?El fin de la relaci¨®n especial entre Israel y EE UU?
El primer ministro de Israel, Benjam¨ªn Netanyahu, se niega a entender que Barack Obama piensa que hay un v¨ªnculo entre la capacidad de Estados Unidos para frenar las ambiciones nucleares de Ir¨¢n y la paz entre palestinos e israel¨ªes. Los desacuerdos profundos no son cosa nueva en las relaciones entre estos dos aliados desiguales. Sin embargo, por profundas que sean sus diferencias actuales, esta vez existe la sospecha de que Obama quiere alejarse de la relaci¨®n sui g¨¦neris entre su pa¨ªs y el Estado jud¨ªo, y esto es lo que m¨¢s preocupa a los israel¨ªes.
Una convergencia de intereses y una actitud profundamente emotiva hacia la historia de Israel y la narrativa jud¨ªa desde el Holocausto han sido los motores de la que quiz¨¢ sea una de las alianzas m¨¢s intrigantes en las relaciones internacionales. Los presidentes estadounidenses, desde Harry Truman, el primer l¨ªder mundial que reconoci¨® a Israel en 1948, han representado en diferentes grados el aspecto emotivo o el de la realpolitik -algunos de ellos, una combinaci¨®n de los dos- de esta relaci¨®n. La sospecha es que Obama no est¨¢ comprometido con ninguno.
Obama y Netanyahu discrepan sobre Ir¨¢n y la creaci¨®n del Estado palestino
Obama es un fen¨®meno revolucionario en la historia de su pa¨ªs, no corresponde al patr¨®n tradicional de los presidentes estadounidenses despu¨¦s de la II Guerra Mundial. A diferencia de los dem¨¢s, en su formaci¨®n hubo muchos menos elementos religiosos o b¨ªblicos, y ni la narrativa de la historia jud¨ªa ni el heroico renacer de Israel desde las cenizas del Holocausto son parte primordial de sus sentimientos hacia el conflicto ¨¢rabe-israel¨ª. La narrativa de la tragedia palestina tiene un papel igual de importante en la definici¨®n de su postura sobre Oriente Pr¨®ximo.
Pero aun cuando otros Gobiernos estadounidenses no hayan adoptado una postura emotiva hacia Israel, le han apoyado en base a la realpolitik. ?se fue el caso de Richard Nixon, que nunca sinti¨® demasiado afecto por los jud¨ªos, pero que sin embargo fue uno de los aliados m¨¢s firmes que Israel haya tenido en la Casa Blanca.
Obama, que no siente particular apego por la causa de Israel y est¨¢ profundamente preocupado por las pol¨ªticas del Gobierno israel¨ª en los territorios ocupados, representa una Casa Blanca en la que no se comparten aprecio ni intereses con el Estado jud¨ªo.
El impulso de Obama en Oriente Pr¨®ximo -la reconciliaci¨®n de EE UU con el mundo ¨¢rabe y el musulm¨¢n- choca con la estrategia de Netanyahu. Esto se debe a que en la pol¨ªtica de Obama se asume que la mejor manera de afrontar el desaf¨ªo del terrorismo islamista y evitar que la situaci¨®n en la regi¨®n degenere en una incontrolada proliferaci¨®n nuclear es forzar a Israel a que suspenda la construcci¨®n de nuevos asentamientos, se retire de los territorios ocupados para dar lugar a la creaci¨®n de un Estado palestino con Jerusal¨¦n oriental como capital y haga las paces con Siria mediante la devoluci¨®n de los Altos del Gol¨¢n.
Esto no significa necesariamente que estemos presenciando el fin de la "relaci¨®n especial" entre Israel y Estados Unidos. Incluso un presidente norteamericano revolucionario no se alejar¨¢ de los compromisos fundamentales de su pa¨ªs con un Israel que lucha por posiciones razonables y moralmente defendibles. Hasta ahora, Obama ha tenido la precauci¨®n de no apartarse de ninguna de las posturas tradicionales de EE UU relativas a la seguridad de Israel. Ya acept¨® la l¨®gica de su estatus nuclear especial y su posici¨®n como receptor importante de ayuda militar estadounidense. Adem¨¢s, el guardi¨¢n de los intereses de Israel, el Congreso estadounidense, se mantiene alerta.
Netanyahu sabe que la gigantesca tarea de mantener la relaci¨®n de Israel con EE UU es tanto una necesidad estrat¨¦gica vital como un requisito interno indispensable. Con seguridad habr¨¢ m¨¢s convergencia cuando Netanyahu se decida a definir los l¨ªmites reales, y no ideol¨®gicos, de Israel.
El hecho de que Netanyahu est¨¦ inspirado por una determinaci¨®n casi mesi¨¢nica para evitar que Ir¨¢n adquiera los medios para destruir Israel podr¨ªa hacer que su postura hacia Palestina cambie fundamentalmente, siempre y cuando Obama haga avances visibles en sus esfuerzos para detener el programa nuclear de Ir¨¢n. Para Netanyahu, una soluci¨®n al problema de Palestina no acabar¨ªa con el desaf¨ªo que representa Ir¨¢n; m¨¢s bien la neutralizaci¨®n de esa amenaza existencial preparar¨ªa el terreno para la creaci¨®n de un Estado palestino.
Netanyahu sabe tambi¨¦n que los fracasos de la parte ¨¢rabe han contribuido a fomentar el sionismo radical. Como se?ala John Kerry, presidente del comit¨¦ de Relaciones Exteriores del Senado estadounidense, "este proceso de paz no concierne solamente a una parte", ni toda la responsabilidad recae exclusivamente en Israel. Falta por ver si el mundo ¨¢rabe, con sus grandes disfuncionalidades y poderosos actores no estatales en su seno, como Ham¨¢s y Hezbol¨¢, responde a las expectativas de Obama.
Y lo que es m¨¢s importante, el liderazgo palestino debe redefinir y reunificar a su Gobierno para afrontar el desaf¨ªo que representar¨ªa convertirse en un Estado. Hasta ahora, la tarea de reconciliaci¨®n entre Ham¨¢s y Fatah parece ser igual de gigantesca que la de lograr un acuerdo de paz con Israel.
? Project Syndicate, 2009.
Traducci¨®n de Kena Nequiz.
Shlomo Ben-Ami, ex ministro de Relaciones Exteriores de Israel, es vicepresidente del Centro Internacional de Toledo para la Paz.
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