El mensaje de Netanyahu es que no habr¨¢ paz
El ¨²ltimo discurso del primer ministro israel¨ª Benjamin Netanyahu fue verdaderamente el discurso de nuestras vidas. De unas vidas estancadas y sin esperanza.
Una vez m¨¢s, la mayor¨ªa de los israel¨ªes puede api?arse en torno a lo que parece una oferta audaz y generosa pero, en realidad, es lo de siempre: un compromiso entre las ansiedades, la debilidad y el farise¨ªsmo del centro-un-poco-derecha y el centro-un-poco-izquierda. Qu¨¦ gran distancia entre esto y los derechos y las leg¨ªtimas necesidades de los palestinos, ya aceptados por la mayor parte del mundo, incluido Estados Unidos.
Ahora, cuando ya se ha analizado y sopesado cada palabra del discurso, debemos dar un paso atr¨¢s y ver la imagen de conjunto. Lo que el discurso dej¨® al descubierto es el grado de abandono al que hemos llegado los israel¨ªes ante una realidad que exige flexibilidad, audacia y visi¨®n. Si pasamos del h¨¢bil orador a su audiencia, vemos qu¨¦ apasionadamente se atrinchera ¨¦sta tras sus ansiedades y sentimos el dulce sopor del nacionalismo, el militarismo y el victimismo que constituyeron el flujo vital del discurso.
Est¨¢ convencido de que existe un edicto celestial que obliga a Israel a vivir con la espada en la mano
Aparte de la aceptaci¨®n del principio de los dos Estados, que Netanyahu proclam¨® a duras penas, el discurso no incluy¨® ninguna medida tangible para avanzar verdaderamente hacia un cambio de conciencia. Netanyahu no habl¨® "sinceramente y con valent¨ªa" -como hab¨ªa prometido- sobre el papel destructor de los asentamientos como obst¨¢culo para la paz. No mir¨® de frente a los colonos para decirles que el mapa de los asentamientos est¨¢ en contradicci¨®n con el mapa de la paz. Que la mayor¨ªa de ellos tendr¨¢n que dejar sus hogares.
Deber¨ªa haberlo dicho. No habr¨ªa perdido puntos en futuras negociaciones con los palestinos, sino que habr¨ªa hecho posible comenzar esas negociaciones. Deber¨ªa haberse dirigido a nosotros, los israel¨ªes, como personas adultas. Deber¨ªa haber hablado, en concreto y con detalle, sobre la iniciativa de paz ¨¢rabe. Deber¨ªa haber indicado las cl¨¢usulas que acepta Israel y las que no. Deber¨ªa haber hecho un llamamiento que les permitiera responder y, de esa forma, haber comenzado el proceso m¨¢s crucial de Israel.
Netanyahu dedic¨® muchos minutos a explicar a sus oyentes las promesas y las garant¨ªas que Israel necesita recibir de los palestinos antes de entablar las negociaciones. No habl¨® de los riesgos que debe asumir Israel ni de su deseo de alcanzar la paz. No convenci¨® a nadie de que verdaderamente est¨¦ dispuesto a luchar por la paz. No llev¨® a Israel hacia un nuevo futuro.
Yo le vi, y vi los impresionantes datos sobre el apoyo recibido por su discurso, y comprend¨ª qu¨¦ lejos estamos de la paz. Qu¨¦ lejos, y quiz¨¢ qu¨¦ marchitos en nuestro interior, est¨¢n la capacidad, el talento y la sabidur¨ªa necesarios para forjar la paz, e incluso el instinto para salvarnos de la guerra. Vi c¨®mo su mecanismo interno, siempre en guardia, convierte cualquier intento de hablar de paz en un autoconvencimiento de que existe un edicto celestial que nos ordena vivir siempre con la espada en la mano. Vi todo eso, y supe que ninguna de estas cosas nos va a traer la paz.
Observ¨¦ asimismo la respuesta de los palestinos, y pens¨¦ que son los m¨¢s leales socios del abandono y las oportunidades perdidas. Su respuesta podr¨ªa haber sido mucho m¨¢s prudente y clarividente que el propio discurso. Podr¨ªan haber aceptado la pat¨¦tica rama de olivo que les ofrec¨ªa Netanyahu, a rega?adientes, y haberle retado a iniciar las negociaciones de inmediato; unas negociaciones con alguna posibilidad de que las dos partes desciendan de sus pedestales de grandes declaraciones a la tierra de la realidad.
Pero los palestinos, tan atrapados como nosotros en un mecanismo de disputa y regateo, prefirieron hablar de que pasar¨¢n mil a?os antes de aceptar las condiciones de Netanyahu.
Y esto es lo que nos transmiti¨® Netanyahu, lo que revelaron sus palabras: aunque los israel¨ªes, en su mayor¨ªa, desean la paz, al parecer no van a poder conseguirla. Podemos preguntarnos si de verdad comprendemos, tanto israel¨ªes como palestinos, lo que significa la paz, c¨®mo podr¨ªa ser una vida pac¨ªfica. E inmediatamente surge la duda de si esa opci¨®n de la aut¨¦ntica paz sigue existiendo en nuestras conciencias.
Porque si no existe, significa que no tenemos ninguna forma de alcanzar la paz. Y si es as¨ª, por extra?o que parezca, no tenemos ninguna motivaci¨®n para alcanzar la paz.
El discurso de Netanyahu, que deber¨ªa haber aspirado al nuevo esp¨ªritu mundial que ha engendrado Barack Obama, nos dice, entre sus l¨ªneas retorcidas, que no habr¨¢ paz salvo que nos la impongan. No es f¨¢cil reconocerlo, pero cada vez parece m¨¢s que ¨¦sta es la opci¨®n que aguarda a israel¨ªes y palestinos: una paz justa y segura -impuesta a las dos partes mediante una firme intervenci¨®n de la comunidad internacional, dirigida por Estados Unidos- o una guerra, quiz¨¢ m¨¢s dif¨ªcil y amarga que las anteriores.
David Grossman es escritor israel¨ª. Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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