. Es un tipo grande, de 1,90. Complexi¨®n atl¨¦tica, brazos poderosos y cejas como cepillos. Un adicto al esqu¨ª y el tenis. Farfulla un interminable mon¨®logo a media voz describiendo cada movimiento que realiza. Trufa su parrafada con recuerdos, an¨¦cdotas y bromas. Sin levantar la vista de ese metro cuadrado en el que cada ¨®rgano queda al descubierto como en una perfecta lecci¨®n de anatom¨ªa. Apenas hay sangre. "Con Moreno, nadie sangra", dice Paco G¨®mez, uno de sus instrumentistas. El bistur¨ª electr¨®nico disecciona el h¨ªgado. Un tufo a carne quemada se extiende por la estancia.

Media docena de residentes del 12 de Octubre y m¨¦dicos que proceden de hospitales de todo el mundo alargan el cuello para no perderse lo que sucede en la mesa de operaciones. Opera el Jefe. Opera Dios. 1.391 trasplantes hep¨¢ticos a la espalda. Pionero en la t¨¦cnica de split (la divisi¨®n de un h¨ªgado de cad¨¢ver para dos personas) y en la extracci¨®n de un segmento de h¨ªgado de un donante vivo para implantar en un familiar. Su ¨²ltimo reto son los complicados trasplantes de intestino y los multiviscerales, en los que se llegan a implantar seis ¨®rganos abdominales (h¨ªgado, est¨®mago, p¨¢ncreas, bazo, duodeno e intestino delgado) a un solo receptor. El m¨¢s dif¨ªcil todav¨ªa. Susurran que Moreno fue uno de los cirujanos que salvaron la vida a Juan Pablo II tras ser tiroteado por Al¨ª Agca en la plaza de San Pedro en mayo de 1981. Ni niega ni confirma. "Yo andaba por all¨ª".

Sus movimientos quir¨²rgicos son precisos, seguros y elegantes. De una extra?a belleza. Con algo de coreograf¨ªa. Le gusta comparar la cirug¨ªa con el arte. "El campo quir¨²rgico del doctor Moreno es ¨²nico, amplio, ordenado, limpio, se visualiza perfectamente la patolog¨ªa que va a resolver. Hemos aprendido de ¨¦l. Sus t¨¦cnicas e innovaciones. Aqu¨ª se han formado la mayor¨ªa de los cirujanos que dirigen los grupos de trasplante hep¨¢tico de toda Espa?a y Latinoam¨¦rica. Por aqu¨ª han pasado centenares de residentes y visitantes extranjeros. Ha creado escuela", explica un cirujano de su equipo.

Son las diez de la noche. Nadie mueve un m¨²sculo. Es agotador permanecer en pie durante horas sobre un espacio no mayor que una baldosa. Sin toser, beber ni orinar. Casi sin parpadear. Sufren las piernas y las cervicales. "Tenemos las mismas dolencias que los camareros: varices y hernia discal", bromea el doctor Carlos Jim¨¦nez, uno de los veteranos del grupo de trasplantes. En 1980, cuando era un residente novato, conoci¨® al Jefe. Ha aprendido a su lado. Es su mano derecha. Cuando Moreno acabe su extracci¨®n de h¨ªgado, ¨¦l iniciar¨¢ la del p¨¢ncreas. Un joven enfermo de diabetes espera en otro quir¨®fano ese ¨®rgano y un ri?¨®n. Su vida ha sido un martirio. Un oscuro costur¨®n sobre el pecho revela una reciente operaci¨®n de coraz¨®n como consecuencia de esa enfermedad. Su existencia ser¨¢ muy distinta a partir de hoy. En otro quir¨®fano, un enfermo cardiaco aguarda el coraz¨®n. Hay noche para rato.

Los maratones quir¨²rgicos del profesor Moreno han sido siempre motivo de comidilla entre sus rivales. Entre los que le apodan "Dios". La cirug¨ªa es una profesi¨®n de egos. Con una competencia despiadada. Operar m¨¢s y mejor. Cueste lo que cueste. En los primeros tiempos del programa de trasplantes, Moreno se desplazaba en avi¨®n o por carretera a cualquier ciudad espa?ola en busca de un ¨®rgano; lo extra¨ªa del cad¨¢ver, regresaba y lo implantaba. Y vuelta a empezar.

