Reflexiones sobre el viaje de Obama
?ste es el mejor momento para que israel¨ªes y palestinos alcancen la paz. EE UU puede desempe?ar un papel fundamental, y para ello cuenta con un equipo estelar: el propio Obama, Hillary Clinton y George Mitchell
Una de las numerosas razones por las que apoy¨¦ desde muy pronto a Obama -y a¨²n sigo haci¨¦ndolo- fue mi convicci¨®n de que ayudar¨ªa de forma excepcionalmente eficaz a reparar el da?o causado por la era de Bush respecto a la posici¨®n de Estados Unidos en el mundo. Y su inter¨¦s por ganarse la buena opini¨®n de los moderados en el mundo musulm¨¢n parece verse reforzado por la elecci¨®n de los prooccidentales en L¨ªbano, la p¨¦rdida de popularidad (e inevitablemente de poder) de Ahmadineyad en Ir¨¢n y la r¨¢pida respuesta verbal de Bin Laden a sus discursos. Sin embargo, me desespero cuando mis amigos espa?oles y EL PA?S me piden que exprese la reacci¨®n de mis hermanos jud¨ªos estadounidenses a los discursos de Obama en Oriente Pr¨®ximo, porque donde hay dos jud¨ªos, hay 30 opiniones. Mis palabras reflejan s¨®lo mis propias ideas.
En general, los jud¨ªos de EE UU apoyan la soluci¨®n de dos Estados y de poner fin a los asentamientos
Obama habl¨® sobre la paz mundial como si tratara de una conferencia interconfesional
Para decirlo sin rodeos, existen enormes diferencias entre lo que constituye un comportamiento progresista en Estados Unidos y en Europa. El 78% de jud¨ªos que vot¨® por Obama (a pesar de las protestas del grupo relativamente peque?o pero ruidoso de neoconservadores que respaldaron la guerra de Bush en Irak) se considera progresista. En general, los jud¨ªos estadounidenses est¨¢n a favor de la soluci¨®n de dos Estados y de que se ponga fin a la expansi¨®n de los asentamientos, y les preocupan los sufrimientos de los palestinos, lo cual se refleja en la popularidad de pel¨ªculas israel¨ªes autocr¨ªticas sobre el militarismo como Waltz with Bashir.
El objetivo est¨¢ claro; lo que sigue siendo dif¨ªcil de saber es c¨®mo lograr la paz. Nos diferenciamos de Europa -con la excepci¨®n de Alemania, por motivos obvios-, y sobre todo de Reino Unido y Espa?a, en que, al hablar del conflicto de Oriente Pr¨®ximo, los europeos progresistas tienden a adoptar un punto de vista casi exclusivamente palestino (al lector medio de prensa espa?ola y brit¨¢nica le cuesta hacerse a la idea de que Israel sigue siendo la ¨²nica democracia en la regi¨®n). Una vez m¨¢s, para decirlo con claridad, mucho de esto es s¨®lo, como dec¨ªa Simone de Beauvoir, el viejo antisemitismo puesto al d¨ªa. Es decir, el antisemitismo de la izquierda europea unido a vestigios del viejo antisemitismo de derechas. Lo ir¨®nico es que, como la poblaci¨®n jud¨ªa en Espa?a es escasa, el grupo que m¨¢s sufrir¨¢ seguramente ese racismo irracional y sin argumentos ser¨¢ el de los inmigrantes del norte de ?frica.
Hace unos a?os escrib¨ª en EL PA?S que tem¨ªa que, si hab¨ªa una recesi¨®n, Europa girara a la derecha y la Espa?a socialista se quedase sola, como ocurri¨® en los a?os treinta. Indiqu¨¦ que EE UU estaba haci¨¦ndose cada vez m¨¢s progresista (la reacci¨®n tradicional estadounidense cuando hay una mala racha econ¨®mica) y que Espa?a deb¨ªa deshacerse de su anticuado antiamericanismo. A juzgar por las recientes elecciones europeas, algunos de mis temores sobre Europa se han hecho realidad.
Pero volvamos a Obama. Como soy escritora, y no pol¨ªtica, tengo mis objeciones. No me eduqu¨¦ en tiempos de c¨®lera sino en tiempos de religi¨®n light, por lo que me caus¨® cierta n¨¢usea o¨ªr hablar a Obama sobre la paz mundial como si fuera a consistir en una especie de conferencia interconfesional entre musulmanes, cristianos y jud¨ªos. Maajid Nawaz, que ha luchado mucho contra el uso pol¨ªtico de la religi¨®n musulmana para justificar el terrorismo, destaca en sus art¨ªculos de The Guardian que antes sol¨ªamos hablar del mundo en funci¨®n de los pa¨ªses, los reg¨ªmenes, Oriente y Occidente, pero ahora definimos a grandes fragmentos de la poblaci¨®n mundial con descripciones casi religiosas, que carecen de matices y, desde luego, de diferencias regionales. Cuando Obama habl¨® de la religi¨®n musulmana en vez de los sistemas pol¨ªticos de los reg¨ªmenes que estaba visitando, consigui¨® eludir convenientemente el delicado problema de que Egipto y Arabia Saud¨ª son dictaduras represoras. (Es verdad que Obama necesita el apoyo de los saud¨ªes, que temen mucho m¨¢s a Ir¨¢n que a Israel y que nunca se han interesado demasiado por el bienestar de los palestinos, pero no ten¨ªa que haberse puesto tan mojigato). Por mucho que Obama necesite ganarse la buena opini¨®n del mundo musulm¨¢n, su comparaci¨®n entre la situaci¨®n de los palestinos, los esclavos en el Sur de EE UU y el Holocausto estuvo fuera de lugar. Obama, el estratega, sabe a la perfecci¨®n que se pas¨® much¨ªsimo, que estaba siendo oportunista. ?l y su asesor m¨¢s cercano, Rahm Emanuel (cuyos familiares israel¨ªes son de derechas y de la l¨ªnea dura, de un ambiente similar al de Netanyahu), se juegan todo a la idea de que, si consiguen llevar a Arabia Saud¨ª, Siria y otros pa¨ªses de la zona al terreno israel¨ª (m¨¢s o menos), Bibi Netanyahu, duro pero pragm¨¢tico, podr¨¢ decir a sus conciudadanos: 1) que EE UU le ha obligado a detener la proliferaci¨®n de asentamientos y 2) que ¨¦se es el verdadero camino hacia la seguridad de Israel. Pero el aut¨¦ntico problema sigue siendo Ir¨¢n. La afirmaci¨®n de Obama de que hoy la diplomacia se ejerce a base de decir la verdad en p¨²blico es una tonter¨ªa. La Casa Blanca habla constantemente por tel¨¦fono con el Gobierno israel¨ª.
