La dramaturgia imposible
Se la carg¨® la producci¨®n en el Liceo. Con raz¨®n y sin ella. Hay cierto hartazgo de tarantinismo: demasiados duques de Mantua, seductores sevillanos y hasta dioses germ¨¢nicos metidos a mafiosos. El p¨²blico no se cort¨®: la producci¨®n dirigida por Guy Joosten fue abucheada sin contemplaciones. Las razones ven¨ªan por supuesto de las arbitrariedades: un Bautista que sale de la mazmorra cada cuando le apetece, sin pedir permiso, y que al final regresa entre los vivos, pese a que su cabeza permanece en la bandeja ensangrentada; una danza de los siete velos que no es tal, sino la proyecci¨®n de un v¨ªdeo que parece salido de cierta villa de Cerde?a, con Herodes en el papel de papi complacido que ofrece a la ni?a cuanto quiera, y ¨¦sta quiere el cuello del predicador en lugar del iPod.
SALOM?
De Richard Strauss. Int¨¦rpretes: R. Brubaker, N. Stemme, J. Henschel, M. Delavan. Direcci¨®n esc¨¦nica: G. Joosten. Direcci¨®n musical: M. Boder. Producci¨®n: Liceo / La Monnaie. Liceo, Barcelona, 19 de junio.
Pese a ello, el montaje tiene momentos de gran belleza pl¨¢stica. Salom¨¦ es una ¨®pera de dramaturgia irresoluble, porque la m¨²sica de Strauss, m¨¢s poema sinf¨®nico que ¨®pera, es ya una dramaturgia del texto de Wilde. Se comprender¨¢ que una segunda transposici¨®n a la escena acabe resultando casi siempre redundante y sentida m¨¢s como un engorro que como una oportunidad.
Los m¨¦ritos, muchos, vinieron del lado de los cantantes y la direcci¨®n musical. Estratosf¨¦rica estuvo Nina Stemme como Salom¨¦. Hay en este papel otra de las contradicciones irresolubles de la obra, muy com¨²n por otra parte en el g¨¦nero: vocalmente puede afrontarlo s¨®lo una soprano dram¨¢tica experimentada, pero esc¨¦nicamente el personaje es el de una adolescente. No le fue a la zaga su padrastro Herodes, interpretado por el magn¨ªfico Robert Brubaker, tenso y limpio vocalmente, de gestos envarados como se corresponde al personaje, dubitativo y moralmente deleznable que es. Casi tanto como su mujer Herodias, que Jane Henschel convirti¨® en una alcoh¨®lica de voz muy segura. Mark Delavan sirvi¨® por su parte un aquilatado Bautista.
Michael Boder llev¨® con energ¨ªa a la orquesta, muy contrastada de vol¨²menes.
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