A ese ritmo practic¨® dos centenares de trasplantes. Enlazaba uno con otro y otro m¨¢s. Sin dormir. Ya no afronta esas palizas; se apoya en los cirujanos de su equipo; a¨²n se enfrenta a las cirug¨ªas m¨¢s complicadas, a los pacientes en peor estado, a los c¨¢nceres m¨¢s intrincados. No le importa si se trata de un beb¨¦ de meses o un octogenario. Puede con todo. "Hay determinadas cirug¨ªas, como la extracci¨®n de un segmento de h¨ªgado a un donante vivo, que s¨®lo la puede hacer el jefe", explica. "El que se la juega debe ser el jefe. Y yo me la juego como en mi primer trasplante".

Entre los rumores que corren en el celoso gremio de cirujanos en torno a su inagotable resistencia f¨ªsica hay uno que asegura que Moreno se sonda antes de cada operaci¨®n para no perder el tiempo orinando; otro dice que consume estimulantes para aguantar hasta el l¨ªmite; un tercero, que tiene un hermano gemelo que es tambi¨¦n cirujano y se reparten los enfermos. ?l r¨ªe ante esos comentarios. "Como dec¨ªa mi padre, recio como una encina".

M¨¢s que un m¨¦dico; una leyenda. Un tipo fuera de lo normal. Graciano Garc¨ªa, director de la Fundaci¨®n Pr¨ªncipe de Asturias, le define como "el ¨²ltimo quijote; siempre hacer el bien, nunca hacer el mal". Moreno forma parte de una generaci¨®n ¨¦pica de cirujanos que comenz¨® su andadura cuando las transfusiones, la anestesia o las suturas vasculares eran pura artesan¨ªa sin respaldo tecnol¨®gico. Los hospitales carec¨ªan de todo. El anestesista era un convidado de piedra. Y la salvaci¨®n de un enfermo depend¨ªa de las manos del cirujano. Cada reto pod¨ªa ser el final de una carrera. Las hemorragias eran fatales. Y las infecciones. Eran h¨¦roes elevados a la categor¨ªa de cirujanos estrella. Ricos y respetados. Siempre hombres. Las mujeres llegaron m¨¢s tarde. Algunas se quejan de que a¨²n es una profesi¨®n machista.

Hoy, al borde a la jubilaci¨®n, Enrique Moreno Gonz¨¢lez, Dios, el Jefe, sigue siendo el mismo ambicioso luchador. Aquel brillante alumno de posguerra, soberbio y ¨¢spero con el poder, que abandon¨® la lucrativa odontolog¨ªa tradicional en su familia por la cirug¨ªa pura y dura. "Me gan¨® el enfermo grave, el enfermo complejo. Estar con ¨¦l. Apoyarle. Sacarle adelante. Cuando era residente en el Gran Hospital de la Beneficencia, en Madrid, en los sesenta, viv¨ªamos con los enfermos en la planta. Conoc¨ªamos el estado de cada uno. Operaba por la ma?ana y por la tarde. Quer¨ªa ser un buen cirujano. Ve¨ªa en esta profesi¨®n la perfecta combinaci¨®n de manos y cerebro. Ese placer de curar, de adelantarte al f¨¢rmaco. No hay placer igual".

-?Disfruta cuarenta a?os despu¨¦s?

-M¨¢s que nunca. Si sigo es porque me interesan los enfermos. Es por lo que quiero continuar. Hemos salvado vidas; hemos visto c¨®mo se curaban; los hemos visto al d¨ªa siguiente con buen color y apetito; hemos buscado soluciones. Soluciones nuevas a problemas antiguos. A un c¨¢ncer de colon o de es¨®fago. Sin amputar. Buscando la calidad de vida del enfermo. ?Cu¨¢ntas veces hemos llorado junto a las familias! Un enfermo no es un n¨²mero. Si el cirujano carece de ternura y humildad... esto no tiene sentido. ?Ojal¨¢ no tuviera que hacer un trasplante nunca m¨¢s porque se resolviesen muchas dolencias! En 20 a?os, esto va a cambiar. Las hepatitis B y C estar¨¢n muy controladas y poco a poco se plantear¨¢ la posibilidad de que se pueda sustituir el trasplante por otras terapias.

