Y escriban ustedes, si quieren
Lo que ahora se llama Uni¨®n Europea tuvo antes otros nombres menos bellos, que hablaban de mercado y de econom¨ªa, cuando no de carb¨®n y de acero. Pero Europa siempre ha sido m¨¢s. Se ha dicho de ella que es una expansi¨®n ideal de la Grecia antigua, con la que guarda muchas semejanzas. La patria de Homero combinaba una fuerte diversidad de dialectos con una extraordinaria unidad cultural. ?No es eso exactamente Europa? La literatura europea es ¨²nica, como vio Curtius, por los mismos a?os del Tratado de Roma. La poes¨ªa europea es ¨²nica, como ve muy bien Francisco Rico. Las nuevas perspectivas deben referirla a la literatura universal m¨¢s que a las nacionales.
Ojal¨¢ se cumpla pronto otra semejanza con los griegos antiguos, que daban importancia decisiva a la poes¨ªa en la educaci¨®n del ciudadano. Ha dejado de ser as¨ª en los actuales Estados, pero la identidad de Europa no podr¨¢ perdurar sin su poes¨ªa, que es uno de sus c¨®digos comunes. Para captar su unidad se necesitan perspectivas largas. Mil a?os constituyen una buena medida. ?stos dan para mucho: empiezan en la Edad Media y llegan a nuestros d¨ªas. Algunos pensar¨¢n que es un viaje dif¨ªcil. Todo lo contrario. Degustar¨¢n el libro los amantes de las delicatessen culturales, pero tambi¨¦n quienes se inician. ?Por qu¨¦ vamos a tener ciudadanos europeos refinados en sus vinos, en su gastronom¨ªa, en los hoteles que eligen, en la decoraci¨®n de sus casas, y, sin embargo, pobres o nulos en sus lecturas po¨¦ticas? La finura espiritual de los futuros europeos -que no necesariamente habr¨¢n nacido en Europa- s¨®lo puede mantenerse con un acceso directo a sus poetas. Un volumen como ¨¦ste puede empezar a cambiar las cosas.
Mil a?os de poes¨ªa europea
Francisco Rico con Rosa Lentini
Edici¨®n biling¨¹e
Backlist. Barcelona, 2009
1.400 p¨¢ginas. 29 euros
Degustar¨¢n el libro los amantes de las 'delicatessen' culturales, pero tambi¨¦n quienes se inician
Por muchas razones estamos en tiempos propicios a la poes¨ªa y a su traducci¨®n. Pentecost¨¦s y transubstanciaci¨®n son los t¨¦rminos que Rico usa para ello, llevado de su entusiasmo. Conoce con claridad qu¨¦ funciones le corresponden al poeta en el mundo contempor¨¢neo. Captar correspondencias escondidas entre las cosas no es la menos importante. Por eso la poes¨ªa est¨¢ tan cerca de las formas art¨ªsticas y se aleja cada vez m¨¢s de lo que Rico llama g¨¦neros de gran tonelaje, entre los que se cuenta la novela.
Una gran antolog¨ªa se compone de muchas peque?as. El libro, que sabe ser actual, se abre con una titulada 'La canci¨®n de mujer'. En pleno medievo las voces femeninas en distintos idiomas muestran que algunas cosas han cambiado poco: "?Por qu¨¦ me pega el marido? / ?pobrecita!". Despu¨¦s cada poeta conforma una antolog¨ªa. De sus textos, claro. Y de sus mejores traductores. Mallarm¨¦ aparece en versiones de Juan Ram¨®n Jim¨¦nez, Alfonso Reyes y Octavio Paz. El 'Abanico' traducido por Reyes es memorable: "Como sin otra expresi¨®n / que un latir que al cielo anhela / el verso futuro vuela / de la exquisita mansi¨®n". El Leopardi de Antonio Colinas suena delicado: "As¨ª que en esta / inmensidad se anega el pensamiento / y naufragar es dulce en este mar". El de Unamuno, sobrio: "Y t¨², lenta retama, / que de olorosos bosques / adornas estos campos desolados...". En semejante proyecci¨®n poli¨¦drica hay algo m¨¢s que un cumplimiento literario. Vemos c¨®mo un poeta camina por la posteridad de la mano de otro. Yeats, tra¨ªdo por D¨¢maso Alonso, Luis Cernuda y Jorge Guill¨¦n, casi se convierte en un poeta del 27. La posibilidad extrema -en la frontera del juego y de la idea- se encuentra en uno de los ap¨¦ndices, que re¨²ne diez versiones de un solo poema, el Albatros de Baudelaire. Con raz¨®n se menciona a Borges en este caso. Es una prueba de las posibilidades infinitas que tendr¨ªa una antolog¨ªa total de la poes¨ªa europea.
Hay, por supuesto, poetas nacionales. Pushkin lo fue en vida, como un Virgilio ruso. ?l, sin embargo, se compara con Horacio: "Me erig¨ª un monumento que no labr¨® la mano". Y quiz¨¢ al gran Horacio se remonte la fuerte presencia del yo en los poetas rusos: Mayakovski, Mandelstam, Ajm¨¢tova. Lo cierto es que la poes¨ªa escrita en lat¨ªn rompe desde el primer momento la identificaci¨®n entre las lenguas y las naciones, con grandes nombres en cada ¨¦poca: Gautier de Ch?tillon, Petrarca o Milton, aunque el mejor sin duda sea Marullo, que huy¨® de su Bizancio natal para vivir en el Renacimiento florentino. Sus Himnos naturales esperan al lector actual: "busquemos con la luz pura de la inteligencia".
La verdadera lectura europea resulta de la concentraci¨®n en un momento, en un nudo. En realidad Petrarca es el nudo central de nuestra poes¨ªa. Es apasionante leer juntos a Ausi¨¤s March, Fran?ois Villon y Jorge Manrique. O, unas p¨¢ginas m¨¢s adelante, a John Donne y a Quevedo. Igual que el poeta, el lector de poes¨ªa est¨¢ entrenado para percibir relaciones. Tambi¨¦n para aceptar los extremos. Por ejemplo: el ¨²nico poeta en griego es aqu¨ª Cavafis. A quienes pudieran quejarse de que faltan poetas esenciales, Rico parece replicar con esta soluci¨®n meton¨ªmica: cualquier gran autor representa una literatura. Elegir es el acto m¨¢ximo de la soberan¨ªa del ant¨®logo. ?ste es fil¨®logo famoso, poeta secreto, enamorado de nuestros idiomas, traductor ¨¦l mismo de varias lenguas. Quedan para los ciudadanos del futuro los versos desafiantes de un joven llamado Mayakovski: "aqu¨ª tienen, camaradas, mi estilogr¨¢fica / y escriban ustedes, si quieren".
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