Unos inquilinos callados con el coche sucio
Los jefes etarras viv¨ªan en un peque?o piso a 20 kil¨®metros de Par¨ªs
Al vecino de abajo lo que m¨¢s le llamaba la atenci¨®n de los dos espa?oles del tercero izquierda era su coche: "Era un coche grande, no muy viejo, pero muy sucio, lleno de papeles en los asientos de detr¨¢s, de peri¨®dicos atrasados. Yo siempre me preguntaba al verlo: ?Qui¨¦n puede tener el coche as¨ª?". Javier Arruabarrena, jefe del aparato de informaci¨®n de ETA, hablaba franc¨¦s sin mucho acento y era, seg¨²n este vecino, un hombre amable de no muchas palabras. Su novia y lugarteniente, Ohiana Garmendia, hablaba a¨²n menos: "Iba por lo general con la cabeza como agachada; siempre saludaba el otro".
Este vecino recuerda haber visto a la pareja, sobre todo rumbo al supermercado a comprar, o montando en sus bicicletas en direcci¨®n al cercano parque de Vincennes o aparc¨¢ndolas en el peque?o patio de abajo. Eran silenciosos, callados, ausentes. "Pasaban mucho tiempo fuera, o por lo menos yo no los ve¨ªa: de hecho, yo no los hab¨ªa visto desde hac¨ªa dos semanas".
El piso, enclavado en el n¨²mero 5 de la calle de Marichal de Latre, en Chareton-le-Pont, a 20 kil¨®metros de Par¨ªs, es modesto: tres habitaciones peque?as, una cocina y un cuarto de ba?o. Apenas 50 metros cuadrados. Unos mil euros al mes. Las ventanas dan a una calle tranquila, inclinada, con pocas tiendas (un locutorio, un restaurante japon¨¦s, otro liban¨¦s...). En el edificio, seg¨²n este vecino, se cambia bastante de inquilinos: "Aqu¨ª la gente est¨¢ unos seis meses y luego se marcha. Menos yo, que llevo tres a?os". Los etarras llevaban poco m¨¢s de un a?o.
Este hombre joven, con dos ni?os peque?os, sab¨ªa desde hac¨ªa unos d¨ªas que la pareja espa?ola escond¨ªa algo: "Hace una semana, en el portal, un polic¨ªa me abord¨® con un ¨¢lbum de fotos. Me pregunt¨® si reconoc¨ªa a alguien. Le dije que s¨ª: a los dos del tercero". Pero ayer por la ma?ana, cuando la polic¨ªa le despert¨® al echar abajo con un ariete la puerta del tercero izquierda, este hombre no pens¨® en que alguien deten¨ªa a los vecinos por los que le preguntaron d¨ªas atr¨¢s: "La verdad es que pens¨¦ que mis hijos peque?os hab¨ªan hecho alguna".
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