-?Y su vanidad?

-Cuanto m¨¢s alto es el bamb¨² m¨¢s bajo se inclina.

-?Y su soberbia?

-Mi soberbia es muy peque?a. La protagonista es la enfermedad.

-?Y su exceso de liderazgo?

-Creo en el liderazgo; el l¨ªder es un loco que trabaja m¨¢s que nadie.

Esfuerzo y empe?o. Es la historia de su ¨¦xito. Vivir sin vacaciones. Dormir poco. Investigar. Exigirse. "Cuando conoc¨ª a mi futura mujer le dije que nunca le podr¨ªa dar cantidad, sino calidad. Y as¨ª ha sido". Durante 22 a?os se prepar¨® para realizar un trasplante hep¨¢tico. Veintid¨®s a?os de espera. Desde aquel 1964 en que descubri¨® los textos de Thomas E. Starzl, el m¨ªtico cirujano estadounidense que acababa de realizar el primer trasplante de h¨ªgado. "Me conmocion¨®. Decid¨ª que mi tesis doctoral tratar¨ªa sobre esa materia. Pero en este pa¨ªs era impensable un trasplante. Faltaban la tecnolog¨ªa y los conocimientos y, sobre todo, en el franquismo hab¨ªa un enorme vac¨ªo legal que no se resolver¨ªa hasta los ochenta: la ley no contemplaba la muerte cerebral. Era imposible realizar un trasplante en esas condiciones. En 1964, cuando le dije al doctor del que depend¨ªa que mi tesis iba a tratar sobre el trasplante hep¨¢tico, me contest¨® alucinado: "?De qu¨¦ dice que va a tratar, Moreno?".

Empez¨® a investigar por su cuenta. A realizar cirug¨ªa experimental con perros. Oper¨® a 500 en siete a?os. Segu¨ªa trabajando como cirujano en un par de hospitales madrile?os, y los fines de semana ayudaba a su padre como dentista para redondear el presupuesto. "En Espa?a no hab¨ªa nada que hacer con el trasplante. Estaba atascado con la tesis. Me plant¨¦ y escrib¨ª una carta al doctor Starzl, a Denver. Le dije que era cirujano, hab¨ªa le¨ªdo todo lo suyo y quer¨ªa trabajar un par de a?os a su lado. Ten¨ªa necesidad de aprender. Acept¨®. Me march¨¦ en 1969 dejando en Espa?a a mi mujer y a mi hija de meses. Les llamaba los s¨¢bados por tel¨¦fono y cuando la telefonista me dec¨ªa que me quedaban 30 segundos juraba en arameo. Fue duro. Starzl era un dictador, pero era una maravilla trabajar en Estados Unidos por la dedicaci¨®n y seriedad de sus cirujanos y los medios que ten¨ªan". En diciembre de 1972, siete a?os despu¨¦s de iniciar su tesis, Enrique Moreno la le¨ªa ante un tribunal; era la primera que se elaboraba en Espa?a sobre trasplantes. Nueva t¨¦cnica de trasplante ort¨®pico de h¨ªgado. Sobresaliente cum laude. Tardar¨ªa 14 a?os en llevarla a la pr¨¢ctica.

Hab¨ªa llegado el momento de ganarse la vida. En 1973 consegu¨ªa el puesto de jefe del servicio de cirug¨ªa general en un nuevo hospital del entonces extrarradio madrile?o bautizado pomposamente Ciudad Sanitaria Primero de Octubre (conmemorando la fecha de la proclamaci¨®n del general Franco a la Jefatura del Estado). En la oposici¨®n super¨® a sus viejos maestros. Obtuvo la nota m¨¢xima. Ten¨ªa 34 a?os. Y 90 camas en su servicio de cirug¨ªa abdominal. A¨²n no hab¨ªa trasplantes, pero pod¨ªa ayudar a miles de personas con sus manos. A gente corriente.