Otra objeci¨®n, tal vez sin importancia, es que no puedo adivinar por qu¨¦ Obama sac¨® a relucir el derecho de las mujeres a llevar el hiyab. Como presidente de EE UU sabe perfectamente que, en nuestro pa¨ªs, que la gente lleve pa?uelos (o turbantes, o quip¨¢s) no es ning¨²n problema (nos consideramos afortunados si los alumnos no llegan a clase medio desnudos y con un arma), as¨ª que ?por qu¨¦ sacar a colaci¨®n una cuesti¨®n tan problem¨¢tica? Llevar hiyab significa una cosa en Turqu¨ªa (las mujeres pueden arriesgarse a ser condenadas a muerte) y otra muy distinta en los pa¨ªses musulmanes, en los que algunas mujeres pueden considerar que la obligaci¨®n de llevarlo es una coacci¨®n. Y, si Obama quer¨ªa hablar del hiyab, deber¨ªa haberlo hecho como un elemento aceptado en la cultura estadounidense, no como una idea suya especial. ?Y por qu¨¦ molestar a los franceses, que tienen otros valores culturales? Nosotros nos indignar¨ªamos si Sarkozy nos dijera que est¨¢ mal que en nuestras escuelas las alumnas puedan llevar pa?uelo.
La insistencia jud¨ªa en la importancia de que se reconozca Israel no es algo que debamos tratar como una mera sutileza verbal; no hay que confundir nuestra profunda preocupaci¨®n por la futura reducci¨®n de nuestra existencia con la victimolog¨ªa. Seg¨²n las estad¨ªsticas sobre la poblaci¨®n jud¨ªa en la ¨¦poca de Roma, hoy deber¨ªamos ser 200 millones, y no los 13 millones que somos. Si tenemos en cuenta las muertes por plagas, la asimilaci¨®n voluntaria, la desaparici¨®n en el seno de la poblaci¨®n en general y, por supuesto, los pogromos, los ataques racistas y el Holocausto, no llegar¨ªamos a esos 200 millones. Pero 13 millones es una cifra asombrosamente baja. De ellos, 11 millones est¨¢n repartidos entre EE UU (que cuenta con un elevado ¨ªndice de asimilaci¨®n) e Israel. Aparte de Francia, la poblaci¨®n jud¨ªa en Europa es insignificante. El novelista Andr¨¦ Aciman, cuya familia procede de Alejandr¨ªa y El Cairo, destaca en un art¨ªculo en The New York Times que, en el discurso que pronunci¨® en la Universidad de El Cairo, Obama no dijo que, cuando el nacionalismo inund¨® el mundo ¨¢rabe, 800.000 jud¨ªos tuvieron que exiliarse. Perdieron sus hogares, su lengua, su identidad y todos sus bienes terrenales. Por desgracia para El Cairo, los jud¨ªos hab¨ªan fundado y mantenido muchos de sus mejores hospitales e instituciones culturales. En el este de Europa y en Alejandr¨ªa, la antigua babel de voces y cultura jud¨ªas ha sido sustituida por puestos en los que se vende Los protocolos de Si¨®n.
?ste es el mejor momento para que israel¨ªes y palestinos forjen un tratado de paz viable. Bush se dedic¨® a hacer pronunciamientos proisrael¨ªes mientras dejaba que el problema continuara a la deriva. Ahora, lo que hace falta es ser capaces de superar los desastres del pasado, y, si somos realistas, el papel fundamental tendr¨¢ que desempe?arlo EE UU. El equipo estelar de Obama -Hillary Clinton y George Mitchell- es el mejor que Oriente Pr¨®ximo -ambos bandos- podr¨ªa desear.
Cuando yo era una joven viuda, un amigo me aconsej¨® que me apresurase a buscar trabajo mientras la gente todav¨ªa ten¨ªa en cuenta mi tragedia. "Dentro de unos meses, ser¨¢ otro el que tendr¨¢ otra tragedia". Es decir, en este mundo imperfecto, las dos partes deben aprovechar esta oportunidad. Inchallah.
Barbara Probst Solomon es periodista y escritora estadounidense. Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia
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