La izquierda necesita un relato
En los a?os noventa, la socialdemocracia pas¨® por una crisis ideol¨®gica. Casi todas las propuestas progresistas que tuvieron ¨¦xito electoral aceptaron que la pol¨ªtica deb¨ªa disminuir su influencia sobre la econom¨ªa. Por ello costaba aceptar a l¨ªderes como Tony Blair, Bill Clinton o Gerard Schr?der como de izquierdas. No quiere decir que no lo fueran. Pero para ganar elecciones tuvieron que moderar en exceso sus propuestas, aceptando algunas premisas conservadoras.
La crisis econ¨®mica actual, en cambio, parec¨ªa ofrecer un escenario perfecto para devolver el protagonismo ideol¨®gico a la socialdemocracia. Muchas de las recetas que se est¨¢n aplicando tratan de estimular la demanda usando el, hasta hace no mucho, demonizado gasto p¨²blico. Algunos han llegado hasta a pedir "un par¨¦ntesis en la econom¨ªa de mercado".
Cinco a?os aplicando pol¨ªticas complejas y los socialistas carecen de una narrativa que las explique a la gente
El discurso de la Tercera V¨ªa se bas¨® en gran medida en lo hecho por Gonz¨¢lez
Pero las elecciones europeas del 7-J han arrojado unos resultados intrigantes que contradicen esta supuesta ventaja ideol¨®gica de la socialdemocracia. Es cierto que debemos ser cautos en la interpretaci¨®n de los votos: las cuestiones dom¨¦sticas, m¨¢s all¨¢ del debate izquierda-derecha, han influido en muchas victorias electorales. Pero resultan llamativas algunas cifras. Mientras que de los nueve gobiernos progresistas, ocho han sufrido una derrota en las urnas -88,9%-, de los 18 conservadores s¨®lo cinco se han visto superados por la oposici¨®n -27,7%-. ?Qu¨¦ est¨¢ pasando en la izquierda?
En Espa?a llevamos algunos a?os culpando a la comunicaci¨®n de todos los males. Se podr¨ªa pensar que los portavoces progresistas no son los adecuados, pero el argumento es excesivamente simplificador. ?Han elegido a malos comunicadores todos los partidos progresistas de Europa? Quiz¨¢s lo que falle es el mensaje, el relato; aunque esto no significa que no exista un proyecto. De hecho, las narrativas de los proyectos pol¨ªticos son, en muchas ocasiones, construcciones a posteriori. Por ejemplo, muchos de los que colaboraron con los gobiernos de Felipe Gonz¨¢lez comenzaron a ser conscientes de una idea de conjunto en los noventa, una vez tuvieron perspectiva del trabajo realizado -y algunos tras leer el libro de Carles Boix Partidos pol¨ªticos, crecimiento e igualdad. Estrategias econ¨®micas conservadoras y socialdem¨®cratas en democracias avanzadas-. S¨®lo cuando ve¨ªan acercarse el fin de sus d¨ªas en el Gobierno fueron capaces de darse cuenta del gui¨®n que hab¨ªan escrito y pusieron letra a la "m¨²sica" que hab¨ªa sonado desde 1982.
Es cierto que las pol¨ªticas de izquierdas son m¨¢s complejas que las de derechas. Para los conservadores, la autonom¨ªa del individuo es sin¨®nimo de no in
-tervenci¨®n e individualismo. Sus mensajes se reducen a algo tan sencillo como m¨¦rito, trabajo y esfuerzo, como si la libertad no se viese condicionada por las desigualdades socioecon¨®micas. Son propuestas simplistas y reduccionistas y, por lo tanto, f¨¢ciles de transmitir.
En cambio, las pol¨ªticas de izquierdas exigen cooperaci¨®n. Pagar impuestos, el Estado de bienestar o ampliar derechos son algunos ejemplos que requieren esfuerzos colectivos. Pero cooperar no es sencillo. Por ejemplo, siempre existe la tentaci¨®n de beneficiarse de los resultados colectivos sin colaborar en su consecuci¨®n -los gorrones-.