Son las dos de la madrugada. El h¨ªgado del donante reposa sumergido en una soluci¨®n helada. Est¨¢ limpio y brillante. Su superficie es lisa y el¨¢stica como la piel de un delf¨ªn. Sobre la mesa de operaciones, intubada, sondada, monitorizada, ensartada por tres agujas (una, conectada directamente con su arteria pulmonar), reposa una mujer a la que es imposible ver el rostro. Tiene 37 a?os. Es una enfermera que desarroll¨® el sida tras un pinchazo con material contaminado. Moreno se vuelve a lavar minuciosamente; se cambia las calzas est¨¦riles, la bata y la mascarilla. Opera de nuevo. Todo el equipo se ha pertrechado de guantes dobles y gafas especiales para evitar un posible contagio de VIH. Es una intervenci¨®n de riesgo. Hay que extraer el h¨ªgado enfermo; despu¨¦s, implantar el nuevo. El proceso lleva entre siete y 12 horas. El h¨ªgado cirr¨®tico de la enferma est¨¢ gris y tiene un aspecto granulado. A las tres y diez lo extraen. Comienza el implante. Se trata de coser minuciosa y pacientemente las venas y arterias del receptor a su nuevo h¨ªgado. Fontaner¨ªa de alta precisi¨®n. Cada puntada concluye con un s¨®lido y min¨²sculo nudo. Y otro. Y otro m¨¢s. Durante horas. Los puntos m¨¢s min¨²sculos se realizan con un hilo de siete ceros, del grosor de un cabello. Enrique Moreno sigue la m¨¢xima de los viejos cirujanos: "Corta bien, cose bien y todo ir¨¢ bien". Tiene unas manos largas, grandes y velludas de carpintero o pianista. Domina la t¨¦cnica de suturar los vasos por peque?os que sean. A su izquierda, ?ngeles Fafila, instrumentista. 20 a?os a su lado. Su trabajo no es f¨¢cil. "Cada cirujano tiene su t¨¦cnica y su experiencia, y el instrumentista debe conocerla de memoria y saber lo que quiere en cada momento. Mi misi¨®n es ir un paso delante del Jefe. Tienes que conocer su cirug¨ªa con los ojos cerrados. Saber lo que viene a continuaci¨®n. Proporcionarle la tijera adecuada [hay 22 modelos, cada una con su funci¨®n espec¨ªfica], enhebrar sin parar sus agujas y proporcionarle desde el bistur¨ª electr¨®nico hasta el monitor sin que te lo tenga que pedir. Ni un gesto. No puede perder la concentraci¨®n. Al doctor Moreno no le gusta que le hagan perder el tiempo. Te puede caer un broncazo de muerte. Exige m¨¢xima atenci¨®n, pero es tambi¨¦n el que m¨¢s valora nuestro trabajo".

Moreno tiene un genio jupiterino oculto tras su estricta educaci¨®n de diplom¨¢tico centroeuropeo. Es el Jefe. No pasa ni una. Y nadie le tose. Pone firme al m¨¢s antiguo del escalaf¨®n. Al residente reci¨¦n llegado. O al pol¨ªtico de turno. Exige a todos por igual. En mitad de una intervenci¨®n, ante un despiste de su instrumentista, aparta un segundo la vista del vientre abierto de la receptora, observa fr¨ªamente a su ayudante y le espeta un g¨¦lido "?conc¨¦ntrese, leche!". Tras la mascarilla se filtra el rubor de la aludida. Son las cuatro y veinte de la madrugada.

