Ir¨¢n con ojos venezolanos
Ir¨¢n y Venezuela no podr¨ªan ser pa¨ªses m¨¢s diferentes. Piadosos chi¨ªes, rezos diarios y ley seca en uno; rumberos caribe?os, salsa y mucho ron, en el otro. Las iran¨ªes con trajes y velos que todo lo cubren; venezolanas con biquinis que todo lo descubren. Ir¨¢n es rep¨²blica isl¨¢mica y Venezuela, rep¨²blica bolivariana. El jefe supremo de Ir¨¢n es un cl¨¦rigo poco amigo de hablar en p¨²blico. El de Venezuela no para de hacerlo y le anuncia por televisi¨®n a su mujer que se prepare, porque al llegar a la casa le "va a dar lo suyo". Mientras que la civilizaci¨®n persa es una de las m¨¢s antiguas de la humanidad, la historia de Venezuela es, digamos, algo m¨¢s breve. En fin, la lista de diferencias es larga: estos dos pa¨ªses no deber¨ªan tener nada en com¨²n.
Los reg¨ªmenes de Ir¨¢n y Venezuela son sectarios y autoritarios. Los violentos est¨¢n en el Gobierno
Pero lo tienen. El parecido es tal, que la experiencia venezolana aporta interesantes claves para entender la crisis iran¨ª.
Las im¨¢genes de las marchas de la oposici¨®n en Teher¨¢n -multitudinarias, pac¨ªficas, sin jerarqu¨ªa clara y con la participaci¨®n de gente de todas las edades y estratos sociales- son id¨¦nticas a las que sol¨ªan ocurrir en Caracas antes que el Gobierno y la frustraci¨®n las asfixiaran. O¨ªr la desesperaci¨®n en la voz de los j¨®venes iran¨ªes es o¨ªr las de los estudiantes venezolanos que llenaron el vac¨ªo pol¨ªtico creado por una oposici¨®n largamente ineficaz. Y o¨ªr a Mahmud Ahmadineyad decir que quienes protestan su victoria son s¨®lo un "polvillo irrelevante" es o¨ªr a Hugo Ch¨¢vez llamando "escu¨¢lidos y vendepatrias" a los millones de venezolanos que no votan por ¨¦l.
Ver los v¨ªdeos de los basiy¨ªs, las milicias isl¨¢micas, disparando a mansalva contra quienes marchan pac¨ªficamente reclamando una elecci¨®n limpia es volver a ver el v¨ªdeo donde las milicias chavistas -plena-mente identificadas- disparan contra opositores desarmados. Los motociclistas que recorren las calles de Teher¨¢n repartiendo bastonazos se parecen demasiado a los que aparecen cada vez que la oposici¨®n sale a las calles de Caracas. Enterarse de que el Tribunal Electoral iran¨ª es un ap¨¦ndice del Gobierno de Ahmadineyad es recordar que el jefe de ese mismo organismo en Venezuela, despu¨¦s de las elecciones, pas¨® a ser el vicepresidente del Gobierno cuya victoria hab¨ªa certificado d¨ªas antes.
Tanto Hugo Ch¨¢vez como Mahmud Ahmadineyad llegaron al poder gracias a su mensaje de lucha contra la corrupci¨®n y la desigualdad y por las esperanzas que generaron entre los m¨¢s pobres. Sin embargo, en Ir¨¢n y Venezuela la magnitud de la corrupci¨®n es hoy s¨®lo superada por la impunidad con la que operan los corruptos del r¨¦gimen. Los dos l¨ªderes han facilitado una fastuosa acumulaci¨®n de riqueza en manos de una nueva ¨¦lite. Y gracias al petr¨®leo se pueden dar el lujo de ocultar que han devastado sus econom¨ªas. Sus tasas de inflaci¨®n est¨¢n entre las m¨¢s altas del mundo y las d¨¢divas gubernamentales y el empleo p¨²blico improductivo son la ¨²nica esperanza de ingreso para millones de familias iran¨ªes y venezolanas.
Pero los parecidos van m¨¢s all¨¢ de la econom¨ªa. Si Ahmadineyad apoya a Hezbol¨¢, Ch¨¢vez apoya a las FARC. Mientras Ahmadineyad intenta controlar L¨ªbano, Ch¨¢vez lo hace con Bolivia. Ambos sue?an con presidir una potencia regional. Ahmadineyad promete la desaparici¨®n del Estado de Israel y la ca¨ªda del Gran Sat¨¢n. En Venezuela, donde no se sab¨ªa qu¨¦ era el antisemitismo, ahora se profanan sinagogas y Ch¨¢vez se queja de que el estrado de Naciones Unidas donde le toc¨® hablar despu¨¦s de George Bush le huele a azufre sat¨¢nico. El Gobierno venezolano es hoy m¨¢s hostil hacia Israel que los de Egipto o Libia.
De todas las semejanzas, quiz¨¢s la m¨¢s sorprendente es la obsesi¨®n de ambos reg¨ªmenes por parecer democr¨¢ticos, plurales y progresistas. Esto no les es f¨¢cil, ya que en sus pr¨¢cticas cotidianas son autoritarios, sectarios y militaristas; 14 de los 21 ministros de Ahmadineyad son miembros de la guardia revolucionaria o de las milicias basiy¨ªs. Los gobiernos locales, las empresas p¨²blicas y cientos de entes p¨²blicos son manejados por guardias revolucionarios compa?eros de Ahmadineyad. Exactamente lo mismo pasa en Venezuela, donde la militarizaci¨®n del Estado es una caracter¨ªstica fundamental y donde familiares, socios y camaradas de armas del presidente dominan todas las esferas del poder.
En ambos pa¨ªses, los violentos est¨¢n en el Gobierno, no en la oposici¨®n. Tanto en Ir¨¢n como en Venezuela, son las milicias gubernamentales quienes detentan el monopolio de la violencia como instrumento pol¨ªtico. Pero lo esencial es entender que, en Ir¨¢n y Venezuela, las elecciones no significan el posible cambio de un presidente por otro. Significan la posibilidad de sacar del poder a quienes han decidido perpetuarse en ¨¦l. Y eso no es f¨¢cil. No lo ha sido en Venezuela; no lo ser¨¢ en Ir¨¢n.
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