La paradoja de la socialdemocracia
No hay crisis de las ideas socialdem¨®cratas. Avanzan en EE UU y son adoptadas por la derecha en la UE. Pero el centro-izquierda europeo precisa claridad ideol¨®gica, liderazgo y reconstrucci¨®n de su base social
Resulta una llamativa paradoja, como se?alaba Antonio Estella el pasado d¨ªa 9, que, en un momento en el que las ideas neoliberales se encuentran ante un fuerte descr¨¦dito, las elecciones europeas se hayan traducido para los socialdem¨®cratas en un notable retroceso de casi seis puntos respecto a 2004, mientras que el Partido Popular Europeo ha cedido menos de un punto. Parece que esto exige una explicaci¨®n, y que achacar el retroceso al crecimiento de la abstenci¨®n no es suficiente, ya que no nos permite saber por qu¨¦ la abstenci¨®n ha perjudicado sobre todo a la izquierda.
La primera cuesti¨®n, al menos en lo que se refiere a estas elecciones, es que la quiebra de las ideas neoliberales no se ha producido en Europa, a diferencia de Estados Unidos, junto con unas elecciones hist¨®ricas, y as¨ª lo que ha sucedido es que los gobiernos conservadores han cambiado de pol¨ªtica sin asumir los costes de sus anteriores planteamientos. A Sarkozy, por ejemplo, no se le puede presentar como un representante del supuestamente desacreditado neoliberalismo, pese a que en su momento sus proclamas para adelgazar el Estado y aumentar la productividad fueran por ah¨ª. El Gobierno (conservador) franc¨¦s ha puesto en marcha un paquete de est¨ªmulo, basado en las obras p¨²blicas y en las ayudas a los sectores con problemas, tanto en el sistema financiero como en la industria, sin temor al crecimiento del d¨¦ficit. Adem¨¢s, el presidente Sarkozy aparece ante la opini¨®n p¨²blica, por su actuaci¨®n durante el semestre de presidencia francesa de la UE, como el adalid de la respuesta europea a la crisis. Dicho de otra forma, la derecha francesa no ha mantenido la agenda neoliberal, sino que ha hecho suya la respuesta socialdem¨®crata a la crisis, mientras los socialistas de ese pa¨ªs no lograban articular un discurso propio alternativo.
Ahora todo el mundo es keynesiano, excepto el PP de Rajoy y el Partido Democr¨¢tico de Albania
Obama ha demostrado que se puede contar con los 'mileuristas' para un proyecto progresista
Enfrentados a una crisis cl¨¢sica, los gobernantes conservadores se han olvidado de la ideolog¨ªa (m¨¢s o menos neoliberal) y han adoptado pol¨ªticas bastante pragm¨¢ticas de intervenci¨®n en la econom¨ªa y de est¨ªmulo de la demanda. Hemos vuelto a ser todos keynesianos -excepto el PP de Mariano Rajoy y, quiz¨¢s, el Partido Democr¨¢tico de Albania-, aunque nadie haya abjurado p¨²blicamente de sus antiguas creencias. A juzgar por las pol¨ªticas que se est¨¢n aplicando, no es f¨¢cil hablar de crisis de las ideas socialdem¨®cratas: m¨¢s bien parece que la derecha se las ha apropiado.
Sin embargo, las elecciones europeas se deciden en el terreno nacional, y por tanto en los resultados han sido decisivos los ciclos pol¨ªticos nacionales. En los malos resultados obtenidos por la socialdemocracia europea han tenido un peso importante los retrocesos del laborismo brit¨¢nico y del socialismo franc¨¦s que se explican, sobre todo, en clave de pol¨ªtica nacional. El PS franc¨¦s no ha logrado resolver sus divisiones internas y presentar cara al hiperactivo presidente Sarkozy, y el laborismo atraviesa su propio viacrucis, acelerado por el esc¨¢ndalo de los gastos de los diputados, pero consecuencia del malestar ante la crisis y de que ya hace 12 a?os que es el partido de gobierno.
?Se puede hablar de una crisis de la socialdemocracia como tal? Si aceptamos que cada pa¨ªs tiene su propia historia y su peculiar ciclo pol¨ªtico, resulta muy arriesgado afirmarlo, aunque la socialdemocracia haya tenido malos resultados en las elecciones europeas. Curiosamente, es en Estados Unidos donde podr¨ªa decirse que se da en estos momentos el principal ejemplo de vigencia de las ideas socialdem¨®cratas, hasta el extremo de que algunos orates conservadores acusan al presidente Obama de ser un socialista que busca destruir el capitalismo.
Si en Estados Unidos hay una nueva mayor¨ªa a favor de la intervenci¨®n del Estado y de las pol¨ªticas sociales necesarias para garantizar la cohesi¨®n social -incluyendo la asistencia sanitaria universal- es porque all¨ª se han hecho manifiestos los l¨ªmites del modelo neoliberal de una forma mucho m¨¢s clara que en Europa. Aqu¨ª, pese a la alarma sembrada sobre crisis y retroceso del Estado de bienestar, las pol¨ªticas sociales no han retrocedido significativamente: en un sentido fundamental se ha mantenido el consenso sobre el modelo de sociedad creado en los a?os posteriores a la Segunda Guerra Mundial.