Ocho cirujanos, 12 anestesistas, seis instrumentistas. Y todo el 12 de Octubre detr¨¢s. "La cirug¨ªa es una locomotora que tira del tren de la medicina", sostiene vehemente Moreno. Rafael Matesanz, director de la Organizaci¨®n Nacional de Trasplantes (ONT) y aut¨¦ntico genio del sistema de trasplantes en Espa?a, comparte esa opini¨®n: "Hay en Espa?a 44 hospitales repartidos por todas las comunidades aut¨®nomas que llevan a cabo trasplantes. Esa descentralizaci¨®n es vital. Porque el trasplante arrastra a todo el sistema sanitario. Desde la anestesia hasta el posoperatorio; del tratamiento de infecciones al banco de sangre; de la nefrolog¨ªa a la enfermer¨ªa. El hospital sale ganando. Y m¨¢s a¨²n siendo centros p¨²blicos. Que un cirujano de fama mundial opere en un hospital p¨²blico es un canto a nuestro sistema sanitario. Moreno ha convertido su hospital (que est¨¢ situado te¨®ricamente en un barrio deprimido) en una referencia mundial. Y eso es bueno para todos. Se empe?¨® en que aqu¨ª se hicieran trasplantes y lo consigui¨®. Sin apoyo institucional. ?l solito".

Francisco P¨¦rez-Cerd¨¢ aterriz¨® en este hospital como residente de anestesiolog¨ªa en 1980. Hoy es jefe de ese servicio. El 22 de abril de 1986 particip¨® en el primer trasplante de h¨ªgado del profesor Moreno. "Llev¨¢bamos meses entren¨¢ndonos. Hab¨ªamos viajado a Estados Unidos para conocer las t¨¦cnicas. Est¨¢bamos listos. Una ma?ana me llam¨® Enrique y con esa voz suya un poco teatral me solt¨®: '?Paco, podemos hacer un trasplante esta tarde?'. Contest¨¦ sin dudarlo: '?Lo hacemos!'. ?ramos gente joven; apenas cuatro anestesistas y un peque?o grupo de cirujanos que hab¨ªa llegado al servicio de Moreno desde otros hospitales de Madrid. Todos aprendimos sobre la marcha. Los cirujanos crearon una t¨¦cnica, y los especialistas nos hemos adaptado a lo que nos ped¨ªan. No se trata simplemente de dormir al receptor, sino de mantenerle en las mejores condiciones pulmonares, cardiacas y renales en momentos muy cr¨ªticos. Y lo mismo con el donante. Somos un equipo. Con un l¨ªder claro, pero un equipo".

Enrique Moreno lo hab¨ªa conseguido. 22 a?os m¨¢s tarde. Hab¨ªa realizado su primer trasplante. Recuerda "la mezcla de satisfacci¨®n, emoci¨®n y responsabilidad. Nos hab¨ªamos entrenado durante a?os. Hab¨ªamos hecho 50 trasplantes en perros en los meses anteriores. Hab¨ªamos aguardado que nos llegaran los ¨²ltimos avances t¨¦cnicos, como la bomba de circulaci¨®n extracorp¨®rea, y una nueva generaci¨®n de medicamentos antirrechazo. Pero no ten¨ªamos permiso del Gobierno para realizar la intervenci¨®n. Envi¨¦ un telegrama al ministro inform¨¢ndole de que ten¨ªamos un enfermo al borde de la muerte, hab¨ªamos detectado un donante en Catalu?a y estaba decidido a hacer el trasplante. Nadie nos par¨®. Lo hicimos".

Tras aquel trasplante de 1986 llegar¨ªan 1.390 m¨¢s. La t¨¦cnica del equipo se ir¨ªa depurando. Moreno acometer¨ªa nuevos retos y revoluciones t¨¦cnicas. A mediados de los noventa ser¨ªa pionero en los trasplantes de h¨ªgado split (un h¨ªgado para dos receptores), de donante vivo y en el sincr¨®nico de p¨¢ncreas y ri?¨®n. A partir de 2000, el desaf¨ªo vendr¨ªa del complicado trasplante de intestino. Y el multivisceral o en cluster. Con igual pasi¨®n que en sus comienzos. Como si el tiempo no pasara.

