La casa m¨¢s hermosa del mundo
Empecemos con un aviso: los arquitectos me parecen gente peligrosa, porque sus creaciones m¨¢s horrendas no pueden esconderse en un caj¨®n o un almac¨¦n. Estamos obligados a verlas o, en el peor de los casos, a vivir dentro de ellas. Quiz¨¢ deber¨ªa relativizar lo anterior, dado que en ciertos casos conviene vivir en el edificio m¨¢s feo del barrio. Se vivir¨¢ mal, cierto, pero no habr¨¢ que ver el bodrio cada vez que miremos por la ventana.
Existen, por supuesto, arquitectos responsables, preocupados por la gente que habitar¨¢ sus obras y por la gente que las contemplar¨¢ cada d¨ªa. Entre esos arquitectos, algunos son brillantes. Y de vez en cuando aparece un arquitecto ¨²nico, especial, capaz de crear maravillas con ladrillo.
Jos¨¦ Antonio Coderch de Sentmenat, uno de los grandes arquitectos del siglo XX, se parec¨ªa, de alguna forma, a Gaud¨ª
Quer¨ªa hablar de la casa m¨¢s hermosa del mundo. Habr¨¢ quien discrepe y afirme que no, que es mejor una de Frank Lloyd Wright, o de Alvar Aalto, o de Oscar Niemeyer, o de cualquier otro. Me parece bien.
La casa m¨¢s hermosa del mundo fue construida en 1951 en una ladera, sobre la bah¨ªa de Caldes d'Estrac, en el Maresme barcelon¨¦s. Es una casita unifamiliar, peque?a, de muros blancos. La hizo uno de los grandes arquitectos del siglo XX, Jos¨¦ Antonio Coderch de Sentmenat (1913-1984). Fue un arquitecto indudablemente espl¨¦ndido. En Catalu?a es f¨¢cil identificar a las personalidades indudablemente espl¨¦ndidas. Basta con elegir una obra de m¨¦rito y comprobar si su autor ha sido homenajeado con una calle que lleva su nombre, o con un gran reconocimiento p¨²blico, o con algo m¨¢s o menos importante. Si no es el caso, si el personaje en cuesti¨®n ha sido relegado al desv¨¢n de los antepasados inc¨®modos, tenemos garant¨ªas. Con Coderch no caben dudas.
Jos¨¦ Antonio Coderch hizo la casa de Caldes por encargo de un gran amigo suyo, el ingeniero Eustaquio Ugalde. La situ¨® junto a un pino de dos troncos (que ahora tiene s¨®lo uno) y la construy¨® desde dentro, mirando y fotografiando, hasta conseguir un edificio capaz de procurar goce al ojo humano desde cualquier punto de vista, exterior o interior. Los planos originales fueron modific¨¢ndose hasta convertirse en in¨²tiles. Es una casa en la que tiene sentido cada cent¨ªmetro c¨²bico de materia o de aire: el edificio, que suele calificarse de "org¨¢nico", parece haber crecido de forma natural sobre los terraplenes de la ladera. Tuve la oportunidad de visitar la Casa Ugalde har¨¢ unos 10 a?os (es propiedad privada); fue un gran privilegio.
Coderch debi¨® de ser un hombre peculiar. Se parec¨ªa, de alguna forma, a Antonio Gaud¨ª. Su texto m¨¢s conocido, una declaraci¨®n de principios formulada en 1960 bajo el t¨ªtulo No son genios lo que necesitamos ahora, dec¨ªa: "?No es curioso tambi¨¦n que tengamos aqu¨ª, muy cerca, a Gaud¨ª (yo mismo conozco a personas que han trabajado con ¨¦l) y se hable tanto de su obra, y tan poco de su posici¨®n moral y de su dedicaci¨®n?". A Coderch le interesaban cosas como la moral. Y proclamaba su vocaci¨®n aristocr¨¢tica. En el texto ya citado describ¨ªa la sociedad como una pir¨¢mide. Otro p¨¢rrafo: "Sol¨ªan decirme mis padres que un caballero, un arist¨®crata, es la persona que no hace ciertas cosas, aun cuando la ley, la Iglesia y la mayor¨ªa las aprueben o las permitan".
Qu¨¦ valor, proclamar estas ideas en la Barcelona de 1960.
Fue un arquitecto que rehuy¨® las teor¨ªas y las clasificaciones. Se movi¨® entre el racionalismo y el humanismo, aprendi¨® de Aalto, utiliz¨® los elementos arquitect¨®nicos tradicionales (no folcl¨®ricos) de cada lugar y defendi¨® "la acci¨®n propia y la ense?anza" (en su oficina se formaron profesionales como Correa y Mil¨¤) frente al doctrinarismo. No le gustaba difundir sus ideas: tem¨ªa lo que pudieran hacer sus colegas a partir de ellas.
Evidentemente, Coderch no se dedic¨® tan s¨®lo a inventar deliciosas casas particulares. Dise?¨® tambi¨¦n los rascacielos m¨¢s bajitos de Espa?a (las Torres Trade, en Barcelona, cuya ondulaci¨®n acristalada sigue fascinando hoy), bloques de viviendas como los de la Barceloneta o la calle de Juan Sebastian Bach, y centros culturales y acad¨¦micos como el Instituto Franc¨¦s o la Escuela de Arquitectura, ambos en Barcelona.
Recomiendo el libro en el que Enric Soria recogi¨® sus conversaciones con Coderch. Sugiero al lector que eche un vistazo en Internet (sigue siendo gratis) a las muchas creaciones de Coderch. Imploro a las nuevas generaciones de arquitectos que estudien la obra de Coderch e investiguen con el m¨¢ximo inter¨¦s su "posici¨®n moral y su dedicaci¨®n".
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