Esta mayor complejidad de los proyectos es explotada de forma maniquea y ventajista por la derecha. Quiz¨¢s un ejemplo clarifique esta cuesti¨®n. Durante los ¨²ltimos meses, el Gobierno de Rodr¨ªguez Zapatero ha hecho de las pol¨ªticas sociales la idea fuerza de su gesti¨®n de la crisis. Mientras, el PP, explotando la simplicidad de sus mensajes, se ha presentado como el defensor del empleo, como si pol¨ªticas sociales y trabajo fuesen dos ideas contrapuestas. As¨ª, los ciudadanos parec¨ªan tener que elegir entre dos objetivos contradictorios, como si no se pudiese perseguir al mismo tiempo la protecci¨®n social y la creaci¨®n de puestos de trabajo. En este debate ficticio los conservadores tienen ventaja: los trabajadores prefieren tener empleo a cobrar la prestaci¨®n del paro.
En el terreno ideol¨®gico, la estrategia de la derecha consiste en el achique de espacios. Siguiendo las consignas de C¨¦sar Luis Menotti, limitan en exceso el campo del juego pol¨ªtico, dejando el menor espacio posible al rival. As¨ª, no tienen cabida proyectos complejos.
No obstante, estas dificultades no deber¨ªan ser una excusa y la responsabilidad de afrontarlas no es s¨®lo de los partidos pol¨ªticos. En los ¨²ltimos a?os, los centros de pensamiento progresista hemos invertido mucho tiempo en propuestas parciales. Nos hemos preocupado en exceso por resolver cuestiones puntuales de las pol¨ªticas p¨²blicas, racionalizando y tecnificando cuestiones muy singulares. En cambio, hemos descuidado la construcci¨®n de un relato que sirviese de letra para la m¨²sica de la socialdemocracia, un relato que diese sentido y sirviese de argamasa a las propuestas concretas. Hemos ca¨ªdo en el mismo error que la generaci¨®n socialista de los a?os ochenta, dejando para el futuro la narraci¨®n del presente.
Si la izquierda quiere superar esta desventaja, debe tomarse en serio la batalla de las ideas. Para que esta tarea sea exitosa, deben cumplirse algunas premisas. En primer lugar, la elaboraci¨®n del pensamiento progresista perder¨¢ fuerza si cae en un exceso de dirigismo desde los centros de poder pol¨ªtico. Esta tarea es colectiva y exige de la formaci¨®n de equipos. No es trabajo de unos pocos. Y tampoco ser¨¢ posible si se realiza de forma desarticulada. Construir numerosos comit¨¦s y grupos de trabajo separados entre s¨ª, sin comunicaci¨®n entre ellos, m¨¢s preocupados muchas veces por su propia supervivencia que por la persecuci¨®n de unos objetivos comunes, no es una forma de trabajar adecuada.
El segundo aspecto relevante en la batalla de ideas es contar con un buen an¨¢lisis de la sociedad. En muchas ocasiones sabemos muy poco de los votantes. No profundizamos en qu¨¦ significa ser progresista o conservador para un ciudadano. La construcci¨®n del relato progresista deber¨ªa construirse a partir de las demandas de la sociedad.
Finalmente, no debe caerse en la tentaci¨®n de lo confuso. Que el proyecto de izquierdas sea m¨¢s complejo que el de derechas no deber¨ªa impedir que su relato fuera eficaz, directo y consistente. Habr¨ªa que huir de hojas de ruta imprecisas y dubitativas. Si el relato no se distingue por la claridad de ideas, todo quedar¨¢ diluido en un conjunto de mensajes ininteligibles.
Es muy urgente que la socialdemocracia espa?ola se tome en serio construir un relato para el siglo XXI. Si adem¨¢s lo puede hacer en compa?¨ªa de los progresistas de otros pa¨ªses, mucho mejor. Aunque esto no debe obsesionarnos. Es cierto que el relato de los oncheta fue a posteriori. Pero ese relato fue copiado r¨¢pidamente por la socialdemocracia europea. Lo que algunos hicieron llamar Tercera V¨ªa no era m¨¢s que la narraci¨®n de muchas de las pol¨ªticas de los gobiernos de Felipe Gonz¨¢lez. Hace 30 a?os, los socialistas espa?oles se adelantaron al futuro. Tras cinco a?os en el poder, quiz¨¢s sea el momento de empezar a poner letra a la nueva m¨²sica de nuestra izquierda.
Ignacio Urquizu es polit¨®logo de la Fundaci¨®n Alternativas y profesor en la Universidad Complutense de Madrid.
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