Noem¨ª Rosel tiene 34 a?os. Vive en Zaragoza. Es rubia y tiene cara de mu?eca. Naci¨® con poliposis adenomatosa, una grave enfermedad hereditaria. Provoca la aparici¨®n de p¨®lipos y tumores en el aparato digestivo con un elevado riesgo de malignidad. La padece su madre. Y su hermano. Se la diagnosticaron a los 18 a?os. Su futuro era un c¨¢ncer. "Sab¨ªa que iba a morir joven; hasta que mi cuerpo aguantara. El trasplante de mi aparato digestivo era la salida. Y jugu¨¦ esa carta sin pens¨¢rmelo. Necesitaba seis ¨®rganos: h¨ªgado, est¨®mago, p¨¢ncreas, bazo, duodeno y todo el intestino delgado. El doctor Moreno me dijo que en Espa?a nunca se hab¨ªa hecho antes. Pero ¨ªbamos a luchar. Confi¨¦ en ¨¦l. Tiene tanta seguridad en s¨ª mismo... Esper¨¦ un a?o. El 12 de septiembre de 2006 me llam¨® a Zaragoza y me vine en el AVE. Hab¨ªa un donante. Entr¨¦ en el quir¨®fano a las tres menos cuarto de la madrugada. La operaci¨®n dur¨® 15 horas. Estuve dormida dos semanas. Seis meses despu¨¦s sal¨ª del hospital por mi pie. Me encuentro perfectamente. Con ganas de vivir. Celebro mi cumplea?os cada 12 de septiembre. Este a?o soplar¨¦ tres velas. Y espero seguir apagando muchas m¨¢s".

Jos¨¦ Luis P¨¦rez padece la misma enfermedad que Noem¨ª y fue uno de los primeros receptores de un intestino en Espa?a. Una intervenci¨®n con muchas posibilidades de acabar en rechazo. "Cuando implantas un h¨ªgado, el ¨®rgano se queda quieto, pero un intestino se mueve, ¨¦se es el primer handicap; otro problema de cara al rechazo es la misma naturaleza del tejido del intestino", explica Moreno. La hermana de Jos¨¦ Luis falleci¨® v¨ªctima de su misma dolencia en 2006. ?l fue trasplantado ese mismo a?o. Acaba de cumplir 40 a?os y tiene una humanidad envidiable. Est¨¢ jubilado, pero trabaja como voluntario y no se pierde una fiesta. El d¨ªa de nuestro encuentro acababa de regresar de la Feria de Abril. "Me he tomado todo el pesca¨ªto y las cervecitas de Sevilla. No s¨¦ qu¨¦ pasar¨¢ ma?ana, pero a m¨ª me han regalado vida y la voy a disfrutar a tope".

Durante 14 a?os, el grupo del doctor Moreno se hab¨ªa preparado para los trasplantes de Jos¨¦ Luis y Noem¨ª. A contracorriente. Hospitales de todo el mundo hab¨ªan abandonado durante 20 a?os sus programas de trasplante intestinal ante los malos resultados del mismo. En Espa?a apenas se hab¨ªa practicado. Moreno se empe?¨®. El equipo del 12 de Octubre experiment¨® con animales, y sus miembros pasaron varios periodos de an¨¢lisis y observaci¨®n de las t¨¦cnicas en centros sanitarios de Estados Unidos. Diez d¨ªas antes de operar a Noem¨ª, Enrique Moreno viaj¨® a un hospital de Miami para presenciar un trasplante multivisceral. "No me sorprendi¨® lo que hac¨ªan; a medida que avanzaba la intervenci¨®n, pensaba: eso lo har¨ªamos mejor nosotros. Eso yo lo har¨ªa as¨ª, as¨ª y as¨ª. Y hoy le puedo decir que Noem¨ª Rosel es la prueba de que ten¨ªa raz¨®n".