Cuando se habla de crisis de la socialdemocracia europea se plantean dos cuestiones. Una se refiere a los cambios sociol¨®gicos de los ¨²ltimos 30 a?os, que habr¨ªan erosionado las bases sociales de apoyo a las pol¨ªticas socialdem¨®cratas, lo que se ha llamado a veces la coalici¨®n keynesiana. La otra cuesti¨®n se refiere a cambios culturales, comenzando por un fuerte individualismo alejado de los planteamientos corporativos de la socialdemocracia cl¨¢sica, y culminando con una visi¨®n competitiva y consumista de la existencia social, muy lejos de la ¨¦tica del trabajo y de la solidaridad.
Sobre los cambios sociol¨®gicos, sin embargo, se han invertido los t¨¦rminos respecto a los planteamientos de hace 20 a?os. Entonces se dec¨ªa que el aumento del peso de las clases medias en la sociedad -frente a la clase obrera industrial- hab¨ªa dejado anticuados los fines y los medios de la socialdemocracia. Ahora, en cambio, se nos dice que el problema es que la clase media se ha polarizado entre una clase media cl¨¢sica -de la que forma parte la hoy acomodada generaci¨®n del 68- y una nueva clase de mileuristas sin posibilidades de repetir el ascenso social de la generaci¨®n anterior, y muy pr¨®xima en t¨¦rminos de salario y falta de oportunidades a los outsiders del sistema, y que no tiene razones para confiar en las pol¨ªticas de la socialdemocracia.
Curiosamente estos dos enfoques contradictorios describen hechos reales. La nueva clase media de los a?os 80 se alej¨® de la socialdemocracia cl¨¢sica en t¨¦rminos de valores -liberalismo social, igualdad de g¨¦nero y respeto al medio ambiente- y tambi¨¦n de intereses: renuencia a pagar impuestos altos y apuesta por el acceso a trav¨¦s del mercado a lo que antes eran servicios p¨²blicos, supuestamente deteriorados por su masificaci¨®n. Pero el nuevo modelo de crecimiento ha provocado esa polarizaci¨®n de la clase media y ha creado la escisi¨®n dentro de ella entre acomodados y mileuristas.
Volviendo a EE UU, la capacidad de la campa?a de Obama para movilizar a los j¨®venes sugiere que s¨ª se puede contar con los mileuristas para impulsar un proyecto de corte socialdem¨®crata. (Krugman se?alaba recientemente que el hecho de que la ultraderecha republicana acuse a Obama de "socialista" indica que ya no conf¨ªa en descalificarlo describi¨¦ndolo como un "liberal" en el sentido estadounidense -socialdem¨®crata-, porque ese t¨¦rmino ya no tiene la fuerza denigratoria que hab¨ªa adquirido desde Reagan).
La cuesti¨®n es saber qu¨¦ pol¨ªticas puede proponer la socialdemocracia europea para reconstruir su coalici¨®n social de apoyo. De nuevo, el paralelismo con EE UU es revelador: las pol¨ªticas impulsadas por Obama no son distintas a las que en su momento impuls¨® Zapatero, pese al empe?o de la derecha -y de algunos socialistas del antiguo testamento- por negar tales similitudes. Se trata de combinar los derechos sociales con una nueva visi¨®n de los derechos individuales, por un lado, y de recuperar el papel del Estado como inversor, para impulsar un nuevo modelo de crecimiento, y como regulador de los mercados.
El problema real no son las pol¨ªticas, sino la construcci¨®n de liderazgos cre¨ªbles y de peso en el escenario europeo: la socialdemocracia europea, en su mayor parte, tiene pendiente un relevo generacional. Pero, adem¨¢s, hay que contar con la complejidad institucional de la UE. El intento de llegar a un consenso m¨ªnimo en pol¨ªtica migratoria condujo a la aprobaci¨®n de la Directiva de Retorno, el intento de evitar quiebras en un momento delicado por la aprobaci¨®n pendiente del Tratado de Lisboa est¨¢ llevando a varios gobiernos socialistas a apoyar la continuidad de Dur?o Barroso al frente de la Comisi¨®n.
Sin entrar a valorar estas decisiones, es evidente que desdibujan la identidad ideol¨®gica de la socialdemocracia en la UE. Y sin un liderazgo cre¨ªble y un perfil ideol¨®gico claro, no sirve de mucho que los tiempos, a consecuencia de la crisis, sean favorables a las ideas de la socialdemocracia.
Ludolfo Paramio es director de la Unidad de Pol¨ªticas Comparadas del CSIC y del doctorado en Gobierno y Administraci¨®n P¨²blica del Instituto Universitario Ortega y Gasset.
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