El turno del ofendido
La noticia de que el Gobierno cubano acept¨® la invitaci¨®n de Estados Unidos a reabrir el di¨¢logo migratorio lleg¨® a la poblaci¨®n de la isla con varios d¨ªas de retraso y no por medio de una nota de prensa, en la que se expusieran abiertamente las razones de ese gesto, sino a trav¨¦s de una "reflexi¨®n del compa?ero Fidel" a prop¨®sito de la toma de posesi¨®n de Mauricio Funes, nuevo presidente de El Salvador.
Castro dio la noticia, de pasada, para luego rega?ar al presidente salvadore?o porque salud¨® a la se?ora Clinton antes que a Lula y medir la cantidad de aplausos que el p¨²blico dedic¨® a Cuba y a Estados Unidos.
Siempre ha habido una soberbia pueril en el estilo de Fidel que, en los ¨²ltimos a?os, con la ancianidad y la convalecencia, se exacerba.
El r¨¦gimen cubano se niega a abandonar la visi¨®n de la guerra fr¨ªa porque es de lo poco que le queda
Mientras gobern¨®, Castro pod¨ªa manejar diversas formas de comunicaci¨®n en las que su tendencia al rencor y al golpe bajo eran compensadas por el aura heroica que lo rodeaba. Al volverse un icono invisible, las "reflexiones" se convierten en el mejor autorretrato moral e intelectual del pol¨ªtico cubano: es ah¨ª, en esas pasiones escritas, saturadas de calificativos y manique¨ªsmos, donde la mentalidad de quien gobern¨® Cuba durante medio siglo queda fielmente plasmada.
La posici¨®n m¨¢s frecuente en esa mentalidad es la de la v¨ªctima, la del ofendido. Por eso, la noticia de la reapertura de negociaciones migratorias deb¨ªa darse acompa?ada de una reafirmaci¨®n de Washington como enemigo o verdugo, no s¨®lo de Cuba, sino de toda Am¨¦rica Latina.
Esa visi¨®n, propia de la guerra fr¨ªa, y que ha sido abandonada por la mayor¨ªa de las izquierdas del continente, no puede desaparecer del discurso del r¨¦gimen cubano porque de ella depende, en buena medida, la poca obediencia pol¨ªtica que le queda. El consentimiento de los gobernados, en Cuba, se basa en el mito de que los gobernantes defienden al pueblo de la "maldad del imperio".
Asumir el papel de la v¨ªctima o del ofendido va siempre acompa?ado de una exhaustiva memoria de agravios. En el caso de Cuba, dicha historia tiene un trasfondo real: es cierto que, entre 1960 y 1992, Estados Unidos impuls¨® o permiti¨® todo tipo de acciones violentas contra el Gobierno cubano.
El saldo de esa pol¨ªtica de desestabilizaci¨®n suma miles de muertos que no pueden ser entendidos, ¨²nicamente, como las bajas militares de una guerra regular. Muchos de los que murieron en atentados, dentro y fuera de la isla, eran civiles, sin responsabilidades de gobierno ni historiales represivos.
Pero, como en todo conflicto bilateral, ¨¦sa es s¨®lo una mitad de la historia: tambi¨¦n la oposici¨®n y el exilio cubanos cuentancon un copioso memorial de agravios. La Cuba "socialista" se presenta como v¨ªctima para no tener que reconocer su papel de agresor en la guerra fr¨ªa, ni su responsabilidad en la ineficiencia econ¨®mica y el autoritarismo pol¨ªtico del ¨²ltimo medio siglo.
Trascender la polaridad de aquel conflicto, por medio de la admisi¨®n de los cambios operados en el mundo, es un acto de responsabilidad, inconcebible para La Habana, toda vez que supone la aceptaci¨®n de que no todos los costes econ¨®micos y pol¨ªticos del socialismo cubano han sido da?os colaterales en la "lucha contra el imperio".
Esos abusos de la memoria, propios del discurso de la v¨ªctima, son perceptibles en la posici¨®n del Gobierno cubano frente al reingreso a la OEA. Fidel Castro, que ha descalificado dicha instituci¨®n como "vetusta" e "indigna", por su pasado, y ha insistido en el rechazo de La Habana a reincorporarse a la misma, sigui¨®, sin embargo, minuto a minuto, los incidentes de la reuni¨®n de Honduras. ?l mismo defini¨® como "batalla" los esfuerzos de algunos Gobiernos latinoamericanos por lograr la vuelta de Cuba a ese foro interamericano, sin condiciones. Pero ni siquiera el importante desagravio del 3 de junio, en San Pedro Sula, ser¨¢ suficiente para el ofendido.
