Paisaje despu¨¦s de la batalla
Es posible reconstruir las bases para un crecimiento m¨¢s sostenible despu¨¦s de la crisis sin antes identificar las causas concretas que nos han llevado al desaguisado que estamos sufriendo? Algunos parecen creerlo.
Hace unas semanas escuch¨¦ a Alfredo S¨¢ez, consejero delegado del Banco de Santander, en el foro del C¨ªrculo de Econom¨ªa, en Sitges. La conclusi¨®n podr¨ªa ser que no ha habido causas espec¨ªficas de la crisis, ni responsables concretos. Como en Fuenteovejuna, lo somos todos a una. Lo que habr¨ªa ocurrido ser¨ªa simplemente un "fallo sist¨¦mico". Lo ¨²nico que habr¨ªa que hacer es algo as¨ª como esos reset que se les hace a los sistemas electr¨®nicos cuando se bloquean. Y vuelta a empezar. Hasta el siguiente fallo sist¨¦mico.
?Por qu¨¦ Obama se muestra tan activo y los Sarkozy, Berlusconi, Zapatero y Merkel est¨¢n catat¨®nicos?
Esto no es de recibo. Dif¨ªcilmente se podr¨¢ reconstruir la confianza que se necesita para que el sistema financiero y la econom¨ªa vuelvan a funcionar sin antes identificar las causas de la crisis, y ponerles alg¨²n tipo de remedio.
Pero hay que hacerlo no con la actitud del polic¨ªa que visita la escena del crimen para encontrar el instrumento del crimen y al culpable al que despu¨¦s castigue el juez, sino con la del m¨¦dico que a la vez que trata de recuperar al enfermo de un shock cardiaco, trata de saber las causas para aplicar alguna terapia de largo plazo.
Vamos a ver. El paisaje desolador que estamos viendo es el resultado de una batalla que se inici¨® en los a?os setenta. Los contendientes fueron, por un lado, los partidarios de los mercados sin ning¨²n tipo de control. Por otro, los de la econom¨ªa mixta, donde a los mercados libres se les reconoce un papel importante en la creaci¨®n de riqueza pero complementados con regulaci¨®n p¨²blica y alg¨²n tipo de control social de las conductas de los altos directivos.
Esa econom¨ªa mixta fue la que surgi¨® despu¨¦s de la Gran Depresi¨®n de los a?os treinta. Una econom¨ªa en la que mercados y regulaci¨®n funcionaron al un¨ªsono, como lo hacen los dos motores de un avi¨®n, para producir la etapa de mayor crecimiento y menor desigualdad social que ha vivido la humanidad hasta el presente. La sociedad de clases medias de los "felices sesenta".
Pero aquel armisticio entre partidarios del libre mercado y de la regulaci¨®n p¨²blica y control social se rompi¨® bruscamente a finales de los setenta.
Algo ocurri¨® en esa d¨¦cada que a¨²n no comprendemos bien. Por un lado, las nuevas tecnolog¨ªas de la informaci¨®n y las telecomunicaciones trajeron aumentos de productividad y riqueza impresionantes. Por otro, las pol¨ªticas de Reagan y Thatcher permitieron la desregulaci¨®n de los mercados financieros y el debilitamiento de las instituciones sociales, que como los sindicatos, manten¨ªan un cierto control del comportamiento salarial de los directivos. Finalmente, se dio un cambio en la forma de pensar como funciona la econom¨ªa, con la aparici¨®n de la teor¨ªa de las "expectativas racionales" y la fe irreflexiva en la total "eficiencia de los mercados".
Probablemente, esos tres factores actuaron como mecanismos de apropiaci¨®n por parte de unos pocos de los fuertes aumentos de productividad que trajo el cambio tecnol¨®gico. Desde los a?os ochenta hemos vuelto a asistir a un aumento de la desigualdad. Algo similar a lo que ocurri¨® en la Gilded Age o ¨¦poca dorada que precedi¨® a la gran crisis de los a?os treinta. De nuevo la m¨ªstica de los mercados desregulados trajo una nueva ¨¦poca de exuberancia irracional, de burbujas especulativas, de euforia y exceso de confianza, para desplomarse ahora en la desconfianza y el pesimismo depresivo.
Y en esas estamos.
No se puede pensar que simplemente con hacer un reset al sistema financiero se arregle todo. Necesitamos reconstruir un nuevo armisticio entre mercado, regulaci¨®n p¨²blica y control social. Pero para lograrlo, tenemos que ser conscientes de cu¨¢l es el paisaje que tenemos despu¨¦s de la batalla. Y hacer tres cosas:
La primera es cambiar la forma de hacer negocios del sistema financiero. Hay que volver a la regulaci¨®n prudencial y a la conducta que caracteriza a la buena banca, erradicando las pr¨¢cticas que han favorecido los comportamientos fraudulentos.
La segunda es cambiar las pr¨¢cticas de retribuci¨®n de los directores y altos ejecutivos. Acabar con la cultura de irresponsabilidad que ha caracterizado muchos casos de abuso y quiebra empresarial.
La tercera es cambiar las formas de pensar c¨®mo funciona la econom¨ªa. Una teor¨ªa macroecon¨®mica que se basa en la idea de expectativas racionales y mercados eficientes no es capaz de explicar la realidad. Necesitamos una teor¨ªa que reconozca la importancia que tiene la desconfianza, el fraude, la corrupci¨®n, la desigualdad, la percepci¨®n de justicia y de falta de ¨¦tica en el funcionamiento de la econom¨ªa.
Con su plan de reforma financiera, Barak Obama ha dado un paso importante para reintroducir la regulaci¨®n y control de todo el sistema financiero, sean o no bancos convencionales, y para proteger al consumidor de productos financieros de pr¨¢cticas fraudulentas. ?se es el camino.
?Por qu¨¦ Obama se muestra tan activo y los Sarkozy, Berlusconi, Zapatero y Merkel est¨¢n catat¨®nicos? La respuesta es, probablemente, que Obama no se siente comprometido con las pol¨ªticas y pr¨¢cticas financieras de las ¨²ltimas dos d¨¦cadas. Y puede actuar libremente. Pero eso no es as¨ª en los l¨ªderes europeos. Ellos consintieron o convivieron con la desregulaci¨®n, los desmanes y las burbujas. Y ahora un sentimiento de culpa les impide actuar.
Y ¨¦ste es, en gran parte, el obst¨¢culo para que en Europa y Espa?a podamos reconstruir el armisticio sobre la econom¨ªa mixta y el bien com¨²n. -
Ant¨®n Costas Comesa?a es catedr¨¢tico de Pol¨ªtica Econ¨®mica en la Universidad de Barcelona.
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