En 20 a?os, 70.000 personas han recibido un ¨®rgano en Espa?a. La organizaci¨®n de nuestro sistema de trasplantes es un ¨¦xito que se contempla con envidia en todo el mundo. Contamos con la mayor tasa de donantes. Se trasplanta a m¨¢s personas, con enfermedades m¨¢s graves, mayor edad y la tasa de supervivencia es superior. Y todo a cargo de la sanidad p¨²blica. De forma universal y gratuita. El trasplante es una indicaci¨®n terap¨¦utica que ha dejado de ser noticia. El problema es la escasez de ¨®rganos. Siempre hacen falta m¨¢s. Cinco mil personas aguardan un trasplante en Espa?a. La alternativa a un trasplante hep¨¢tico es la muerte. En 2008 se realizaron 1.136 en toda Espa?a. Y cerca de 2.500 renales. Y 300 de cardiacos. Y 200 pulmonares. Espa?a es el pa¨ªs de los trasplantes.

Para el doctor Rafael Matesanz, director de la ONT, "han dejado de tener la ¨¦pica de los primeros tiempos. Ya no los realizan aquellos h¨¦roes del quir¨®fano que cre¨ªan que lo pod¨ªan todo ellos solos. Que resolv¨ªan los problemas sobre la marcha. Ahora se realizan de forma casi industrial. En equipo. Y es perfecto que se hagan miles y disminuya la lista y el tiempo de espera. El problema es la rutina. La cuesti¨®n es mantener el nivel de exigencia. La motivaci¨®n del profesional de la medicina. Un trasplante ya no es un reto para un cirujano, excepto los split, el trasplante de donante vivo, el multivisceral o el de intestino. Frente a la rutina del trasplante normal, hay que mantener la tensi¨®n en los equipos. Y eso Moreno lo hace muy bien. Piense que en el Reino Unido los cirujanos m¨¢s j¨®venes no quieren hacer trasplantes, y en Espa?a la especialidad de cirug¨ªa ya no es la m¨¢s demandada".

-?Por qu¨¦?

-Noches en blanco; trabajar a horas intempestivas, guardias, estar todo el d¨ªa localizado. Un cirujano de trasplantes puede trabajar 60 horas a la semana; tiene un incentivo econ¨®mico, pero no siempre le compensa. Ya no hay tanta gente que quiera estar en trasplantes. Ese relevo generacional es un problema. El sistema ha envejecido bien. Pero no se puede perder la tensi¨®n entre los profesionales.

Cinco y media de la madrugada. "Como puede ver, somos la referencia mundial en trasplantes, pero no en cuanto a equipamiento de ocio para los m¨¦dicos", bromea una joven residente que intenta dormitar en precario equilibrio sobre una silla de pl¨¢stico de una destartalada sala con aspecto carcelario. Aqu¨ª recobran fuerzas los m¨¦dicos durante las interminables noches de trasplantes. Est¨¢ decorada con un calendario y un sobado sof¨¢; apesta a empanadillas y croquetas cocinadas diez horas antes que yacen sobre una bandeja met¨¢lica. En otra fuente descansa una legi¨®n de rodajas de queso apergaminado y fiambre mortecino. Un cirujano revive la escena de entrar en esta sala una madrugada y encontrarse al profesor Moreno con la mirada perdida devorando una empanadilla tras remojarla en un caf¨¦ congelado. "Pura prote¨ªna", fue su comentario.

Siete y media de la ma?ana. Enrique Moreno concluye el implante. El h¨ªgado funciona. Lo peor ha pasado. Deja que sus ayudantes terminen la intervenci¨®n. Se desprende de su ropa de operar barnizada de sangre; se libera del gorro y la mascarilla y se enfunda una bata de un blanco inmaculado con su nombre bordado primorosamente en el pecho. Han sido 14 horas de marcha. Por las ventanas se cuelan los primeros rayos de sol. Acaba de cumplir 70 a?os. Sale del quir¨®fano braceando estirado y ufano. Dios. Apenas delatan su cansancio las bolsas bajo los ojos y la pesadez de sus p¨¢rpados. Ha llegado a la edad de la jubilaci¨®n. Est¨¢ dispuesto a morir con las botas puestas. Se pierde en el ascensor en direcci¨®n a su cuartel general en la planta de cirug¨ªa. "A las ocho hay que ver qu¨¦ quir¨®fanos quedan libres. Y a trabajar. Los enfermos no esperan".

-?Y cu¨¢ndo descansa?

-A ratos, como los buenos periodistas.

14 horas con el Dr. Moreno