El tipo de v¨ªctima que aparece en las "reflexiones" de Fidel es aquel que produce una suspensi¨®n moral de su responsabilidad. Hannah Arendt dedic¨® al tema algunos ensayos en los que exploraba la resistencia de muchos nazis a aceptar su papel en la tragedia. En el titulado Responsabilidad personal bajo una dictadura, Arendt retomaba el tema de la "banalidad del mal", desarrollado en su libro sobre el proceso a Eichmann, conect¨¢ndolo con el problema de la responsabilidad pol¨ªtica. Recordaba que Napole¨®n, al llegar al poder, hab¨ªa declarado que "asum¨ªa la responsabilidad por todo lo que Francia hab¨ªa hecho desde San Luis hasta Robespierre".
Castro jam¨¢s habr¨ªa dicho algo as¨ª, en enero de 1959, ya que su poder se identificaba con la naci¨®n a partir de la ruptura con el pasado de la isla. Pero tampoco Castro es capaz de asumir p¨²blicamente responsabilidad alguna por lo que ha sucedido en Cuba en el ¨²ltimo medio siglo. El decrecimiento econ¨®mico de la isla, seg¨²n ¨¦l, es obra del "bloqueo imperialista", a pesar de las tres d¨¦cadas de subsidio sovi¨¦tico, y el autoritarismo pol¨ªtico no es tal, ya que Cuba, a su juicio, no es una dictadura sino la "democracia perfecta". Las pocas veces que Castro echa un vistazo sobre la historia del ¨²ltimo medio siglo cubano es para exaltar los proyectos educativos y sanitarios de su Gobierno y rendir culto a la "lucha contra el imperio".
La reticencia a aceptar responsabilidad por el pasado no es un problema personal de Castro sino un principio ideol¨®gico del r¨¦gimen cubano. El mismo se manifiesta en la historia oficial cubana o en las incursiones te¨®ricas de funcionarios que leen, de manera unilateral y manipuladora, las obras de historiadores profesionales, como el profesor de la Universidad de Chapel Hill, en North Carolina, Louis A. P¨¦rez Jr. Que Estados Unidos es un imperio, cuya hegemon¨ªa hemisf¨¦rica limit¨® la soberan¨ªa nacional de la isla en la primera mitad del siglo XX es innegable. Pero que el Estado socialista ha limitado los derechos econ¨®micos, civiles y pol¨ªticos de los cubanos en el ¨²ltimo medio siglo tambi¨¦n lo es.
Tiene raz¨®n Granma, por esta vez, cuando afirma que Am¨¦rica Latina ha cambiado. Hoy, todos los pa¨ªses del continente son democr¨¢ticos y la mayor¨ªa de ellos est¨¢ gobernada por partidos de izquierda. Para comprobar que la regi¨®n ha cambiado basta con observar el caso de El Salvador, pa¨ªs que experiment¨® una de las m¨¢s terribles polarizaciones de la guerra fr¨ªa centroamericana. Pero el cambio, en Centroam¨¦rica o el Cono Sur, en los Andes o el Caribe, tiene que ver con el abandono de discursos y pr¨¢cticas autoritarias de la vieja derecha y de la vieja izquierda. Fue la democracia y no el golpe o la revoluci¨®n la que llev¨® a Mauricio Funes a la presidencia de su pa¨ªs.
El turno del ofendido es, precisamente, el t¨ªtulo de un poema y de un cuaderno de poes¨ªa del escritor y guerrillero salvadore?o Roque Dalton, editado en M¨¦xico en 1964. Buena prueba de que el cambio en El Salvador no empieza con la llegada de Funes al poder es que el Consejo de Cultura del Gobierno anterior, presidido por el dem¨®crata liberal El¨ªas Antonio Saca, edit¨®, entre 2005 y 2008, la poes¨ªa completa de Dalton. Por razones evidentes, es dif¨ªcil imaginar al Gobierno de Ra¨²l editando la poes¨ªa completa de Heberto Padilla o la narrativa completa de Reinaldo Arenas.
En aquel poema, Dalton escrib¨ªa: "Ahora es la hora de mi turno / el turno del ofendido por a?os silencioso / a pesar de los gritos / Callad / callad / O¨ªd". Dalton imaginaba el desquite de la v¨ªctima como la humilde recuperaci¨®n de una voz o como aquella aspirina del tama?o del sol que aliviar¨ªa, al fin, los dolores de cabeza del comunismo. Pero el turno de Castro, como ofendido, ha durado demasiado y ha producido tantas o m¨¢s v¨ªctimas que las que su Revoluci¨®n se propuso redimir hace medio siglo.
Rafael Rojas es historiador cubano exiliado en M¨¦xico. Acaba de publicar El estante vac¨ªo. Literatura y pol¨ªtica en Cuba (Anagrama).
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